viernes, 7 de septiembre de 2012

Sermón 9 - Se siega lo que se siembra

Gálatas 6:7-9
                                      

SE SIEGA LO QUE SE SIEMBRA


6:7 No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
6:8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
6:9 No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. 
La palabra de hoy compara la vida del hombre con la agricultura. Una realidad de la naturaleza es que se siega lo que se siembra. Si la semilla es mala, su fruto también es malo. Pero si la semilla es buena, su fruto es bueno. Además hay un proceso largo hasta que la semilla dé fruto. Este principio se aplica a la vida del hombre. En la agricultura podemos aprender el principio de la vida. Esta palabra nos exhorta a elegir la vida fructífera, abundante y eterna en vez de la vida pérdida e infructífera.

I. Lo que se siembra se siega (7)
En la Inglaterra hubo una época en que los cristianos no sentían la necesidad de predicar el evangelio a otras naciones apoyándose en la doctrina de predestinación. Ellos creyeron que el Dios todopoderoso ya había destinado de antemano: ¿quiénes serían salvos o no? porque él es todopoderoso puede hacer todo sin usar la mano del hombre. Como resultado todos debían sufrir la decadencia espiritual llevando una vida desenfrenada e indolente sin visión. Quizás nosotros también pensamos así y vivimos tranquilos. Podríamos pensar que ocurrirá algún milagro y que pasados los años, esta iglesia se multiplicará. Es como que un agricultor espere una buena cosecha sin sembrar, es como que un estudiante espere sacar buenas notas sin estudiar.

En el versículo 7, el apóstol Pablo advierte a tal clase de personas, diciendo: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (7). Esperar algún milagro sin que hagamos nada es una burla contra Dios. Sí, Dios es todopoderoso, así que para él no hay cosa imposible. Pero debemos saber que Dios es justo y santo. Él estableció tanto las leyes espirituales como las de la naturaleza. Él no sabe mentir. Él respeta las leyes de la naturaleza que él mismo estableció. Si Dios no respetara las leyes, este mundo en seguida se volvería un caos. Dios es tan fiel que mantiene todas las leyes establecidas. Por eso este universo sigue existiendo y andando en armonía.

Además, la tierra en que vivimos es un planeta especial de donde Dios nunca quita su mirada. El amor especial de Dios se ve claramente al fijarnos en la tierra. En esta tierra Dios hace producir toda clase de plantas y cereales para nosotros, haciendo salir el sol y mandando lluvias y vientos. Las leyes de la naturaleza nos dan lecciones preciosas de la vida. Los agricultores saben que la buena cosecha depende de la naturaleza. Saben que si Dios no manda la lluvia, no pueden sembrar. Cuando hay sequía, los agricultores miran al cielo con angustia. Pero con la lluvia la tierra seca se vuelve fértil y los agricultores se alegran. Salen al campo y cultivan, riegan y plantan semillas bajo la lluvia. Aquí vemos la hermosa colaboración entre Dios y los agricultores. Dios hace salir el sol y manda nubes y lluvia, los labradores cultivan la tierra y siembran en ella. Las plantas o semillas plantadas brotan, crecen, dan hojas y al fin llevan frutos. Entonces al llegar el tiempo señalado, el agricultor cosecha con alegría. Sí es verdad que sin siembra no hay siega.

Nosotros vivimos en Argentina donde hay cuatro estaciones, la primavera, el verano, el otoño y el invierno. Ahora estamos todavía en el verano caluroso, este verano más caluroso que nunca. Un calor terrible. Pero sabemos que pronto llegará el otoño en el que el calor del sol pierde su fuerza y sopla el viento fresco. El otoño es especialmente un tiempo de cosecha. El color del campo se convierte de verde a amarrillo. Se cosechan cereales como el maíz, el arroz, la soja, etc. Luego vendrá el invierno frío y húmedo cuando los árboles se desnudan y la tierra del sur se cubre de nieve. Parece que es una estación sin vida, pero por dentro se prepara para recibir la primavera cuando todos los seres vivos se revivifican.

Este círculo de las cuatro estaciones nos hace pensar en la vida del hombre. Desde el nacimiento hasta la juventud, se puede decir que el hombre vive en la primavera, la estación de la esperanza y de los sueños. Los niños, adolescentes y jóvenes están pasando por la primavera de la vida. Es un tiempo de sembrar y crecer. Deben crecer tanto corporal como mentalmente, tanto en estatura como en sabiduría. Espiritualmente también es una época muy importante. Pero lo lamentables es que la mayoría de los jóvenes de hoy derrochan su juventud en cosas vanas.

