lunes, 10 de diciembre de 2012

Mensaje ( navidad) 13- Su nombre será Juan

Mensaje dominical                                                                                     9 de Diciembre 2012

LLAMARÁS SU NOMBRE JUAN

Lucas 1:5-25
V.C.   1:13

5Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet.
6Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.
7Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada. 8Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase,
9conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor.
10Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso.
11Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.
12Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor.
13Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.
14Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento;
15porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.
16Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos.
17E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.

En la palabra de hoy entra en escena un matrimonio anciano: El esposo se llama Zacarías y la esposa Elizabet. Ellos se jugarían un papel importante en la historia redentora de Dios porque a través de ellos vendría Juan el Bautista, el precursor del Mesías para preparar el camino del Señor. Quizá este matrimonio es un símbolo del pueblo de Dios tan débil y pequeño mientras que el rey Herodes es un símbolo de los hombres poderosos que amenazan al pueblo de Dios. Pido que a través de la palabra de hoy tengamos una perspectiva histórica de Dios y seamos como los Zacarías y las Elizabet de esta época que sirven la obra salvadora de Dios.

Más que nada a través de la vida y la misión de Juan el Bautista quien nacería en la familia de Zacarías y Elizabet, aprendamos cómo prepararnos como siervos de Dios y qué clase de misión llevaremos en esta época. Sobre todo vamos a encontrarnos con el Dios soberano, fiel y misericordioso que trabaja en todos los asuntos. En estas tres semanas de la preparación del la fiesta navideña, el Señor nos abunde de su palabra navideña y nos bendiga en abundancia espiritualmente. 

I. Un matrimonio justo en una época impía y desesperada (5-12)
El versículo 5a “Hubo en los días de Herodes, rey de Judea” habla mucho de aquella época. En aquella época la situación del pueblo de Israel era oscura y sin esperanza en todo sentido.

Políticamente en ese entonces, el pueblo de Israel era colonia del imperio romano, en el que  Herodes, un rey impío y descendiente de Esaú, estaba gobernando Judea como si fuera un títere de Roma. Era una persona muy astuta y cruel, quien llegó al trono por su astucia y mediante muchos sobornos a Roma. Y para mantenerse en el trono, mandó matar  a mucha gente, incluyendo a su esposa y sus dos hijos. Su crueldad era tanta, que también mandó a matar a todos los niños menores de dos años de edad en Belén, para asegurarse de eliminar al Mesías nacido.

Espiritualmente, se puede decir que fue una época oscura, porque después del profeta Malaquías no hubo otros durante 400 años hasta que apareció Juan el Bautista. Por ese entonces, la religión judía había perdido su contenido y vigor, y terminó convirtiéndose en un rito superficial y lleno de legalismos. Los líderes religiosos eran todos muy hipócritas, y el pueblo andaba en oscuridad llevando muchas cargas pesadas, como ovejas sin pastor.

Aquella época y esta situación oscura se parecen mucho a la actual. Pareciera que la historia del mundo es manejada por los poderosos herodes de cada época. Cada vez más, el poder tiende a concentrarse en pocas manos; y a su vez los poderosos cada vez tienen más poder mientras que los débiles se debilitan cada vez más. Uno de los grandes problemas del mundo es el desequilibrio, o mejor dicho, la mala distribución del poder y la riqueza. No sólo esto, sino que también cada día más las iglesias de hoy se encuentran en decadencia. Solemos escuchar escándalos que ocurren en las iglesias de todo el mundo. Ante tal situación, muchos cristianos terminan siguiendo la corriente del mundo, así como lo hizo aquella multitud que seguía a Jesús sin arrepentimiento verdadero, solamente buscando algún beneficio personal.

Entonces, ¿esto significa que no hay esperanzas para el pueblo de Dios? ¿Dios no se interesa en lo que está ocurriendo en el mundo? La respuesta es: sí, hay esperanzas; porque Dios sigue trabajando. Leamos los versículos 5b a 6: “Hubo… un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.”  

La manera de la obra de Dios es más allá de nuestra imaginación. Dios, después de 400 años de silencio, empezó a actuar de una manera inesperada. Se  fijó en un matrimonio más débil y desespeanzador. Zacarías y Elizabet, ancianos que no tenían hijos. Pero el Señor desplegó su gracia sobre esta familia. Dios se agradó de ellos y quería usarlos en su obra redentora, es decir, usarlos como padres del precursor del Mesías. De hecho ellos eran inmerecedores. Aun así Dios vio en ellos algo agradable. Ellos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los  mandamientos y ordenanzas del Señor.

