sábado, 24 de octubre de 2015

Sermón 21 "De tal manera amó Dios al mundo"

DE TAL MANERA AMÓ DIOS AL MUNDO Juan 3:11-21 (V.C. 16) "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". El tema que hoy vamos a tratar es el amor de Dios. La palabra amor es la palabra más hablada y escrita entre todas las palabras humanas. La mayoría del arte, la literatura, la drama y la novela tratan del amor humano. En este mundo hay muchas clases de amor: Según la palabra griega, "Eros" es el amor entre los amantes. Es una buena parte del enamorarse, los sentimientos, y lo romántico; "Philos" es el amor que es básicamente la amistad. Está basado en una comunión mutua entre el que ama y el amado. "Storgos" es un amor entre padres e hijos. Se enfoca principalmente sobre asuntos de solidaridad y necesidad. Es un amor que da, pero también tiene que sentirse apreciado. Pero todos estos amores son temporales, condicionales y relativos. ¿Cómo piensan ustedes sobre el verdadero amor? o ¿qué es el amor más grande? Es el amor de Dios. La palabra griega que se refiere al amor de Dios es "Ágape". Es sacrificarse y dar de sí mismo sin importar la respuesta del otro. Es un amor que busca el mayor bien del otro cueste lo que cueste. ¿Cómo piensan ustedes sobre la Biblia? Claro que sí, es la palabra de Dios. También podríamos decir que es la carta de amor de Dios para la humanidad. En la Biblia entera un versículo que resalta más el amor de Dios es San Juan 3:16, el cual le dio el Señor a Nicodemo, un hombre intelectual y orgulloso, para ayudarlo a entrar en el reino de Dios, o sea, para ser salvo. Martín Lutero, un reformador religioso, puso sobrenombre a este versículo como "el evangelio en miniatura." Aunque se pierda la Biblia entera, si uno guarda este versículo, puede llevar la vida cristiana en plenitud. Entonces leamos de nuevo el versículo Juan 3:16. "Pero de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." ¿Qué nos dice este versículo? En esto, incluyen la naturaleza del amor de Dios; el significado del mundo; la verdad de que Dios dio a su Hijo; ¿quién es su Hijo?; lo que implica la fe salvadora; ¿en quién debemos poner nuestra fe? y el significado de la vida eterna, el resultado de incredulidad. Para profundizar todo este tema faltaría tiempo, así que el mensaje de hoy se desarrollará con dos temas principales, es decir, en primera parte pensaremos en el gran amor de Dios hacia la humanidad, luego en segunda parte pensaremos en la reacción de la humanidad ante este amor de Dios. I. El gran amor de Dios (16a) Leamos el versículo 16a. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,” Este versículo comienza con una frase, “Porque de tal manera”. No se puede encontrar otra palabra adecuada para describir el amor de Dios, sino ésta. De hecho, el amor de Dios no se puede medir; va más allá de nuestro entendimiento, así que con el lenguaje humano no se puede describir. Un escritor de himno lo describió así: "Si fuera tinta todo el mar, y todo el cielo un gran papel, Y cada hombre un escritor, y cada hoja un pincel. Nunca podrían describir el gran amor de Dios; Que al hombre pudo redimir de su pecado atroz." "De tal manera amó Dios al mundo." Aquí la palabra "el mundo" en el sentido estrecho, especialmente en el libro de San Juan, se refiere a la totalidad de la humanidad creada y caída” El primer hombre Adán se rebeló contra Dios por lo cual el pecado entró en el mundo. En la vena de toda la humanidad, está corriendo la sangre contaminada y manchada de nuestro padre Adán. Por eso somos pecadores básicamente. El hombre pecador es como aquel hijo pródigo que se apartó de su padre para llevar una vida de libertinaje. Entonces, ¿es feliz la vida del hombre sin Dios? ¿Acaso no vemos a los hombres caídos y fatigados por la carga del pecado? Los hombres que se han apartado de Dios sienten vacío, insignificancia, angustia, confusión y cargas. Se sienten huérfanos, tirados a esta tierra desde el inmenso universo. Las almas desanimadas claman y gimen, pero no encuentran socorro. Esta es la realidad en la cual se encuentra el hombre pecaminoso sin Dios. Pero Dios es amor. Él no ha abandonado a los hombres pecaminosos, sino que sigue amándolos. Esto es cierto. