lunes, 23 de noviembre de 2015

Sermón 22 - Los verdaderos adoradores

LOS VERDADEROS ADORADORES Juan 4:15-30 (V.C. 23,24) 4:15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. 4:16 Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. 4:17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; 4:18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. 4:19 Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. 4:20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. 4:21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre 4:22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. 4:23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 4:24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. 4:25 Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. 4:26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo. 4:27 En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? 4:28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: 4:29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo? 4:30 Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él. Hoy en este momento estamos reunidos todos nosotros, el pueblo de Dios, en la casa de Dios, para darle el culto a Dios, nuestro Padre celestial quien es digno de toda nuestra adoración y alabanza. El tema del mensaje de hoy es el culto; es un tema primordial para el pueblo de Dios. Ahora a través de la enseñanza del Señor a la mujer samaritana, aprenderemos sobre el culto verdadero. Ella ya mostró su sed espiritual a Jesús quien le ofreció el don de Dios y puso el interés en quién le hablaba, al decirle: "Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla". Entonces Jesús ayudó a la mujer a tomar el agua viva al decirle su vida secreta y vergonzosa, la cual era su pecado. Cuando Jesús le dijo que llamara a su marido, ella le contestó que no tenía marido. Pero Jesús le dijo: "Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad." Ante esta palabras impactante de Jesús, la mujer no le hizo excusa ni se escapó de él sino que seguramente reconoció sus pecados al llamarle a Jesús "Señor" que es una señal de respeto y aceptación de la palabra de Jesús, mientras que al comienzo de la conversación ella consideró a Jesús como un hombre judío disgustado. Ahora ella reconoce a Jesús como profeta. Luego le pregunta a Jesús sobre el lugar del culto, diciendo: "Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar (22)". Aunque ella parecía una mujer muy carnal e inmoral, con esta palabra mostró el santo deseo de lo profundo de su corazón que buscaba a Dios para adorarlo. Sí, Jesús lo vio en ella y le da una respuesta muy sincera a fin de que ella fuera una verdadera adoradora de Dios, el Padre celestial. Entonces, ¿qué le dijo Jesús? Miren los versículos 21 a 24: “Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” En estos versículos encontramos las respuestas a las preguntas siguientes acerca del culto verdadero. I. ¿En dónde adorar? La mujer le dijo a Jesús: "Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar". Este monte se refiere al monte Gerizim, donde los samaritanos construyeron un templo como un sitio de adoración rival, al no ser bienvenidos en el templo de Jerusalén. Así la mujer puso en discusión un tópico teológico popular: ¿Dónde es el mejor lugar para adorar? Esta es la respuesta de Jesús: “ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.” El culto verdadero no consiste esencialmente en formas rituales realizadas en algún lugar particular. Algunos piensan que Dios está en la iglesia, y en el mundo no. Por eso cuando entran en la iglesia, se vuelven santos aunque en el mundo viven como incrédulos. ¡Y cuántos miembros de iglesias creen que con su participación en el "culto" han cumplido su "servicio a Dios", mientras en su vida diaria dejan de servir a Dios y se olvidan de Su señorío hasta el siguiente "culto"! Algunos piensan que la iglesia es el lugar donde uno confiesa el pecado que cometió en el mundo y recibe el perdón de Dios. Pero Dios no es un Dios que esté limitado a un lugar. Como el rey Salomón confesó en la ceremonia de la dedicación del templo, Dios es demasiado grande para habitar en un lugar. Salomón oró así: “Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?” (1R 8:27). Dios es omnipresente. Él está en todo lugar. Nadie puede esconderse de la presencia de Dios. Además, la Biblia dice que nuestro cuerpo es el templo de Dios en el que mora el Espíritu Santo. Por eso cualquier lugar puede ser el lugar de adoración a Dios. Como Abraham que edificó un altar