Aquí ¡ojo! Su vida justa no tiene nada que ver con la salvación o la elección de Dios. Dios tenía misericordia de ellos, y les dio gracias admirables para poder llevar tal clase de vida. Por lo tanto ellos estarían muy agradecidos sirviendo al Señor. Especialmente ser usado como sacerdotes es la gracia unilateral de Dios. Ellos nacieron como descendientes de Aarón, el primer sumo sacerdote, no por su propia voluntad, sino por Dios. Por eso es la gracia inmerecida.

De igual manera, nosotros los cristianos nos hemos hecho hijos de Dios no por la voluntad de sangre ni de voluntad de carne sino de Dios. Dios nos ha engendrado en Cristo Jesús. Es maravilloso. Su visitación en un día especial es un punto de cambio drástico en la vida de una persona así como les pasó a Zacarías y Elizabet. Si uno sabe y ha experimentad la gracia de Dios, como resultado sería muy natural servir al Señor en justicia y en sanidad sin importar la situación en la que esté.

Pero el matrimonio de Zacarías y Elizabet  tuvo un problema. Miren el versículo 7: “Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.” La esterilidad de Zacarías y Elizabeth, por un lado les trajo dolor como matrimonio; y por otro, vergüenza en una sociedad que discriminaba. No era bien visto en la cultura hebrea no asegurar descendencia. Seguro que ellos se habrán preguntado una y mil veces lo que nosotros también nos preguntamos: ¿Por qué a mí? ¿Qué estaré pagando? ¿En qué me equivoqué? ¿Por qué Dios no nos responde? Podemos imaginar cuánta aflicción y angustia habría sentido este matrimonio. Elizabet lo confesó cuando llegó a tener a su hijo diciendo: “Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres (27).”

Entre todas las gracias que recibimos del Señor, la más admirable es la fuerza de vencer el fatalismo. Y esto les pasó al matrimonio de Zacarías y Elizabet, quienes habiendo recibido tanta gracia de Dios, superaron el fatalismo de no tener hijos, y así sirvieron al Señor llevando una vida justa y sin tachas. Y así es: los que han experimentado la gracia de Dios, muestran la fidelidad al Señor aun en medio de la adversidad, lo cual glorifica a Dios. 

Miren cuán fiel es nuestro Dios. Él honra a los que lo honran. Él nunca pasa por alto la súplica que hace su pueblo. Seguramente Zacarías y Elizabet seguían manteniéndose fieles en servir al Señor orando día y noche. Siendo sacerdote, sin falta él habría orado como intercesor entre Dios y el pueblo. Sí, Zacarías era un hombre de bendición de Dios en todo sentido. Un buen ejemplo es: poder ofrecer incienso en el santuario lo cual les tocaría muy rara vez a los sacerdotes. Muchos de ellos por toda su vida nunca tendría ni una vez de oportunidad de ofrecer incienso porque había muchos sacerdotes y llevaban su ministerio según el orden de su clase. De toda manera, sobre la vida de Zacarías fue desplegada la gracia del Señor de una manera maravillosa.

Dios desplegó su gracia sobre él porque lo quiso. Dios se agradó del matrimonio de Zacarías y quiso darle un regalo más precioso, es decir, tener un hijo en su vejez, un hijo especial que llevaría una misión especial.     

Cuando Zacarías estaba ofreciendo el incienso sobre el altar del santuario mientras que toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso, se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento (9-12).

Dios tiene buenas noticias para nuestra vida, aunque a nuestro alrededor todo hable lo contrario. Dios tiene un buen anuncio que darnos aunque todos nos digan que todo está mal y se complica. Aquí el ángel le dice: “Tu oración ha sido oída.” Esta frase nos hace pensar cuánto Zacarías habría orado por tener un hijo. Su oración perseverante y fervorosa fue oída al Señor. Sí, Dios escucha la oración de su siervo. Sí, todo es posible para el que ora con perseverancia conforme a la voluntad de Dios. Dios hace milagro. La Biblia testifica de esta verdad en todas partes. Lo hace para que su pueblo tenga fe en Dios no cayendo en fatalismo.

Entre nosotros ¿hay alguien que esté en una situación adversa que crea imposible de solucionar? Si es así, no se desanimen y tengan fe en Dios, haciendo sus deberes diarios y orando perseverantemente. Sí o sí Dios escucha sus oraciones y a su debido tiempo dará la respuesta.