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito….” El problema más grande del hombre es el del pecado. El hombre pecador no puede comunicarse con el Dios justo. La paga del pecado es la muerte. Todos morimos. Esta realidad testifica que todos somos pecadores. Así que una gran cuestión del hombre es cómo alcanzar la salvación, es decir, tener la vida eterna. Sin perdón de nuestros pecados no podemos alcanzar la salvación. Pero el problema es que en el hombre no hay capacidad ni cualidad de resolver el problema del pecado porque el hombre es el esclavo del pecado. Por eso Dios envió a su Hijo unigénito en semejanza de carne de pecado y lo puso como el sacrificio expiatorio para el perdón de nuestros pecados, que trae reconciliación entre él y los pecadores. Sí, Dios amó a toda la humanidad caída. Es un concepto sorprendente especialmente para los judíos porque ellos habían pensado que Dios ama solamente a los judíos. Pero sí, Dios ama al mundo gentil también. Esta verdad está establecida. Pero ¡cuidado! Esto no significa que Dios va a salvar a todo el mundo como algunos piensan. La Biblia rechaza la doctrina salvadora de universalismo. Jesús dice: "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo (Jn 17:24)." El amor de Dios sobrepasa nuestro entendimiento. El apóstol Pablo exclama conmovido por el amor de Dios, diciendo: “Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguien tuviera el valor de morir por el bueno. Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Ro 5:6-8) ¡Cuán grande amor es éste! Tú y yo hemos nacido para recibir el amor de Dios. San Agustín, después de haber leído Juan 3:16, dijo: “¡Qué extraño y admirable es esto! Si yo hubiera sido creador, ya habría juzgado al mundo. Sin embargo, él me ama; me ama tanto como si yo solo fuera el único objeto de su amor. Aun más si yo hubiera sido el único sobreviviente en el mundo, él habría crucificado a su Hijo por mí.” El Señor me dice: “Yo te amo tanto, te amo muchísimo; No escatimé ni siquiera a mi único Hijo para salvarte.” ¡Qué maravilloso es el amor de Dios! Ninguno de nosotros ha tenido un hijo así para darlo. Nuestros hijos son hijos de los hombres; el de Él era el Hijo de Dios. El Padre dio parte de Sí mismo, a Él que era Uno con Él. Cuando el grandioso Dios dio a Su Hijo estaba dando a Dios mismo, pues Jesús, en Su naturaleza eterna no es menos que Dios. Cuando Dios dio a Dios por nuestra causa, se estaba dando a Sí mismo. ¿Quién puede medir este amor? Ustedes que son padres, juzguen cuánto aman a sus hijos: ¿podrían entregarlos a la muerte por causa de sus enemigos? Ustedes que tienen un hijo único, juzguen cuán entrelazados están sus corazones a su primogénito, a su unigénito hijo. No hubo una mayor prueba del amor de Abraham hacia Dios que cuando había de entregar a su hijo, a su único hijo, a su Isaac amado; y ciertamente no puede haber una mayor manifestación de amor que la del Eterno Padre, al entregar a Su unigénito Hijo a la muerte por nosotros. Entonces, ¿por qué Dios nos ama de tal manera? Es porque somos sus hijos. El amor del padre hacia sus hijos es así. El padre ama a sus hijos porque son sus hijos, no porque se comportan bien ni porque le trae regalos. Aun hacia un hijo problemático y pródigo, el amor del padre es más entrañable. Su corazón se aflige mucho por su hijo débil y enfermo. Los padres lo entienden. Yo también aprendí el amor paternal un poco por mi hija menor. Oraba por ella llorando y gritando para que Dios la sanara. El amor es sufrido, el amor no busca lo suyo…. Este es el carácter del amor. El que ama sabe sacrificarse, negarse a sí mismo y estar dispuesto a darle lo mejor a su amado. Así nuestro Dios mostró su amor al entregar a su Hijo a la muerte por nosotros. Dios nos ama de tal manera, que ha dado a su Hijo unigénito…. ¿Qué dice Sofonías 3:17? “Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos.” Somos la alegría de Dios. Aunque somos rebeldes, desobedientes, ingratos y egoístas, Dios sigue amándonos. Dios es amor. Su amor más grande se ha revelado en la encarnación de su Hijo, quien se despojó a sí mismo y se hizo igual que nosotros para compadecerse de nuestra debilidad. El niño Jesús acostado en el pesebre es la gran señal de que Dios nos ama. II. Reacciones de la humanidad (16b-21) Entonces, ¿para qué Dios envió a su Hijo al mundo? Es para salvar a los pecadores. Su obra salvadora se ha cumplido perfectamente en Cristo Jesús. Sí, Dios de amor ya ha preparado la salvación perfecta en Su Hijo Jesucristo. Entonces ¿para quiénes es esta salvación? ¿Qué requisito se necesita para gozar de la vida eterna que Dios ha preparado? Ante la gran salvación preparada por Dios en Cristo Jesús, de parte de los hombres hay dos reacciones contrastantes. (i). Los que creen (16b-18a,21) Hay en el texto una palabra que no tiene límites: "de tal manera amó Dios al mundo"; Sí, el amor de Dios no tiene límite, pero luego viene el límite descriptivo, según la frase que dice: "que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda." Dios