dondequiera que iba, podemos hacer culto a Dios dondequiera que estemos, en el hogar, en el trabajo, en el colegio, en la facultad o en la calle caminando. Más que nada, es muy necesario que hagamos un culto familiar. Es hermoso adorar a Dios leyendo la Biblia, cantando himnos y alabanzas y orando a Dios, los padres con los hijos. Cuando usamos la expresión "iglesia hogareña", esto representa el hogar donde se hace el culto. Se dice que la iglesia primitiva se formó a través del culto en el hogar. La iglesia de Filipos fue cultivada por medio de una mujer llamada Lidia quien invitó al apóstol Pablo a su casa donde empezó la iglesia. Si hacemos un culto en el hogar seguramente el hogar se convertirá en un paraíso. Nuestro lugar de trabajo también debe ser un lugar de adoración a Dios. Sería agradable abrir el negocio y empezar el trabajo con oración. Además de esto, nuestra vida misma debe ser un testimonio vivo de que Cristo vive en nosotros. Es necesario que lo que pensamos, lo que hablamos y lo que hacemos sean agradables tanto a Dios como a los hombres en cualquier lugar que estemos. Luego, el culto dominical que hacemos en la iglesia es la cumbre del culto diario durante seis días en el mundo. Si vivimos así, nuestra vida cristiana se llenará de gozo, fuerza y gran expectativa porque la presencia de Dios está con nosotros haciendo cosas maravillosas cada momento. II. ¿Cuándo adorar? Cuando el lugar de culto deja de ser importante, la pregunta siguiente es cuándo adorar a Dios. Jesús dice, “la hora viene y ahora es”. No es necesario seguir luchando en la huella del pasado. No es necesario esperar algún tiempo futuro para participar del verdadero culto. El verdadero culto puede comenzar "ahora". Lo que importa es cómo se rinde culto y no cuándo. Para los verdaderos adoradores a Dios, el tiempo presente es importante. Creer en Dios y adorarlo son cosas presentes. Ahora mismo es el tiempo en que debemos adorar a Dios. Esto quiere decir que todo el tiempo es un culto a Dios. Como Zacarías, el padre de Juan el Bautista, confesó en su poesía así: “Que, librados de nuestros enemigos, Sin temor le serviríamos en santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días” (Lc 1:74,75), ahora es el tiempo de adorar a Dios. Dios nos salvó y nos libertó de la esclavitud en el pecado para que le sirvamos todos nuestros días. La palabra “ahora” es muy significativa. El tiempo pasado no vuelve nunca a nosotros. El tiempo futuro todavía no ha llegado a nosotros. Por lo tanto lo único que podemos aprovechar es el tiempo presente. Nuestra vida se forma según lo que pensamos y hacemos ahora. Es verdad, ¿no? ¿Ahora en qué pensamos? ¿Ahora qué hacemos? Si sabemos que el propósito de la vida del hombre es agradar a Dios y gozar de él siempre, no hay otra vida mejor que usar nuestra vida para glorificar a Dios y gozar de él. Dios dice que él nos creó para alabanza suya. El apóstol Pablo nos exhorta así: “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1Ts 5:16-18). Si vivimos de esta manera, el Señor se agradará de nosotros y nuestra vida se llenará de frutos agradables y recibiremos la alabanza del Señor cuando Cristo venga otra vez al mundo para llevarnos a su reino celestial. Aunque todo tiempo es precioso, hay tiempos específicos en los que podemos agradar a Dios con más eficacia. Por ejemplo, Daniel asignó unos tiempos especiales para la oración. Él oraba tres veces por día con la mirada hacia Jerusalén en un aposento. Al leer los salmos de David algo interesante que descubro es que hay salmos de oración de mañana, tarde y noche. Es muy recomendable tomar la buena costumbre de hacer oración matutina. Este ejemplo nos mostró Jesucristo. “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba (Mr 1:35).” ¡Que cada uno piense cómo agradar a Señor aprovechando bien el tiempo presente! III. ¿Con qué actitud adorar? Jesús dice, “cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad.” Es decir, es necesario que adoremos al Padre con toda sinceridad, en espíritu y en verdad. En un culto verdadero no hay lugar para la hipocresía y el formalismo. Dios conoce nuestro corazón. Él sabe quién está durmiendo ahora, quién está pensando en otras cosas como la novia, el novio, el trabajo, el estudio, etc. Esto es peligroso: Los años de vida cristiana pueden hacernos creyentes acostumbrados y superficiales. Uno puede alabar a Dios de labios y no de corazón. Uno puede escuchar el mensaje con prejuicios y críticas. Mucho conocimiento sin arrepentimiento nos puede hacer orgullosos. Es