sábado, 25 de agosto de 2012

Sermón 1 - El pueblo natal del cristiano

              
Hebreos 11: 8-16

EL PUEBLO NATAL DEL CRISTIANO

   porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor
    es Dios (10).” 

A veces cuando pienso en mi pueblo natal donde nací y crecí, una imagen hermosa viene a mi mente. Es un campo rodeado de montañas. Frente al patio de mi casa hay un manantial del cual brota agua fresca aún en la época de escasez. A la entrada de mi pueblo hay una piña muy grande que tendría más de cien años de edad. Mi casa la edificó mi tío de parte de mi madre, quien era un excelente carpintero. Allí fue donde vivía toda mi familia, mi abuela, mis padres, mis tres hermanas y un hermano. De vez en cuando pensaba que algún día volvería a mi pueblo natal y allí pasaría mis últimos años de vida. Pero unos años antes mi casa se incendió. Pero por la gracia de Dios mi madre que vivía sola allí se salvó. Ahora allí en mi pueblo no vive nadie que pertenezca a mi familia, así que he perdido mi pueblo natal. Lo peor es que se dice que en mi pueblo serán construidos muchos departamentos modernos. Es una lástima. Aunque vuelva a Corea, no podría ver más aquella casita simple y humilde que tengo grabado en mi corazón. 

Así todo hombre tiene nostalgia al pensar en su pueblito natal. Los que salieron de su pueblo y viven lejos de allí como un extranjero en un país lejano, tienen un gran anhelo de regresar al mismo. Por eso cada vez que se llega al fin de año o navidad muchos regresan a su pueblo natal viajando por auto, micro, tren o avión. El pueblo natal es un lugar de recuerdo, descanso e intimidad. Allí es donde podemos encontrar a nuestros amigos de la  niñez, allí es donde podemos encontrar a nuestros parientes amables. Muchos músicos y poetas escribieron sobre el pueblo natal. En la escuela primaria en Corea todos los niños aprenden a cantar. Una hermosa canción que suena a mis oídos aún es ésta. “El pueblo natal donde yo vivía valle floreciente. Allí se florecen durazno, lírios y damasco. Pueblo como un palacio adornado de flores. Me extraño de aquel tiempo de vivir allí.” El músico checo Antonin Dvorak compuso la simfonía “nuevo mundo”. En el segundo capítulo trata del pueblo natal. Al escucharla, es tan hermosa y tranquila que  pareciera que estuviéramos allí soñando el pueblo natal hermoso.

Sí, el hombre se extraña de su pueblo natal. Desear regresar a su pueblo natal es la naturaleza innata del hombre. Quizá este deseo es una expresión anhelante del hombre para recuperar el paraíso que ha perdido después de la caída. Dios para salvar al hombre caído y recuperar ese paraíso perdido desde la creación del mundo planeó la obra redentora e iba cumpliéndola a lo largo de la historia del hombre.

Hoy les quiero mencionar una familia muy especial que debemos conocerla porque en la historia redentora ella ocupa un lugar muy importante. Es la familia de Abraham cuyo padre era Taré quien era un idólatra. Un día Abraham escuchó la palabra de Dios que dice: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra (Gn 12:1-3).” Jehová Dios es Dios de esperanza. Él quiere salvar a la humanidad.

Nosotros llamamos a Abraham como el antepasado de fe. Su vida es un ejemplo a seguir para todos los cristianos. En la palabra de hoy vemos su vida de fe. ¿En qué sentido él merece ser llamado antepasado de fe? Una cosa que no debemos olvidar es que la acción humana no tiene nada que ver con la condición para la salvación. Sí, Abraham se convirtió en el antepasado de fe por la gracia de Dios. Él no merecía ser elegido humanamente porque ya era un anciano de 75 años de edad. Su familia servía a los ídolos en Ur de los caldeos bajo la influencia de su padre Taré. Sara, esposa de Abraham era estéril, es decir, no tenía hijos. Así que no tenía mucha esperanza de ser un antepasado de fe. Aún así Dios lo llamó. Por eso el llamamiento de Dios es gracia indecible. Otra cosa que debemos saber es que la fe de uno se muestra sí o sí por sus hechos. Santiago dice que la fe sin obra está muerta. Por eso para probar que mi fe es verdadera lo debo mostrar por medio de mis hechos. Entonces, ¿por medio de cuáles obras mostró Abraham su fe? En especial ¿cómo vivió él en este mundo? Su vida de peregrinación es un buen ejemplo a seguir para todos los cristianos.

