miércoles, 12 de septiembre de 2012

Sermón 10 - El amor de Cristo

Mensaje Dominical                                                                               12 de Julio 2009     

EL AMOR DE CRISTO

Efesios 3:14-19 (V.C. 3:19)

3:14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
3:15 de quien toma nombre toda familia e
n los cielos y en la tierra,
3:16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;
3:17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,
3:18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura,
3:19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 

Uno de los caracteres de la vida de apóstol Pablo es que él nunca es dominado por la situación sino que la domina por la fe y por medio de la oración. Como sabemos él escribió esta carta a los efesios en la cárcel de Roma, un ambiente desfavorable y oscuro. Aun así en su vida no se ven tristeza ni desánimo, mas bien su corazón está lleno de ánimo, esperanza y gozo, y ora por las ovejas fervientemente.

La palabra de hoy es la oración de Pablo. En la epístola de Pablo a los efesios hay dos oraciones (aquí y en 1:15-23), las cuales se complementan. La primera oración es una oración por el conocimiento. Pablo oró para que Dios nos dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Dios; oró para que alumbrando los ojos de nuestro entendimiento, sepamos cuál es la esperanza a que él nos ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza. Aquí, Pablo, después de haber dicho sobre el misterio de Dios, el cual es: los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio (3:6), ora por los efesios para que puedan seguir creciendo en el amor de Cristo. Su oración es muy profunda y ancha.

Los versículos 14 y 15 son la introducción de la oración. Leámoslos juntos: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra,” Pablo está escribiendo esta carta en la cárcel de Roma (1), un ambiente desfavorable, donde no habría almohada ni alfombra sino solamente un suelo frío. Aun así él, constriñido por el gran amor de Cristo empieza a orar al Padre de nuestro Señor Jesucristo, arrodillado. Su actitud de oración es humilde; orar arrodillado es una expresión del rendimiento y sumisión total ante Dios, Es la expresión de su corazón reverencial a Dios. Esta actitud de oración se puede tener solamente cuando uno conoce tanto al Dios grandioso como a sí mismo que es tan vil y pecaminoso.

El teólogo Rensky dijo: Es importante la actitud corporal al orar porque esta es el reflejo de la actitud del alma hacia Dios. Arrodillarse es la muestra de la sumisión y el ruego humilde”. Yo también debo aprender la actitud de la oración de Pablo. Yo no me arrodillaba al orar porque me dolían mucho las piernas. Pero desde ahora debo practicar esta actitud corporal. No poder orar arrodillado es una muestra de mi vida de oración superficial en el que faltan el anhelo y la reverencia a Dios. De toda manera, debemos orar a Dios derramando nuestra alma ante Dios.

Pablo ora doblando sus rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra. Aquí la frase “toma nombre toda familia” significa que toda raza humana tiene su origen en Dios. Dios es el Creador de toda familia de la humanidad (Hch 17:26,27).  El objeto de nuestra oración es Dios, el Creador, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Quienquiera que sea, judío o gentil, pude llamar a Dios Padre en Cristo y acercarse a él confiadamente. La oración es el privilegio y la bendición que los hijos de Dios pueden disfrutar.

       Entonces cuáles son los contenidos de su oración? Leamos los versículos 16 a 19: “para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” Aquí se pueden encontrar los tres títulos de oración, los cuales son: por la llenura del Espíritu Santo; por la fe en Cristo Jesús; por conocer su amor.  

I. Pablo ora por la llenura del Espíritu Santo (16)
Leamos el versículo 16: “Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu” Dios a quien oramos no es como el hombre limitado, escaso y tacaño sino que es un Dios rico, abundante y bondadoso. ¡Qué importante es conocer a Dios y las riquezas de su gloria! Los que conocen a Dios y las riquezas de su gloria no deben quedarse en el cuarto oscuro de su propio mundo sino que deben salir de allí y acercarse a Dios en oración, quien está dispuesto a derramar sus riquezas y poder sobre los que le piden.