fácil que perdamos el deseo espiritual. Quizás los que vienen tarde al culto, después de la alabanza, piensen que la alabanza no pertenece al culto. Pero el culto empieza con la alabanza. El Señor habita en medio de la alabanza de su pueblo. Hubo un tiempo en que en el culto muchos hermanos prefirieron ocupar las sillas de atrás, y las sillas de adelante estaban vacías, esto me hizo pensar en muchas cosas, preguntando en mi interior: "¿Por qué el culto es así? ¿Realmente el Señor se agradará de este culto?" ¡Qué difícil es cambiar la mala costumbre que se ha formado durante mucho tiempo! Entonces ¿cuál es la actitud correcta al adorar al Padre? Leamos juntos otra vez los versículos 23 y 24: "Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren". Aquí las frases que se repiten dos veces son: “en espíritu” y “en verdad”. (i). Hay que adorar al Padre en espíritu La verdadera adoración no es una mera fórmula o un ceremonial, sino una realidad espiritual que está en armonía con la naturaleza de Dios, que es Espíritu. Como muchos saben, el ser humano está compuesto de espíritu, alma y cuerpo. La parte espiritual del hombre es la parte más íntima y profunda donde se comunica con Dios quien es Espíritu. Es el lugar santísimo donde se encuentra con el Dios santo con la sangre del Cordero. Cuando Jesús dice a la mujer samaritana: “cualquier que bebiere esta agua volverá a tener sed, más el que bebiere el agua que yo le daré no tendrá sed jamás sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”, esa fuente de agua viva se refiere al espíritu de nuestro ser que se puede llenar del Espíritu Santo. Sí, es necesario que nuestro corazón se llene del Espíritu Santo. Cristo nos invita a beber del agua viva que es el Espíritu Santo. Debemos pedirle a nuestro Padre celestial confiando en su promesa que dice: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lc 11:13). ¿Tenemos la ayuda del Espíritu Santo? ¿Cómo nos ayuda el Espíritu Santo en la adoración? El Espíritu Santo intercede por nosotros (Ro 8:26), nos enseña las palabras de Cristo (Jn 14:26) y nos ayuda a sentirnos amados (Ro 5:5). Una promesa más dinámica del Señor para los que creen en él es ésta: "En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado (Jn 7:37-39)". (ii). Hay que adorar al Padre en verdad La verdad se refiere a la palabra de Dios. Sí, esto es evidente al ver que Jesús oró por sus discípulos así: "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad (Jn 17:17)". La palabra de Dios es la espada del Espíritu Santo. Así que el culto verdadero se realiza a través de la proclamación de la palabra de Dios con la llenura del Espíritu Santo. La palabra de Dios debe penetrar hasta la parte más íntima de nuestro ser, haciendo una operación de nuestra alma y así sanando y edificando nuestro ser herido y destruido por el pecado. Hebreos 4:12 dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” La predicación es diferente a la enseñanza. La palabra de Dios debe salir desde el púlpito con autoridad. El mensajero es el embajador de Dios. Él debe ser una voz que clama en el desierto. Él es un instrumento que transmite la palabra de Dios. Los que escuchan la palabra de Dios que sale de la boca del predicador deben aceptarla siempre con Amén estando dispuestos a obedecerla como la palabra de Dios. El culto verdadero a Dios se debe basar en espíritu y en verdad. Es decir, es un culto guiado por el Espíritu Santo en base a la palabra de Dios. Es un culto racional. Romanos 12:1 dice, “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.” Es un culto de entrega total a Dios. Un compositor de himno confesó así: “¡Oh, Santo Espíritu de Dios! Escucha mi oración; Mi vida entera te la doy en fiel consagración. ¡Lléname! ¡Lléname! Santo Espíritu de Dios. Mueve mi ser con tu poder, ¡Oh, Santo Espíritu, Lléname!" En este momento hagamos una devoción al Señor para que nuestra vida entera sea un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios. IV. ¿A quiénes busca el Padre celestial? Jesús dice; “El Padre tales adoradores busca que le adoren”. El Padre no es un dios distante que no se preocupa por sus hijos, sino que se interesa por ellos individualmente. Isaías 57:15 dice, “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.” No sólo acepta a los "verdaderos adoradores", sino que ansiosamente "busca" a los que estén dispuestos a adorarle "en espíritu y en verdad", y los anima a que se le acerquen. El anhelo ardiente de Dios para buscar a los adoradores se ve en todas las Escrituras. La Biblia es