I. La obediencia a la palabra de Dios (8)
Dios le dijo: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.” Entonces, ¿cómo reaccionó         Abraham ante la palabra de Dios?  El versículo 8 dice, “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.” Génesis 12:4 dice, “Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abraham de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán.” ¿Cómo piensan ustedes sobre esto? Será fácil o difícil obedecer? Si él hubiera sabido el destino de su viaje, habría sido un poco más fácil. Él no sabía a dónde ir. Solamente salió de Harán como Jehová le dijo creyendo que Dios encaminaría su futuro al obedecer. Él creyó en la guía de Dios por completo. Por eso la vida de fe es una aventura. Es emprender el viaje de aventura. Dios es invisible pero es cierto que él existe. Él es el Creador del mundo y el guiador de los que confían en él. Sin tener fe es imposible agradar a Dios porque el que se acerca as Dios es necesario que crea que le hay y que es galardonador de los que le buscan (He 11:6). Generalmente en la juventud no es tan difícil emprender una aventura. Pero para Abraham que tenía 75 años de edad, quien tenía familia y parientes viviendo una vida cómoda y fácil, le habría sido muy difícil salir de su pueblo natal y emprender un viaje sin saber a dónde iría.

Cuando las 5 familias de misioneros salieron de Corea para venir acá como misioneros, yo sentí el sentimiento que Abraham habría tenido al salir de Ur. Quizá si Dios me hubiera dicho que mi familia sola saliera del país no habría podido obedecer. Al salir, mi esposa me animó mucho, y también las otras cuatro familias. Yo llevaba una vida cómoda y con un sueño humano antes de ser llamado para ser misionero. Me gustaba vivir en Corea trabajando en una empresa y siendo reconocido en la iglesia como un diácono. Pero todo mi sueño humano se quebró al salir. Cuando salí de Corea mis padres lloraron mucho rogándome que no me vaya. Cuando renuncié el trabajo, mis compañeros me vieron como un loco. Cuando dejé el curso de postgrado en la universidad que me faltaba solamente medio año para recibirme, los profesores no me entendieron. Pero el plan de Dios es maravilloso. No me arrepiento de renunciar a todas las cosas que tenía por causa de Cristo. Aquí en la tierra misionera, Dios me está convirtiendo en un siervo suyo que tiene una vista amplia formando en el interior el carácter cristiano. Él me hace un hombre de visión y de bendición para muchos.      

Así la verdadera vida cristiana comienza por dejar nuestra vida vieja apegada al mundo. Es costoso cortar la relación de parentesco y las costumbres viejas. Aun viviendo en la tierra de misión uno puede residir en aquella tierra de donde salió espiritualmente. Extrañarse de su pueblo natal puede ser una expresión de su apego a su vida vieja. Mira la vida de Abraham. Él salió de Ur de los caldeos tanto literalmente como espiritualmente. Miren los versículos 15 y 16: “pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tendrían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.” Abraham, después de una vez salida no volvió nunca allá.

Por eso salir de nuestra tierra, de nuestra parentela y de la casa de nuestro padre no sólo tiene significado literal sino que también tiene significado espiritual. Gálatas 5:24 dice, “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gál 2:20).” Es necesario que dejemos nuestros malos hábitos y pensamientos carnales y revestirnos de nuevo hombre que sigue la guía del Espíritu Santo cada día.

