miércoles, 29 de agosto de 2012

Sermón 6 - Jesús es el Pan de vida

                          JESÚS ES EL PAN DE VIDA

 

San Juan 6:41-59 (V.C.  6:51)

 

41Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo.
42Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?
43Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros.
44Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.
45Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí.
46No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. 47De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.
48Yo soy el pan de vida. 49Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. 50Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera.
51Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
52Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
 53Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
 54El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
 55Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
56El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.
57Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.
 58Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. 
59Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.


       Cuando yo era niño, Corea era un país muy pobre. La mayoría sufría por falta de alimento. Los pobres buscaban comida en la basura y una comida popular era la que tiraban en baldes los soldados norteamericanos después de comer. Esta comida se llamaba guiso de cerdos. En mi pueblo mi familia era considerada rica, porque yo no conocía el sufrimiento de los pobres a los que les faltaba comida. Cada día los mendigos venían a la puerta de mi casa y pedían comida. Pero hubo un tiempo en que yo y otros misioneros que vinimos a Argentina sufrimos bastante por falta de comida hace 28 años.
 
       Viviendo en un país tan grande y abundante, debimos sufrir la pobreza porque sólo confiando en el Dios todopoderoso, llegamos a Argentina con poco dinero y lo usamos para comprar máquinas de coser. Y empezamos el trabajo de costura. Pero entre nosotros no había quien supiera coser. La misionera Rebeca Lee era la única que había aprendido a coser en Corea durante unos meses, así que ella nos enseñó. Yo vi por primera vez una máquina de coser industrial en Argentina. Pero por falta de experiencia, cosíamos mal y muchas veces debimos descoser pasando la noche. Por haber malhecho las prendas, varias veces no pudimos cobrar el dinero de los fabricantes. Sufríamos, por eso, mucha pobreza. La hermana Ester tenía unos meses de edad en aquel entonces y tomaba leche. Pero por no tener dinero, no podíamos comprar leche, así que le dábamos guiso de arroz. En aquel entonces, Argentina estaba pasando un difícil momento económico. La inflación era terrible. Cada día aumentaban los precios de la comida.
        Para los hombres, el problema de comer es un problema muy grande. Sin comer no se vive. Por eso la gente trabaja para ganar el pan cumpliendo el horario del trabajo. En estos días, la situación del país mejoró mucho en varios sentidos, en especial, en el sentido económico. La mayoría de la gente ya no sufre por falta de comida aunque en algunos lugares del país todavía se sufre esto. Pero el problema está en otro lado. Aunque comen bien, no hay muchos que lleven una vida saludable. Una de las causas de enfermedad está en comer mal o comer demasiado. A la gente de hoy le gusta las comidas instantáneas con muchas grasas, azúcar y químicos. Estas comidas perjudican nuestra salud.
        Cuando Jesús alimentó a los cinco mil hombres los alimentó con cinco panes de cebada y dos pescados, los cuales eran comida de pobres, pero saludables. Jesús bendijo esos alimentos y los repartió entre la multitud a través de sus discípulos. Por eso pienso que esa comida era más saludable que cualquier comida que existía en la tierra. Aquí aprendemos que para mantener nuestra salud debemos elegir comidas simples y pescados. Además, para mantener nuestra salud, la bebida es indispensable. Debemos tomar bebidas naturales. Es bueno beber agua mineral en lugar de tomar muchas bebidas artificiales. Entonces, por lo menos, podremos mantener nuestro cuerpo sano.
        Pero el problema del hombre es más profundo que el de la comida física. El hombre no sólo vive por el pan porque nuestro ser no sólo está compuesto de cuerpo sino también del alma. Esto quiere decir que el hombre no puede estar satisfecho por sólo comer y beber bien. Necesita algo más que es lo esencial y lo más importante. Pero la mayoría de la gente pone su mayor interés en la comida y la salud física. Parece que todo el mundo se dedica a ganar dinero para comer y para vivir bien.
        Esto  mismo pasaba con la multitud a la que Jesús alimentó. Ellos, después de comer bien, volvieron a buscar a Jesús a fin de hacerlo rey. Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: “Rabí, ¿cuándo llegaste acá?” Pero Jesús les dijo: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.”