Ellos no se dan cuenta de que lo que siembran en su juventud lo segarán más tarde. Muchos abusen de su cuerpo con sexo y drogas por lo que su salud estará arruinada. Participen en la inmoralidad sexual por lo que dañarán su reputación, y no tendrán una vida familiar normal y el gozo que esto trae. La mayoría de los jóvenes no entienden que la dolorosa condición mental y física encontrada en muchas personas mayores es el producto de la vida juvenil de libertinaje cuyo lema es: “haz lo que tú quieras hacer” y “vive la vida loca”. Una cosa paradójica es que los jóvenes que critican y condenan a los mayores corruptos también andan en el mismo camino de corrupción y se vuelven peores al llegar a la mayor edad. Samuel Johnson dijo: “El que quiera pasar la ultima parte de su vida con honor y decencia, debe, cuando sea joven, considerar que un día será viejo.”

Por otra parte, la mayoría de los cristianos se encontraron con Cristo en su juventud, y lograron grandes obras. Según la investigación del inglés Tom Rees, un 75 % de los cristianos ingleses recibieron a Cristo antes de llegar a 14 años de edad, 20 % entre 14 y 21 años, y solamente 5 % recibieron a Cristo después de 21 años de edad. Según Lionel A. Hunt, en los Estados Unidos, 86 % de los cristianos norteamericanos creyeron en Jesús antes de llegar a 15 años de edad, 10 % entre 15 y 30 años, y solamente 4 % se hicieron cristianos después de 30 años de edad.
             
Hudson Taylor era un misionero inglés que fue enviado a China. Cuando él tenía 17 años de edad, aceptó a Cristo como su Salvador y estudió la medicina para ir a China como misionero. Como el fruto de su labor, hoy en día hay más de cien millones de cristianos en China aun en medio de muchas persecuciones. Casi todos nuestros misioneros encontraron a Jesús en su juventud en la época de estudiantes en facultad. El misionero Andrés Lee vino a Argentina como misionero cuando tenía 23 años de edad.    

Cualquier iglesia que crecen bien da mucha importancia a la evangelización de los niños, adolecentes y jóvenes. Ellos son la esperanza tanto de la iglesia como de la nación. La iglesia abarca a toda clase de personas. Aun así el futuro de la iglesia depende de evangelizar a los los jóvenes o no. Establecer a los discípulos de Jesús a través del estudio bíblico y la actividad del grupo celular es la esperanza tanto de nuestra iglesia como de la nación. Así como unos pocos jóvenes ingleses cambiaron la historia de Inglaterra, también nuestros hermanos jóvenes bien disciplinados pueden cambiar la historia de Argentina. Ya Dios nos ha dado una gran visión de evangelizar a los argentinos con la Biblia. Ante los ojos humanos esta obra parecería poco o insignificante, pero a la vista de Dios es muy preciosa. Sabemos que la historia la hacen siempre unos pocos hombres. La estrategia que Jesús usó fue ésta. Él eligió a doce entre los jóvenes comunes, campesinos y pescadores, y los estableció como sus discípulos. Jesús los disciplinó durante 3 años por medio de la vida de convivencia y enviándolos al mundo a predicar. Por medio de ellos el reino de Dios se expandió hasta lo último de la tierra.

En la conferencia de verano vimos la visión de Dios a través de nuestros hermanos jóvenes que luchaban para aceptar la palabra de Dios. La juventud es el período de ser disciplinado. De hecho estamos viviendo en una época rebelde y desobediente en la que los jóvenes no respetan a los mayores. Pero en nuestra iglesia hay una herencia hermosa y preciosa. Los hermanos están dispuestos a ser disciplinados por los misioneros aunque aceptar sus consejos y direcciones es costoso y les duelen los corazones. Así crecen espiritualmente. El discípulo no nace sino que se hace por medio de la disciplina. ¡Es hermoso y conmovedor ver a los jóvenes que luchan por Cristo!

La poeta canadiense, Annie Louise Coghil, escribió una poesía hermosa cuando todavía era jovencita de 18 años de edad. Él canta así la hermosura de la juventud: “Pronto la noche viene, tiempo es de trabajar; Los que lucháis por Cristo no hay que descansar; Cuando la vida es sueño, gozo, vigor, salud, Y es la mañana (la primavera) hermosa, de la juventud.” ¡Jóvenes, que luchen y trabajen! ¡Levántense! ¡Resplandece!