II. La vida de peregrinación (9)
A la obediencia a la palabra de Dios Abraham llegó a la tierra prometida. Pero una cosa extraña es que allí ya había nativos cananeos quienes vivían como dueños de la tierra. Cuando Dios llamó a Abraham, le prometió dar la tierra de Canaán. Así que según la promesa de Dios, la tierra de Canaán era de Abraham. Sin embargo, la realidad era otra cosa. Entonces, ¿cómo vivía él allí? El versículo 9 dice: “Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa;” Él habitó como extranjero, no sólo él, sino que también su hijo Isaac y su nieto Jacob. No tenía su propia propiedad sino solamente la cueva de Macuela la cual él compró para sepultar a su esposa muerta. Él moraba en tiendas. Esto quiere decir que él llevaba una vida simple para mudarse de un lado al otro. La vida de Abraham nos enseña que él vivía en este mundo como un peregrino. Él no pensó que la tierra de Canaán sería un destino final, sino una parada por donde debía pasar.

Hoy en día mucha gente vive en la tierra no pensando que su vida en este mundo es temporal. Todos nosotros debemos dejar este mundo algún día. Es decir, somos extranjeros en la tierra. Es importante saber esto. Recuerdo una columna espiritual del pan diario anterior. Un turista escuchó que en una montaña profunda vivía un sabio, así que lo visitó y vio que él no tenía casi nada. Extrañado le preguntó el turista por qué llevaba una vida tan pobre y simple. Entonces, el sabio le preguntó al viajero diciendo: “Por qué usted no lleva su mueble, tele, lavarropa en su viaje?” Éste le contesto “todas aquellas cosas están en mi casa porque estoy de viaje.” El sabio le dijo: “Yo también estoy de viaje por este mundo, por eso no necesito tener mucho”

¿Por qué la gente de hoy tiene gran deseo de tener muchas cosas? Se comportan como que vivirían en este mundo para siempre. No quieren pensar en la realidad que desnudo venimos, y desnudo vamos. Juan Bunyan quien escribió el libro “El progreso del peregrino” dijo: “Hay dos cosas que no puedo entender en la vida del hombre; una es que aun siendo ya viejo vive tratando de acumular el dinero como si viviera para siempre en este mundo; otra es que al morir un ser querido se entristece demasiado como si no lo volviera a ver nunca más.” Alejandro El Grande, el gran conquistador del mundo, murió cuando tenía 33 años de edad por enfermedad. Su muerte le quitó toda la gloria humana. Antes de morir, dejó el testamento a sus súbditos, diciendo: “Cuando pongáis mi cadáver en la ataúd, haced dos huecos en ambos lados de ella para que mis manos salgan fuera del ataúd.” Dijo esto para que la gente se diera cuenta de que aun un hombre poderoso sale de este mundo con manos vacías. 

Durante mucho tiempo yo aun siendo misionero llevaba una vida apegada al dinero. Trabajando como un comerciante, muchas preocupaciones me molestaban porque andaba mal el negocio. Cuando tenía deudas, no podía dormir tranquilo. Cuando ahorraba algo me sentía seguro. Pero en estos días estoy aprendiendo la vida de peregrinación. Trato de llevar una vida simple. Puedo aprovechar tiempos libres para el desarrollo espiritual y para servir a las almas con la palabra de Dios.

Viviendo en este mundo la vida material es indispensable. Cuando Jesús dice: trabajad no por la comida que perece sino por la comida que a vida eterna permanece” esto no quiere decir que trabajar por la comida material es malo. Al decir esto, está mencionando el propósito y la dirección de la vida del hombre. Si es posible, hay que ganar mucho y ahorrar mucho. Pero lo más importante es cómo usarlo. Juan Wesley en su predicación dijo: “Ganen mucho dinero.” Entonces un rico escuchando su mensaje, estuvo muy contento. El mensaje seguía: “úsalo para buenas cosas ayudando a los necesitados.” Entonces el rico se sintió mal y se fue. Esta historia es justamente la misma que Jesús habló una vez al joven rico.