La promesa de nuestro Señor  a sus discípulos es ésta: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan (Lc 11:13)?” La promesa del Señor resucitado es ésta: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hch 1:8).” En el versículo 16 la frase “el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu” nos enseña que solamente por el poder del Espíritu Santo puede ser fortalecido nuestro hombre interior.

El poder que fortalece es el de Dios, el cual es transmitido mediante la operación del Espíritu Santo. El mismo poder que convierte a los seres humanos debe continuar en ellos para que haya crecimiento cristiano. Aquí es donde muchos cristianos fracasan, pues no reconocen que la perseverancia espiritual necesita de la gracia de Dios tal como la necesitaron en su conversión inicial. La fuerza física aumenta por medio de la alimentación y el ejercicio físico; la vida intelectual con el estudio; la vida espiritual es sustentada por el poder y la presencia del Espíritu Santo. El Espíritu Santo nos da poder desde el interior a través de la Palabra de Dios y la oración.

El hombre es muy débil tanto corporal como espiritualmente. Es fácil enfermarse; es fácil recibir heridas en el corazón ante una palabra chocante o una actitud descuidada. No es fácil vivir en paz. Donde se reúne más de dos personas allí ya hay discordia, odio, rencor e indiferencia por las que se hieren unos a otros. Esta es la limitación del hombre. Nuestro hombre interior es muy débil. Por eso  es necesario orar como oró Pablo para que seamos fortalecidos con poder en el hombre interior.

Entonces, ¿qué significaría ser fortalecido el hombre interior? El hombre tiene dos hombres; el hombre exterior y el hombre interior. La Biblia lo dice claramente. El hombre exterior se refiere al cuerpo visible y a la vez su deseo instintivo; el hombre interior se refiere a la personalidad, el centro de nuestro ser. Cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador y Señor, el Espíritu Santo habita en nuestro hombre interior. El hombre interior coincide con el corazón de Dios y se goza de su ley (Ro 7:22). Este hombre interior busca a Dios, anhela la palabra de Dios y se comunica con Dios. Pero el hombre exterior se opone al deseo del hombre interior; quiere llevar una vida cómoda y fácil siguiendo el deseo de la carne, el deseo de los ojos y la vana gloria de la vida. El hombre exterior se envejece con el tiempo por más que haga deportes y coma comidas saludables. Finalmente con la muerte el cuerpo se descompone y vuelve a la tierra. Pero el hombre interior se renueva, rejuvenece más y más por el poder del Espíritu  Santo. 2 Corintios 4:16 dice: “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.”

Por lo tanto es muy provechoso hacer el ejercicio espiritual diariamente. Todos sabemos que es saludable hacer ejercicio corporal para vivir la vida saludable. Es muy bueno caminar y trabajar corporalmente. Según un diagnóstico de especialistas, el problema de la gente de hoy es que la mayoría del tiempo la pasa trabajando sentados. Esto afecta para mal la corriente de la sangre por lo que ocurre toda clase de enfermedades. Es recomendable caminar por lo menos 10 mil pasos diariamente. De igual manera, para mantener y desarrollar la vida espiritual, es muy provechoso tener el tiempo quieto con Dios a través de la meditación de la palabra de Dios y la oración regular. En la vida espiritual no hay salto. El crecimiento espiritual es gradual así como una semilla sembrado en la tierra brota y crece, da fruto con el tiempo. Si permanecemos en la palabra de Dios y oramos para que seamos fortalecidos con poder en el hombre interior por el Espíritu Santo, cada día será un nuevo día en que podemos ser renovados y rejuvenecidos hasta que lleguemos a la estatura de la plenitud de Cristo. Dejemos la vida indolente e incrédula, y avivemos el fuego del Espíritu Santo que ya mora en nosotros.    

II. Pablo ora por la fe en Cristo (17a)
Leamos el versículo 17a: “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones,” Pablo ora para que Cristo se sienta en casa, o sea, habite en nuestros corazones. Por supuesto, Cristo vive en el corazón de cada creyente verdadero, que se arrepiente de sus pecados y acepta a Cristo como su Salvador por medio del bautismo del Espíritu Santo. Una confesión maravillosa de Pablo es ésta: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gál 2:20).” La fe del Hijo de Dios abre plenamente el corazón a Cristo. La fe es la confianza total en Cristo y en sus promesas, es un principio que continuamente sustenta nuestra vida.