Después de la  juventud viene la edad de madurez que se puede comparar al verano. En este período generalmente se casan y tienen hijos y los educan. Trabajan con sudor y sus negocios crecen y prosperan. Las riquezas aumentan, así como su conocimiento. Su influencia en la sociedad también crece. Si son cristianos crecen y se maduran espiritualmente. En la iglesia reciben reconocimientos y puestos. Siendo pastores cuidan de las ovejas. Es una época dorada en la vida del hombre. Veo que la mayoría de los miembros del culto de la mañana pertenecen a la estación del verano. Sobre este período, la poeta Annie escribió así: “Pronto la noche viene, tiempo es de trabajar; Para salvar al mundo hay que batallar; Cuando la vida alcanza, toda su esplendidez, Cuando es el medio día de la madurez.” Es tiempo de batallar; es período de toda esplendidez de la vida del hombre. Deben trabajar más que los jóvenes brillando al mundo oscuro. Nuestra iglesia tiene mucha potencia porque la mayoría del miembro pertenece a la estación de primavera y verano.  Hay que avivar esta potencia para llevar la misión mundial que el Señor nos ha encargado.

Luego viene la época de senectud (ancianidad) que se puede comparar al otoño en la vida humana. Humanamente en la sociedad la mayoría de ellos se retiran del trabajo y viven dependiendo de jubilación y pensión. Su salud física es delicada, se enferman fácilmente. Pero espiritualmente es la época de cosechar lo que se ha sembrado. Es un tiempo de reflexión. Su papel tanto en la familia como en la sociedad es importante. Son ancianos llenos de experiencia y sabiduría de la vida con las que bendicen y aconsejan a la segunda y tercera generación, así como Jacob en su vejez bendijo aun a Faraón, rey de Egipto, y luego bendijo a sus doce hijos. Son respetados tanto en la sociedad como en la iglesia. Proverbios 16:31 dice, “ Corona de honra es la vejez que se halla en el camino de justicia.” “La gloria de los jóvenes es su fuerza, Y la hermosura de los ancianos es su vejez (20:29).” 

En nuestra iglesia hay hermanas y hermanos mayores que pasan por esta estación muy hermosamente. Ellos siempre oran por los misioneros, por los hermanos y por la nación. Proverbios 17:6 dice, “Corona de los viejos son los nietos, Y la honra de los hijos, sus padres.” Los nietos e hijos son la gloria de ellos. “Pronto la noche viene, tiempo es de trabajar. Si el pecador perece, idlo a rescatar; Aun a la edad madura, débil y sin salud, Aun a la misma tarde de la senectud.” Sí aun en la senectud puede trabajar en la viña del Señor. Había una anciana cristiana que anhelaba salvar a las almas perdidas, pero su condición física era muy delicada, así que no podía salir a predicar. Entonces el Señor le dio sabiduría. Ella publicó un aviso en el diario para buscar a un estudiante no cristiano a quien le podría pagar una cierta cantidad de dinero con tal que le leyera la Biblia a ella. Entonces ese estudiante leyendo la Biblia ante ella, aceptó a Jesús como su Salvador. Haciendo así sucesivamente, muchos estudiantes se convirtieron en cristianos.

Por último viene la estación de invierno frío en que dejamos toda nuestra actividad. Antes de venir el invierno es necesario que trabajemos en el tiempo oportuno. Sí viene la hora en la que nadie trabajar. Por eso nuestro Señor Jesucristo nos aconseja diciendo: “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar (Jn 9:4)”. “Pronto la noche viene, ¡listos a trabajar! ¡Listos!, que muchas almas hay que rescatar. ¿Quién de la vida el día puede desperdiciar? Viene la noche y nadie puede trabajar.”

Para los que están preparados, el invierno es el tiempo de descanso en el seno del Señor en el cielo. Cuando nos presentamos ante el Señor, después de cumplir nuestra misión, él nos dirá: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mt 25:21). Todos nosotros tenemos esta esperanza viva. Pero no todos reciben esta alabanza del Señor. El versículo 8 dice que hay dos clases de gente: “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.”

II. El que siembra para su carne, de la carne segará corrupción (8a).
Esta clase de gente piensa que la vida terrenal es todo y trabaja solamente para su vida terrenal. Es como la gente de la época de Noé. El Señor dice: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mt 24:37-39). El que siembra para su carne busca la comodidad de la vida, depende de la riqueza y el poder de este mundo, y buscan placeres carnales y temporales. Pero lo cierto es que las cosas terrenales son corruptibles y temporales. ¡Díganme si hay algo incorruptible en el mundo! ¿Juventud, hermosura, riqueza, poder? Todas las cosas son temporales y corruptibles. Por eso los que viven para la carne no pueden menos de segar corrupción.