               Como sabemos, en este mundo no hay ninguna comida que nos haga vivir eternamente aunque en Génesis 2 se habla del árbol de la vida cuyo fruto diera la vida eterna al que lo comía. Muchos reyes antiguos procuraban buscar algún medicamento que les diera vida eterna. Pero todos ellos murieron así como la gente común muere. Aunque el hombre puede obtener el mundo entero, ¿de qué sirve si pierde su vida?  Por eso, el problema principal del hombre es el problema de la vida. ¿Habrá alguna manera de vivir eternamente? Si existe, ¿dónde y cómo se obtiene? En estos días los científicos estudian mucho cómo alargar la vida del hombre. Hace varios meses un científico inglés dijo que el hombre puede vivir hasta mil años si se solucionan algunos problemas en las células humanas. También un científico coreano llamado Hwang Woo Seok busca abrir el camino de curar cualquier enfermedad crónica a través de la célula madre.
        Pero todos esto, aunque da una esperanza a la humanidad, tiene límites. Aunque el hombre puede vivir mil años, no puede evitar la muerte. En la Biblia vemos que algunos hombres antiguos vivieron casi mil años, pero al final murieron. Si les preguntamos sobre la vida, ¿qué nos contestarían? Dirían que la vida es corta. La vida que espera la muerte es tan corta ante la vida eterna, que es como la niebla de la mañana que aparece un rato y desaparece en seguida.
        Entonces, nuestra gran tarea mientras vivimos
 en este mundo, es encontrar la comida que permanece para siempre y comerla, y tener la vida eterna. En la palabra de hoy Jesús nos invita a comer ese pan de vida. El versículo 35 dice: “Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” Jesús es el pan de vida. Sí, hay pan de vida. Si lo comemos podremos obtener la vida eterna. Aquí la vida eterna no es una vida que existe para siempre sino que es la vida significante abundante y feliz, y es una vida relacionada con el Padre celestial y su Hijo Jesucristo. Es la vida que tiene comunión con el Dios Trino para siempre. Es la vida llena de alegría y felicidad. Es la vida celestial y maravillosa que Cristo nos ofrece. Jesús dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozca a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn 17:3).
        Cristo vino al mundo para ofrecernos esta vida eterna y abrió el camino al cielo a través de su obra redentora en la cruz. Cuando Jesús proclama que él es el pan de vida, allí hay un significado profundo. El pan existe para ser comido. Es decir, Jesús vino al mundo para sacrificarse y dar su vida por nosotros. Él testificó su palabra de verdad a través de su vida de sacrificio. Al venir a la tierra, dejando su vida celestial gloriosa, ya se sacrificó a sí mismo. Siendo el Hijo de Dios se hizo hombre. Y vivió entre nosotros compadeciéndose de nuestra debilidad. Su vida terrenal era una totalidad de servicio. Sirvió a los enfermos; a los marginados. Se hizo amigo de los pecadores. Su amor hacia la humanidad era tan grande que estaba dispuesto a dar su vida por nosotros. Para ser el pan de vida, murió en la cruz y resucitó, y ahora está a la diestra del Padre intercediendo por nosotros.
        Veamos el versículo 51: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.”  El versículo 55 dice: “Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.” Aquí Jesús habla acerca de comer su carne y beber su sangre. La carne de Jesús se refiere a su humanidad total y completa. En la 1º carta de Juan lo expresa así: “Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne no es de Dios.” ¿Qué significa todo esto? En Jesús vemos a Dios tomando sobre sí la vida humana, enfrentando nuestra situación humana, luchando con nuestros problemas humanos, debatiéndose con nuestras tentaciones humanas.
        En Hebreos lo expresa muy bien al decir: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (He 4:15). Cuando Jesús dice: “come mi carne” quiere decir: “Nutre tu corazón, tu mentes y tu alma pensando en mi humanidad. Cuando te sientas abatido y sin esperanzas, cuando estés cansado de la vida, recuerda que yo tomé sobre mi espalda esa vida y esas luchas que te pertenecen.” Comer la carne de Cristo significa nutrirse con la idea de su humanidad hasta que nuestra humanidad se fortalezca, purifique y refleje a Cristo. Jesucristo es el pan de vida. Él está dispuesto a dársenos.
        Pero la realidad es que la mayoría de la gente no aceptó la invitación de amor de Cristo. La multitud sólo tenía interés en la comida física. Los líderes religiosos lo vieron sólo con la vista humana y lo criticaron y lo despreciaron pensando que él era el hijo de un carpintero. Y muchos malentendieron las palabras de Jesús. El versículo 52 dice: “Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Eran ciegos espirituales.
        Entonces ¿quién es digno de recibir esta palabra de Jesús y obtener la vida eterna?    
 