 Aquí el verbo “habitar” significa “permanecer”. El Señor quiere permanecer en nuestros corazones como el dueño de la casa. El quiere ser Señor de nuestra vida, Señor de nuestro hogar, Señor de nuestro trabajo, Señor de esta iglesia, Señor de toda área de nuestra vida. Tener en cuenta siempre de que Cristo vive en nosotros hace diferente la vida. Hace años, leí un libro cuyo título es: “¿Qué haría Jesús?” escrito por Carlos M. Sheldon. Si cada cristiano toma en cuenta la presencia de Cristo, su vida cambiaría y una revolución espiritual podría traer al mundo. El mayor problema del mundo está en la secularidad de los cristianos. Por lo tanto es necesario que oremos para que Cristo habite en nosotros y él reine toda área de nuestra vida. Entonces el mundo verá a Cristo en nuestra vida. “Haz lo que quieras de mí, Señor. Guía mi vida Señor aquí. De tu potencia llena mi ser. Y el mundo a Cristo pueda en mí ver.”

III. Pablo ora por conocer el amor de Cristo (17b-19)
El amor es el mejor don que todos los cristianos deben anhelar (1Co 12:31); es la mejor virtud de los cristianos. Dios es amor. De tal manera amó Dios al mundo  que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que cree no se pierda mas tenga vida eterna. El nuevo mandamiento que Cristo nos dio es esto: “Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros (Jn 13:34).” Generalmente el estilo del amor humano es egocéntrico. Sí es fácil amar al que nos ama. Pero ¿qué dice Cristo sobre esta clase de amor?  Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?” (Mt 5:46,47)

            El amor del cristiano es mucho más que el amor egocéntrico. El Señor nos ordena diciendo: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos (Mt 5:44,45)”. “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (Mt 5:48)”. N
uestro Padre celestial ama a todos, tanto a los buenos como a los malos. Él es nuestro Padre bondadoso y somos sus hijos renacidos en Cristo Jesús. Somos la familia de Dios, que es más preciosa e importante que la familia corporal. Por lo tanto debemos amar a Dios, y ese amor a Dios debe expresarse en amarnos unos a otros. El amor es el único remedio que puede curar las heridas del corazón y unir la separación.

Como sabemos, la iglesia de Éfeso estaba compuesta de cristianos  judíos y gentiles. Humanamente era imposible amarse unos a otros. Pablo sabía que el único remedio de hacerlos uno era el amor de Cristo. Por lo tanto él ora por ellos. Leamos los versículos 17b a 19: “a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” 

Aquí la frase “arraigados y cimentados en amor” nos hace imaginar a un buen árbol cuyas raíces están bien arraigadas en la tierra, o a una casa cuya base es muy firme sobre la roca. Así como un árbol bien arraigados en la tierra puede crecer bien, y la casa cimentada sobre la base firme no se derrumba con facilidad, también un cristiano que está arraigado y cimentado en el amor de Cristo es tan fuerte que no cae fácilmente ante cualquier tempestad de la vida, mas bien crece más fuertemente a lo largo de su vida ante cualquier problema. El problema se sirve como un instrumento para conocer más el amor de Cristo. Por lo tanto no hay otro título de oración más importante sino orar por arraigarse y cimentarse en el amor de Cristo. 

Las raíces del árbol o los cimientos de la casa son invisibles, pero son indispensables para la vida, el crecimiento y el sostenimiento. Del mismo modo, el amor no se ve, pero es la base de la vida cristiana. El amor es como la tierra donde se arraiga la vida y es como la base donde se construye la vida. Para que seamos cristianos llenos de amor primeramente debemos conocer el amor de Cristo porque en nosotros no hay amor. En el versículo 18 Pablo ora para que seamos plenamente capaces de comprender cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Cristo.