la carta de amor de Dios hacia los pecadores para darles la vida. Su máximo amor se muestra cuando envió a su Hijo unigénito al mundo, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. La salvación no es el resultado de los débiles esfuerzos de los hombres que buscan a un Dios indiferente, sino de los incansables esfuerzos de un Padre celestial que, con solícita compasión, busca a sus hijos perdidos. Juan destaca repetidas veces esta verdad (Jn 6:44; 15:16; 1Jn 4:10). Comparemos esto con las parábolas de la oveja perdida, de la moneda perdida y del hijo perdido (Lc 15:1-32). Por lo tanto, nuestro Padre celestial es digno de nuestra adoración y alabanza. Es necesario que lo amemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas, o sea, con todo nuestro ser. Esto quiere decir que la verdadera adoración a Dios acompaña nuestro sacrificio. Donde no hay sacrificio de nuestra vida, tampoco hay adoración verdadera. “El culto” en el idioma inglés es “service” cuyo significado es “servicio”. O sea, el culto es un acto de servicio a Dios. Esto revela muy bien el significado del culto. Aunque por medio del culto recibimos mucha bendición, el principal propósito del culto es servir a Dios. Venimos a adorarle. Nuestra adoración a Dios no es solamente por participar nuestro cuerpo y corazón, de allí hay que avanzar más. Hay que haber gran gozo por la salvación recibida por el Señor a gratis. Esto es lo que mostró la mujer samaritana. Mira, ¡cuán grande sería su alegría cuando se encontró con el Mesías, el verdadero objeto de la adoración! Ella la reveló a través de su acción y palabras. Miren los versículos 28 y 29: "Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?" En el siglo 18, un sacerdote ruso, viendo a un agricultor que siempre participaba en el culto, le preguntó, diciendo: “¿qué está haciendo usted durante el culto?” Entonces, éste le contestó: “Yo estoy mirando al Señor, y el Señor también me está mirando, y nosotros estamos felices”. La esencia del culto es que tenemos comunión con Dios y gozamos de él. El teólogo norteamericano, Harvey Cox dijo: “La teología del Dios muerto ha nacido después de que en el culto se ha perdido el significado festival”. La razón por la que la pérdida de la emoción en el culto consiste en la falta de un encuentro personal con el Dios vivo. ¿Por qué debemos dar importancia al culto dominical? La primera razón es que en el mundo no podemos aprender cómo encontrarnos con el Dios vivo y adorarlo. El mundo alaba a los hombres, adora al dinero, da el valor supremo a lo material y enseña a desear la gloria terrenal. En cambio, se calla acerca de cómo amar a Dios y adorarlo. Por eso es fácil que nuestra vida esté muy apegada a la idolatría que es entusiasmarnos por los cantantes famosos y jugadores de fútbol; es envidiar a los ricos; es sentirnos humillados ante las autoridades. Por eso es necesario orar mucho por el avivamiento del culto dominical para que la gloria de Dios sea manifestada y nuestros corazones sean renovados. Además de esto, el culto verdadero debe acompañar algún sacrificio material, O sea, debe traerle a Dios una ofrenda de sacrificio como expresión de agradecimiento. En algún sentido participar en el culto con las manos vacías no es un culto verdadero. Dios se agrada de los que preparan de antemano la ofrenda con sacrificio, y la ofrendan con corazón agradecido. Dios se agrada del dador voluntario. Así como dice la palabra, donde está nuestro tesoro, allí también está nuestro corazón. Con qué actitud preparamos ofrendas y la damos a Dios es el parámetro de la cualidad de nuestra adoración. Si uno no sabe dar ni sabe sacrificarse, especialmente en el sentido de lo material es bastante dudoso si es cristiano o no. Conclusión: ¡Que seamos verdaderos adoradores al Padre celestial adorándolo en espíritu y en verdad todos los días en cualquier lugar en que estemos! Más que nada, oremos para que el culto dominical sea la cumbre de la adoración al Padre celestial por el cual nuestro corazón se renueva, se fortalece, y se manifieste la gloria de Dios. El encuentro personal con nuestro Padre celestial a través del culto es el momento más maravilloso. No hay otro momento más agradable, emocional y significativo que el encuentro con Dios en el culto. Donde se aviva el culto allí hay el avivamiento espiritual. La gracia de Dios que recibimos a través del culto es la fuerza que nos hace vivir en el mundo como vencedores para que de veras llevemos una vida fructífera y agradable tanto ante Dios como ante los hombres.