II. La vida de Juan el Bautista (13-15)
Al hablar de la vida de Juan el Bautista, no puedo menos que mencionar la predestinación de Dios. Dios es omnisciente y omnipresente. Él sabe el pasado, el presente y el futuro. Él es el Alfa y la Omega. Es maravilloso saber que, tanto la historia del mundo como la vida de una persona están predestinadas según el plan maravilloso de Dios. Antes de que se forme el embrión en el vientre de su madre, Dios ya planeó y designó todo el curso de su vida. Sobre esto canta el salmista maravillado: “Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! (Sal 139:16,17)”

También Romanos 8:29 y 30 el apóstol Pablo habla de la vida de los cristianos, diciendo: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.” ¿No es esto maravilloso? Para nosotros los cristianos, es un título de gran agradecimiento a Dios, quien nos predestinó y es en quien encontramos la seguridad y el descanso. Pero para los incrédulos es todo lo contrario, es motivo de queja y excusa para echarle la culpa a Dios. 

Entonces, según la noticia del ángel Gabriel, ¿cómo sería la vida de Juan el Bautista que nacería en la familia de Zacarías y Elizabet? Miren el versículo 15 : “porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.” Juan sería grande delante de Dios.

 Cuando la Biblia habla de la grandeza del hombre, es diferente al concepto de grandeza en el mundo, en donde se alaba a los hombres poderosos como aquellos grandes reyes antiguos, Nabucodonosor, Alejandro el Grande, Augusto César. Hoy en día, se alaba a la gente que tiene mucho dinero, muchos verdes (dólares), como los políticos de los países poderosos; o bien a la gente que tiene mucha fama, como Tinelli, Maradona, Susana Gimenez, Moria Casán, Ricardo Fort, que seguramente también tienen mucho dinero; en la tele todo el día se habla de ellos. Pero ¿delante de Dios serán grandes ellos? La evaluación de Dios sobre una persona es totalmente diferente al punto de vista humano. Al pensar en la vida de Juan, desde el aspecto humano, no era grande porque no tenía ni dinero ni posición social. Además murió de la peor manera, fue degollado por el mandato del rey Herodes Antipas en la plenitud de su juventud.

Pero Jesús lo aplaudió, diciendo: “De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista (Mt 11:11).” Entonces ¿en qué sentido Juan sería grande? La Palabra dice: “No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.” La grandeza del hombre no se mide según las apariencias, ni el trasfondo familiar, ni la posesión, sino según la personalidad. Lo importante delante de Dios es quién es uno realmente y si tiene o no la imagen de Dios en su interior. Aquí en la vida de Juan, lo más precioso es su vida santificada para el Señor. Él “no beberá vino ni sidra”, es decir que llevaría una vida pura, sin contaminarse del pecado del mundo, llevando una vida de dominio propio, lo cual vale mucho delante de Dios.

Todos los hombres de Dios llevaron una vida santificada, aun en medio del mundo impío. Un ejemplo: la vida de Daniel: “Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse (Dn 1:8).”

El mundo nos ofrece el libertinaje y no la libertad. Hay tantas cosas en el mundo para disfrutar. Cada fin de año, para muchos la navidad es una fiesta más para pasarla bien, comiendo y bebiendo, tirando cohetes, recibiendo regalos, para salir a bailar, para hacer citas con algún enamorado, enamorada, etc. La gente se justifica a sí misma por su vida de libertinaje, diciendo: “Estoy estresado, no doy más, así que me voy a tomar una birrita (cerveza) y ¡viva la pepa!.” Pero los cristianos somos ciudadanos celestiales, por lo que nuestro gozo que es auténtico, viene de algo más profundo, es decir, de llevar una vida pura y santificada, más que todo estando llenos del Espíritu Santo.    

Juan el Bautista será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. ¡Qué maravilloso es esto! Totalmente, esta es la gracia unilateral de Dios. La llenura del Espíritu Santo que anhelamos tanto es también el don gratuito de Dios. Aquí la vida de Juan me hace pensar en una cosa: La buena influencia de los padres hacia sus hijos. La oración de los padres piadosos por sus hijos influye aun en el embrión que está en el vientre de la madre. Por eso las embarazadas sí o sí deben llevar una vida santificada, comiendo comidas sanas, viendo y pensando cosas buenas y escuchando buena música, nada de reggaetón ni cumbia, y más que todo orando y meditando en la palabra de Dios siempre.  

El pueblo de Dios es grande delante de Dios porque no busca la grandeza del mundo sino que anhela la vida santificad y la llenura del Espíritu Santo. ¡Que el Señor nos haga a cada unos de nosotros llevar una vida santificada con la llenura del Espíritu Santo como Juan el Bautista!