 I. Aquel a quien Dios elige
              El versículo 37 dice: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.” El versículo 44 dice: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.” ¿Quién puede acercarse a Cristo? Aquel a quien Dios eligió. Antes de acercarnos a Cristo ya hubo obra de Dios. Cuando Pablo predicó el mensaje en Filipos, Dios ya había trabajado en el corazón de Lidia y había abierto su corazón para escuchar la palabra de Dios. La Biblia está llena de historias de la elección de Dios. Cuando Abram estaba en Caldea, sin esperanza, Dios lo llamó para ser bendición. Cuando Jacob y Esaú todavía estaban en el vientre de su madre, Dios eligió a Jacob. Dios eligió a Moisés para usarlo como el libertador de su pueblo esclavizado. Dios eligió a David, el menor entre sus hermanos, para hacerlo pastor de Israel.
        La elección a Pablo es impresionante. Él perseguía a los cristianos. Pero Dios lo eligió para usarlo como bendición para los gentiles. Pablo se maravilló de la elección de Dios y proclamó en Romanos 8:30: “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó a éstos también justificó; a los que justificó, a éstos también glorificó.” ¡Qué maravillosa es la elección soberana de Dios! Aunque yo no tengo nada digno para ser elegido, Dios, por su misericordia me eligió.
        Cuando Dios elige a una persona, usa varias maneras. Generalmente la llama a través de los hombres. En otro caso, Dios lo llama a través del ambiente o los problemas. En otro caso lo llama directamente así como llamó a Pablo. Todas estas cosas son de la soberanía de Dios. Tal vez algunos pueden pensar que Dios los llamó porque tenían algo que agrada a Dios. Uno puede decir: “Yo busqué mucho a Dios, y por fin Dios escuchó mi oración”. Dios me eligió porque yo soy mejor que otros. Yo llevaba una vida moral y justa por eso Dios me llamó.” Si pensamos así, es una señal de que Dios todavía no lo ha elegido. Él todavía no ha experimentado la gracia de Dios. ¿Por qué? Efesios 2:8 y 9 dicen: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”
        Al pensar en la elección de Dios, estoy maravillado. Yo no tenía ninguna posibilidad de creer en Jesús. Mis padres eran budistas por tradición. Pero yo era ateo. Me burlaba de las religiones. Creía nada más en la ciencia del hombre. Pero cuando tenía 20 años, Dios sembró en mi corazón pobreza espiritual y me condujo a una iglesia y luego a través de un amigo del secundario, me condujo al estudio bíblico. Comparado a otros compañeros, me sentía superior moralmente porque no había hecho nada malo como cometer adulterio y robo. Pero ante la iluminación de la palabra de Dios me di cuenta que mi auto confianza y orgullo eran el pecado más grave. No conocer a Dios ni creer en él es pecado. La Biblia dice que no hay nadie justo ni siquiera uno. El que piensa que es justo en base a sus hechos es un pecador que está rebelándose contra la palabra de Dios. En realidad cuando uno examina su propio corazón, no puede evitar ver su suciedad interior. Aunque uno no comete adulterio, si mira a una mujer con deseo, ya cometió adulterio. Ante Dios los fariseos eran los peores pecadores porque se fingían justos aunque sus corazones estaban llenos de pecados.