Los cristianos carnales creen  que Jesús es su Señor y Salvador, pero lo niegan en su vida actual viviendo como los incrédulos. Llegará el día en el que toda nuestra obra se pruebe en el fuego (1 Co 3:13-15). En el libro de Génesis la vida de Lot, el sobrino de Abraham, es un ejemplo de los cristianos carnales. Aunque él empezó la vida de fe con su tío Abraham, su vida era carnal. Cuando Abraham le hizo elegir la tierra, éste escogió la buena parte. Le gustó más la vida cómoda en la ciudad que la vida difícil en el campo. Por eso se mudó a Sodoma donde vivía gente pecaminosa. Cuando el Señor destruyó Sodoma, Lot perdió todas sus riquezas incluso a su esposa.

Ante los ojos de los hombres esta clase de cristianos son inteligentes porque parecen no perder nada sino que pueden llevar una vida cómoda y exitosa. Pero de hecho sufren mucho interiormente. En su corazón no tienen paz ni tranquilidad aunque quizás pueden disfrutar de la comodidad que la riqueza material ofrece. Pero al fin se darán cuenta que no le queda nada.

III. El que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna (8b)
“mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.” El cristiano espiritual anda en el Espíritu. Medita en la ley del Señor día y noche (Sal 1:2). Su esperanza está en el reino de Dios. Él también come, bebe, vende, compra, y se casa así como los otros. Pero su vida es guiada por el Espíritu Santo. Tiene una íntima comunión con Dios. Su hombre interior rejuvenece cada día más aunque su hombre exterior envejece (2Co 4:16). Él se enfrenta con las dificultades y puede caer siete veces, pero se levanta de la caída ocho veces (Pr 24:16). Lleva una vida agradecida. Siempre el trabajo de sembrar es duro, tan duro que el salmista dice que el que siembra lo hace con lágrimas (Sal 126). Nuestro crecimiento espiritual no viene por naturaleza, sino por la lucha espiritual diaria. Sabemos cuán difícil es cavar la fuente de la palabra de Dios. Podemos disfrutar de la bendición de Dios en un ambiente agradable como en el retiro espiritual. Podemos luchar una vez. Pero lo difícil es permanecer en la gracia de Dios a través de la lucha espiritual constante. Podemos comportarnos como buenos cristianos en la iglesia, pero la fe auténtica o no se nota en las dificultades, en el desierto, en la vida cotidiana, en nuestro trabajo, en nuestra familia.

Un buen ejemplo de esta clase de vida es la vida de Noé. Él caminaba con Dios en medio de la gente impía. A la obediencia de la palabra de Dios construyó el arca durante 120 años, siendo objeto de la burla de la gente. Pero la Biblia habla así de su fe: “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe” (He 11:7).

Hacer discípulos de Jesús es sembrar para el Espíritu. Noé es un buen modelo de hacedor de discípulos. Por su fe su casa se salvó. Esto quiere decir que él dio buena influencia a su familia enseñándoles, exhortándoles haciéndolos participar en la construcción del arca. No se puede imaginar construir un arca tan inmensa sin la colaboración de su familia, su esposa, sus tres hijos y sus tres nueras. Hay un dicho que dice: “el que tiene vista de un año siembra semillas de cereales, el que tiene vista de 10 años planta árboles, el que tiene vista de 100 años, hace discípulos.” No hay otra obra más preciosa que hacer discípulos. Cuando el Señor llamó a Pedro, le dijo: “tú serás pescador de hombres.” Así también el Señor llamó a cada uno de nosotros para que sea un buen discípulo de Jesús, y a la vez, sea un buen hacedor de discípulo. Para esto cada uno de nosotros debe ser un buen maestro bíblico y pastor de las ovejas.

Conclusión: No nos cansemos (9)
Vale la pena sembrar para el Espíritu porque del Espíritu segaremos vida eterna. Hay un gran premio de Dios para los que siembran para el Espíritu tanto en esta vida terrenal como en la vida venidera. Pero en esta carrera de fe que es larga y difícil, es fácil cansarnos y desmayarnos. Por lo tanto el apóstol Pablo nos exhorta, diciendo: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos (9)”  Quizás entre nosotros habrá algunos que están cansados y desanimados en el estancamiento espiritual. Habrá algunos que se han alejado de Dios y del pueblo de Dios y viven sin esperanza ni fuerza. Pero debemos recordar esto: No es en vano el trabajo que hacemos en unión con el Señor. Por lo tanto, estemos firmes y sigamos adelante. A los que siembran para el Espíritu y trabajan con perseverancia les promete el Señor vida eterna y abundante, la cual no se puede describir con las palabras humanas. Sembremos para el Espíritu y cosechemos la vida eterna. Cada día andemos en el Espíritu caminando con Dios, haciendo discípulos con la esperanza de recibir la corona de la vida cuando venga Cristo otra vez.






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