quiere salvar a los pecadores por lo cual ha preparado el camino de la salvación. Esta salvación es para aquellos que reaccionan por la fe. No se dice que Dios ha dado a su Hijo a todos aquellos que guardan su ley, pues no la podemos guardar, y por lo tanto el don no estaría disponible para ninguno de nosotros. Ni tampoco se dice que Él ha dado a su Hijo a todos aquellos que experimentan una desesperación terrible y un remordimiento amargo, porque eso no lo sienten muchos. Sin embargo, forman el propio pueblo del Señor. Pero el grandioso Dios ha dado a su Hijo para que "todo aquel que en él cree" no se pierda. La fe, sin importar cuán débil sea, salva al alma. La confianza en Cristo es el camino seguro de la felicidad eterna. Entonces, ¿qué significa creer en Jesús? Es dar nuestro asentimiento firme y de corazón a esta verdad: que Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer, para que se pusiera en el lugar de los hombres culpables, y que Dios volcó en Él las iniquidades de todos nosotros, para que Él recibiera el castigo merecido por nuestras trasgresiones, habiendo sido hecho maldición por causa nuestra. Debemos creer de todo corazón la Escritura que dice: "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. (Is 53:5)." La frase "todo aquel que en él cree" enfatiza la confianza personal. La esencia de la fe es la confianza, la dependencia, la seguridad. Hay que arrojar lejos cualquier otra confianza de cualquier tipo, excepto la confianza en Jesús. Hay que mirar únicamente a Él, que Dios ha establecido como la propiciación por el pecado. ¡Oh, que el dulce Espíritu de Dios nos guíe ahora a confiar en Jesús! ¡Qué fácil es que nos volvamos a la vida de aquellos legalistas y orgullosos! Pero el reino de Dios es para aquellos que vienen al Señor humildemente y aceptan el regalo de la salvación con agradecimiento. Ese ladrón crucificado a la derecha de Jesús nos muestra qué es la fe. Nadie puede agradar a Dios sin tener fe. No tener fe es el pecado. Por eso debemos orar para que seamos hombre de la fe. La fe es fijar nuestros ojos siempre en Cristo Jesús y darle gracias siempre. El Señor dio un buen ejemplo de salvación por la fe a través de mencionar aquel asunto de la serpiente de bronce colgada sobre una asta en el desierto. "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Jn 3:14,15)." Ahora, observen, que esta expresión "todo aquel" tiene un gran alcance; pues incluye a todos los diferentes grados de fe. "Todo aquel que en él cree." Puede ser que él no esté completamente seguro; puede ser que él no esté seguro del todo; pero si tiene fe que sea verdadera y sea como la fe de un niño, por esa fe será salvo. Aunque su fe sea tan diminuta que yo me tengo que poner mis lentes para verla, sin embargo Cristo la verá y la recompensará. Su fe puede ser tan sólo como un granito de mostaza de tal forma que yo la busco y la busco de nuevo pero la discierno con dificultad. Sin embargo esa fe le trae vida eterna, y es en sí misma una cosa viva. El Señor puede ver dentro de ese granito de mostaza, un árbol en cuyas ramas las aves del cielo harán sus nidos. Cuando yo tenía 20 años de edad, trataba de tener fe. Me esforzaba mucho. Primero quería entender la fe, preguntando: "¿Qué es la fe?" A mi parecer la doctrina cristiana era muy difícil de aceptar. Pero después de pasar el tiempo estudiando la Biblia, descubrí que la fe en Cristo estaba creciendo en mi interior. Entonces algunos pueden decir: "Si la fe es la base de nuestra salvación, ésta puede ser nuestro mérito." Pero la fe es el regalo de Dios. Uno no puede obtenerla por querer o por esforzarse. Dios se la da a los que le agradan. Es absolutamente la obra de Dios. Es el regalo de Dios. Por eso los que tienen fe en Cristo dan gracias a Dios por darles sea fe. Los que son salvos por la fe no se glorían a sí mismos sino que siempre dan gracias a Dios. Su vida está llena de agradecimiento. La fe no es cuestión de cantidad sino de relación. La fe es tener buena relación con Dios. Sobre esto Efesios 2:8 y 9 dice: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe." Pero hay que saber esto: Los que tiene fe y han recibido el amor de Dios lo muestran en sus hechos. El versículo 21 dice: "Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios (21)." La buena obra es el producto de la fe verdadera en Cristo Jesús. Dios quiere que crezcamos en la fe hasta que el mundo vea a Cristo en nuestra vida. Entonces, leamos otra vez el versículo 16b: "para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." ¡Qué palabra conmovedora es ésta! Seguro que al escribir esta frase el escritor, lo habría