La anchura del amor de Cristo continúa a través de toda nuestra vida y llega a todo el mundo; abarca a toda la humanidad. La longitud de su amor es eterna. Él nos ama hasta el fin (Jn 13:1). La profundidad de su amor llega a lo más profundo del desaliento, la desesperación y aun la muerte. Ella también se refiere a la humildad de Cristo. Siendo  el Hijo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros.  Él vino no para ser servido sino para servir, para dar su vida por nosotros. Por más que la caída de la humanidad haya sido muy profunda, el amor de Cristo es tan profundo que puede salvar a cualquier vil pecador. La altura de su  amor se refiere a la nueva posición de los cristianos quienes están sentados en los lugares celestiales (Ef 2:6). Cristo nos levantó de la profundidad del pecado hasta la altura de la gloria de Dios.

Por lo tanto Pablo exclama conmovido por el amor de Cristo así: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 8:35-39).”

Ahora veamos el versículo 19. “y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” El amor de Cristo excede a todo conocimiento. Su amor no se puede entender con nuestra cabeza. Es algo experimental. Por mucho estudio nunca podremos conocer el amor de Cristo. Siempre el carácter de amor es así. Hay una historia del filósofo alemán, Emanuel Kant, quien era muy pensativo y sincero. Una mujer se enamoró de él y esperó que él le pidiera casarse con ella. Pero aunque pasó mucho tiempo, él no le dijo nada, así que por no poder soportar más, ella finalmente le pidió diciendo: “Kant, cásate conmigo” Entonces él le dio una respuesta corta diciendo: “Lo voy a pensar.” Desde entonces él empezó a estudiar sobre el casamiento leyendo muchos libros acerca del casamiento, y finalmente decidió casarse con ella. Él visitó a la casa de ella y llamó a  la puerta. Entonces el padre de ella abrió la puerta y le dijo: “Ya es muy tarde porque mi hija ya se hizo madre de tres hijos.” El amor no es diagnosticar sino practicar.

En un hospital estaba internada una chica psicópata. Su enfermedad era tan grave que parecía al endemoniado de Gerasa, que era muy violento. Los médicos concluyeron que era una enfermedad incurable, así que la dejaron en un cuarto privado. Nadie la visitó y aun sus padres la dejaron. Entonces una enfermera jubilada tuvo compasión de ella y tuvo esperanza de curarla. Empezó a amarla. Con mucha paciencia la cuidó durante seis meses. Su amor empezó a mover el corazón de ella. Finalmente ella se curó y empezó a vivir una vida de servicio.  Su nombre es Anne Sullivan quien derramó el amor recibido sobre una ciega llamada Helen Keller. Así el amor tiene poder de revivificar y salvar. El amor es cuidar de uno inmerecido con esperanza y paciencia. El amor es no mirar la condición sino es mirar la persona misma.

El amor de Cristo no se puede medir. La vida de nuestro Señor fue totalmente una práctica de amor. Él se hizo amigo de los pecadores. Él nos amó hasta dar su vida por los pecadores. Este amor de Cristo es el poder motriz de amar a los otros. Esto es lo que yo debo practicar. De hecho mi interés principal era el conocimiento. Me gustaba ser un erudito del conocimiento bíblico. Pero si no tengo amor, no soy nada. Me arrepiento de mi vida egocéntrica y debo poner la prioridad en practicar el amor, no en el conocimiento. Pido perdón a ustedes por mi indiferencia y falta de amor. Mi primer título de oración debe ser conocer el amor de Cristo. “Sentir más grande amor por ti, Señor; Mi anhelo es mi oración que elevo hoy. Dame esta bendición: sentir por ti, Señor, más grande amor, más grande amor.”

Conclusión: Oremos para que nos dé el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu. Oremos para que habite Cristo por la fe en nuestros corazones siendo el Señor de nuestra vida. Más que nada, oremos para que conozcamos el inmenso amor de Cristo que excede a todo conocimiento. El hombre es el ser que vive nutriéndose de amor. Él se siente feliz cuando recibe amor y a la vez cuando ama a otros. El paraíso no es otro lugar sino en donde los cristianos se aman unos a otros así como Cristo los ha amado. Dios nos dio su iglesia para que podamos practicar su amor amándonos unos a otros. Oremos para que el amor de Cristo abunde en nuestra iglesia.



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