III. La misión de Juan el Bautista (16-17)
Cuando Dios nos salva gratuitamente en Cristo Jesús y nos hace llevar una vida santificada con la llenura del Espíritu Santo, lo hace para nuestra felicidad. Dios quiere que seamos felices en la gracia del Señor. Pero si aquí se terminara todo, la vida cristiana sería una vida bastante egocéntrica. Hay que saber esto: Dios tiene un propósito al bendecir a su pueblo, que es llevar la misión. Y esto lo podemos ver a través de leer las siguientes palabras dadas a Zacarías por el ángel Gabriel, quien le habló en cuanto a la misión de su hijo Juan.

Leamos juntos los versículos 16 y 17: “Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.”

La misión de Juan era preparar la venida del Mesías, Rey de reyes y Señor de señores siendo su precursor; así como si un rey pensaba viajar, los obreros debían reparar el camino con antelación, para hacerlas rectas, niveladas y llanas. De hecho la misión de Juan no era fácil de cumplir, porque debía llamar a los pecadores al arrepentimiento para que preparasen sus corazones para la visita del Señor. Nosotros también, necesitamos preparar nuestros corazones para recibir al Señor y necesitamos ayudar a nuestras familias y amistades para que preparen sus corazones también.

De hecho, la gente se vuelve egocéntrica, codiciosa y preocupada por no tener el reino de Dios en sus corazones, ni creer en el Dios que cuida. El arrepentimiento significa cambiar la manera de pensar, darse la vuelta y proceder en una nueva dirección; es cambiar el rumbo de una vida egocéntrica a una vida teocéntrica. Es no seguir la escala del valor mundano, sino la de Dios en base a la palabra de Dios. Pero la obra del arrepentimiento es costosa. Con la fuerza humana o la sabiduría humana, el corazón duro del hombre no se puede cambiar. Solamente con la predicación, con la llenura del Espíritu Santo y con el martillo de la palabra de Dios, se puede producir un arrepentimiento auténtico. Solamente los siervos de Dios que testifican el mensaje de Dios con sus hechos pueden realizar un avivamiento a través del arrepentimiento del pueblo.

Aquí en estos versículos, se destaca entre las obras que Juan iba a realizar, la obra hogareña. El hogar destruido es un testimonio muy claro de la caída espiritual de una época. En aquella época los hogares tenían muchos problemas como hoy: los hijos eran rebeldes y los padres no daban buena influencia a sus hijos. Especialmente, el papel del padre en un hogar ocupa el primer lugar. Si un padre vive embriagado, es imposible dar buen ejemplo a sus hijos. Una de las misiones de Juan era recuperar la función original de la familia, haciendo volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.

Según las estadísticas, el 50% de las familias argentinas están quebradas. Y ni hablar de los estados unidos, que siendo una nación cristiana, está pasando por lo mismo, y hasta en las familias cristianas. Debe haber una diferencia entre cristianos y no cristianos. Pero que esté pasando esto, significa que las familias cristianas no están cumpliendo el papel de luz y sal del mundo. Por eso el avivamiento espiritual debe empezar desde el hogar. El mensaje de arrepentimiento es el mensaje que salva. La gente de hoy debe escuchar este mensaje, y debe arrepentirse de su vida pecaminosa volviéndose a Dios sinceramente, y así llevar una vida santificada y llena del Espíritu Santo. Es necesario crear un nuevo estilo de vida cristiano en los hogares. Es necesario controlar al corazón, que es normal que tienda a buscar la comodidad y los placeres mundanos. Para esto, hay que reorganizarse y repartir el tiempo diariamente para buscar primeramente el reino de Dios y su justicia.

Dios nos salvó y nos ha bendecido en gran manera en Cristo Jesús para que vivamos como precursores del Mesías, como Juan en esta época, llamando al arrepentimiento, y preparando los corazones para la visita del Señor, no sólo nosotros, sino también ayudar a nuestras familias y amigos para que preparen sus corazones también. Debemos recordar que la obra verdaderamente importante de la iglesia toma lugar a este nivel menos visible, más difícil de medir, y ésa es la obra del Espíritu. La gente necesita oír que Dios llama a todos al arrepentimiento y el perdón de pecados.  Nadie es excluido. Cumplamos esta misión santa llevando la vida santificada y llena del Espíritu Santo preparando a un pueblo santo de Dios antes de la segunda venida de Cristo Jesús.