sentido de corazón deseando que nosotros también lo sintamos y gocemos de la vida eterna. En realidad, para nosotros que vivimos en un mundo complicado y pecaminoso no es fácil entender esta frase. Hay muchas personas que rechazan la idea de vivir para siempre porque viven vidas tristes y vacías. Pero hay que saber esto. La vida eterna no es la extensión de la miserable vida mortal del hombre; vida eterna es la vida de Dios encarnada en Cristo que se da a todos los que creen como garantía de que vivirán para siempre. En esa vida no hay muerte, enfermedad, enemigo, demonios ni pecado. Al creer en Jesús, ya tenemos la vida eterna presentemente que es solo el comienzo de la eternidad. Por lo tanto, podemos evaluar todo lo que le sucede en esta tierra desde una perspectiva eterna. Mientras haya un Dios, el cristiano no solamente existirá, sino que vivirá. Mientras haya un cielo, nosotros lo gozaremos; mientras haya un Cristo, viviremos en su amor; mientras haya una eternidad, seguiremos viviendo llenándola con deleite. (ii). Los que no creen (18b-20) "Pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas." Estos versículos nos muestran la razón por la cual los hombres rechazan la invitación del amor de Dios. ¿Por qué la rechazan? Porque aman más las tinieblas que la luz; porque sus obras son malas; aun más hacen lo malo y aborrecen la luz. El amor a las tinieblas es un gran obstáculo para venir a la luz. Muchos saben que ser cristiano es bueno. Por eso dicen: "quiero ser cristiano, pero ahora no, después." ¿Por qué dicen esto? Porque todavía no pueden dejar su estilo de vida pecaminosa. No quieren dejar su vida tibia y comprometida con el mundo. La fuerza del pecado los domina. Ellos deben saber que ese algún día será demasiado tarde para alcanzar la salvación. La decisión es presente porque la palabra dice: "para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna." Ahora es el tiempo de creer en Jesucristo y aceptarlo como su Salvador. Ahora es el tiempo de confesar los pecados y arrepentirse, y seguir a Cristo. El que no cree ya ha sido condenado. Es decir, está en condenación. Vive en el pecado y le espera el juicio eterno de Dios. La vida condenada es infeliz. Nadie puede decir que un criminal que espera la ejecución de pena de muerte es feliz. Su vida no tiene esperanza sino que es un desánimo total. Los que no creen preguntan diciendo: “Si Dios es amor, ¿por qué hay tanta miseria y desastre en esta tierra? Si Dios me ama, ¿por qué estoy enfermo; no tengo trabajo?” Tienen tendencia a echarle la culpa a Dios por los males que hay en el mundo, y al contrario, tienen tendencia a echarnos flores por las buenas cosas que tienen. En esto se testifica claramente el pecado del hombre ingrato y orgulloso. Los peores pecadores son aquellos que aborrecen la luz. Son pecadores activos. Blasfeman, roban, fornican, adulteran, matan y secuestran. Aun entendiendo el juicio de Dios que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican (Ro 1:32). No tienen temor a Dios ni respetan la vida del hombre. El mundo está lleno de violencia y pecado por causa de los hombres malvados. Cuando hacen estas cosas piensan que la vida se vive una vez y la muerte es el fin de todo. Por eso dicen: "comamos y bebamos porque mañana moriremos." Pero deben saber esto: "Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio." (He 9:27) "Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda." (Ap 21:6). Conclusión: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". Dios, el Padre celestial mostró y testificó su grande amor al dar a Jesucristo, su Hijo unigénito al mundo. Su amor es más allá de descripción. Él ha preparado la salvación perfecta en Cristo Jesús. A todo aquel que en él cree le ha dado la vida eterna y potestad de ser hechos hijos de Dios. Esta es la confesión cristiana: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gál 2:20)." Le demos la gloria, la alabanza a nuestro Dios por su gran amor. Siendo salvos por su gracia, nuestro amor debe de ser como el suyo, y estar dispuestos a renunciar a nuestra comodidad y seguridad para que otros reciban el amor de Dios como nosotros a través de nosotros que reflejamos su amor en nuestra vida diaria. De tal manera me amó Que su vida no escatimó Hasta el final él se entregó Y a la muerte fue.. porque me amó De tal manera me amó y no hay forma en que podré pagar El precio de su grande amor Pero toda mi alma quiero dar Por su amor yo viviré De su amor yo cantaré Con mi Jesús caminaré Porque él me amó a mí Por su amor yo viviré De su amor yo cantaré Con mi Jesús caminaré Porque él murió por mí... le seguiré.