        La elección de Dios es de su soberanía unilateral. El nos eligió no porque somos buenos. No somos mejores que otras personas del mundo. No somos ricos ni tan sabios ni pertenecemos a una familia real. Somos de una raza común. Yo no tengo buena apariencia ni gran estatura. Pero Dios me eligió y me usa para revelar su misericordia y su grandeza. En mi debilidad se revela el poder de Dios. Dios nos da a Jesús, el pan de vida, el don de Dios sin pedirnos nada. Dios nos lo da como regalo para que sintamos su misericordia y amor, y le demos gloria y alabanza siempre. Dios es digno de alabanza porque nos eligió y nos salvó. Tito 3:5 dice: “ Dios nos salvó no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.”
 II. Aquel que toma la decisión de creer en Jesús. 
        Aunque la elección es de Dios, de nuestra parte debemos reaccionar ante la invitación de Dios. Dios nos dio el libre albedrío. No nos creó como robots. Él quiere que lo amemos voluntariamente. Los padres entienden bien esto al ver a sus hijos. Los niños son débiles, así que podemos pensar que son fáciles de dominar. Pero no es así. Los padres quieren que sus hijos crezcan bien, así que quieren darles comidas ricas. Pero si ellos no quieren comer, los padres no pueden hacer nada, muchas veces, deben rogarles que coman. De igual manera Dios nos trata así. Somos sus criaturas. Él es como nuestros padres que preparan todo para sus hijos. Él ha preparado el mejor regalo que es Jesucristo, el pan de vida, para la humanidad. Él quiere que los hombres lo acepten como su Salvador y Señor para que obtengan la vida eterna.
        En la palabra de hoy se repiten las palabras relacionadas con nuestra reacción. El versículo 47 dice: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.” El versículo 51 dice: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.” El versículo 54 dice: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” Los versículos 56 a 58 dicen: “El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.”
              En estos versículos se repite la palabra “comer”. Creer en Jesús se compara al acto de comerlo. Así como para nuestra vida física la comida física es esencial, también la carne de Jesús es esencial para nuestra vida espiritual. Así como cada tanto comemos comida, también necesitamos comer la carne de Jesús diariamente. Al comer algo lo saboreamos. De igual manera, saboreamos a Jesús cada vez que lo comemos. Entonces, ¿qué significa comer la carne de Jesús? ¿Significa que debemos ser caníbales y comer carne humana? De hecho, cuando Roma perseguía a los cristianos los acusó de caníbales interpretando mal las palabras de Jesús. El significado es que nutrimos nuestros corazones, almas y mentes con la humanidad de Cristo hasta estar empapados, saturados, llenos con la vida de Jesús. Comer la carne de Cristo es nuestra actitud ante Cristo, es recibirlo de buena gana y alegrarnos en él. Es vivir en él. Es tener una íntima comunión con él diariamente a través de la meditación en la humanidad de Cristo.
Entonces, ¿qué sucede cuando aceptamos a Cristo, el pan de vida?
              Entramos en una nueva satisfacción en nuestra vida. Nunca tendremos hambre ni sed. Nuestro corazón encuentra lo que estaba buscando y nuestra vida deja de ser una mera existencia y se convierte en algo que es motivo de estremecimiento y de paz y alegría. El versículo 56 dice: “El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.” Es una vida que tiene comunión con Cristo. Cristo vive en mí y yo vivo en él. Ahora mismo gozamos de esto. Es una vida feliz y abundante. El que cree en Cristo ya tiene vida. La vida eterna. Además cuando dejemos esta tierra, nos espera la vida celestial en el reino de Dios donde viviremos para siempre con nuestro Salvador Jesucristo. Lo que Cristo nos ofrece es tanto la vida presente como la eternidad. Esta vida es sólo para aquellos que comen la carne de Cristo y beben de su sangre de buena gana diariamente, para aquellos que creen en Cristo como su Salvador y confiesan que Jesús es el Hijo del Dios viviente que vino al mundo con la carne y vivió entre nosotros, murió y resucitó. Pero aquellos que lo rechazan por su incredulidad y por su pensamiento humano llevan en este mundo una vida insignificante y vana, y les espera la oscuridad eterna en el mundo venidero.
 Jesús es el pan de vida. Para darnos la vida eterna, Él murió en la cruz derramando su sangre. Todos aquellos que Dios ha elegido vienen ante Cristo y aceptan su invitación y llevan una vida abundante y feliz. En este momento Cristo nos invita diciendo: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.” 






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