Hoy en día la gente habla mucho acerca de política, novelas, películas. Pero al tocar el tema del dinero se vuelve nervioso y sensible. A nadie le gusta tocar su billetera o bolsillo. En muchas familias aun entre la esposa y el esposo el tema del dinero es privado. Para muchos cristianos le duele al corazón cuando se habla sobre ofrendas y ayudas materiales. Pero nuestros hermanos son diferentes. Cuando salió a la luz el tema de colaboración para la obra de Córdoba, casi todos los miembros colaboraron en esta obra voluntariamente.

La vida material de Abraham es un buen modelo para seguir por nosotros. Cuando hubo una contienda entre los pastores de él y los de su sobrino, a Lot le cedió elegir buena parte de la tierra. Cuando Lot, que vivía en Sodoma, fue llevado preso por los enemigos,  arriesgó su vida para rescatarlo. Cuando volvió de la guerra después de derrotar a los enemigos y rescatando a Lot, Melquisedec, el sacerdote de Dios, lo recibió bendiciendo. Entonces Abraham le dio una décima parte de todo lo que había ganado. Es decir él dio diezmo al sacerdote de Dios. Cuando los ángeles visitaron a su casa, los recibió con abundancia de comida y alegría. Todo esto nos muestra un ejemplo de la vida material de Abraham, un peregrino santo. Siendo cristianos necesitamos tener la actitud de mayordomo de Dios. Dios nos dio talentos, riquezas y todas las cosas para servir a los necesitados, más que nada para servir a nuestro Dios. Oremos para que nuestro trabajo prospere y nos de sabiduría de la mayordomía para que administremos bien conforme a la voluntad de Dios todas las cosas para la buena obra.

La actitud del apóstol Pablo sobre la riqueza es una dirección a seguir por nosotros. Filipenses 4:12-13 dicen: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Él nos exhorta a hacer buenas obras diciendo: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna (1Ti 6:17-19).” Somos peregrinos santos en este mundo.

III. La viva esperanza en la ciudad celestial (10)
El viajero que no tiene un destino se llama vagabundo. La vida sin destino es miserable. Es una maldición. Vean la vida de Caín, el asesino. Cuando Caín salió de delante de Dios llevaba una vida errante. Por eso la Biblia dice que Caín era un maldito. Al ver un pueblo que no tiene patria sentimos mucha lástima. Si una persona anda errante por este mundo padeciendo mucho sufrimiento y muere sin saber a donde va, su vida es maldita. Si Abraham hubiera llevado una vida de peregrinación sin rumbo fijo andando de un lado al otro viviendo como extranjero en la tierra prometida, no podríamos decir que él era un hombre bendito. La gente contemporánea sufre soledad y aislamiento. El filósofo alemán Heidegger compara la gente de hoy a un ser tirado en esta tierra tan pequeña del inmenso universo. La gente que no sabe a dónde iría después de la muerte no puede menos de sufrir la insignificancia, el vacío, la soledad y el miedo.
 
Pero ¿qué dice la palabra de hoy sobre el destino de la peregrinación de Abraham? “porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios (10).” “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad (13-16).” Sí, él era un peregrino santo que caminaba por este mundo hacia la ciudad celestial. Su esperanza no estaba en este mundo sino en la ciudad celestial, el reino de Dios, donde hay muchas moradas para vivir eternamente con Dios.

Sí, el destino de nuestra peregrinación por este mundo es la ciudad celestial, que es nuestro verdadero pueblo natal. Porque venimos de Dios, volveremos a él. Pero a no todos les permite entrar en la ciudad celestial. Sólo para aquellos hijos de Dios que han nacido de nuevo por recibir a Jesús como su salvador creyendo en él les es permitido entrar en la ciudad celestial. Nuestro Señor Jesucristo nos invita a la casa del Padre celestial diciendo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis (Jn 14:1-3).” 

Como nuestro Señor prometió, vendrá de nuevo para llevarnos a la ciudad celestial, donde no habrá tribulación ningún pesar ningún dolor. Teniendo esta esperanza trabajaremos más y más en la obra del Señor sabiendo que nuestro trabajo en Cristo no es en vano. ¡El Señor viene!


                                                                                                   Predicado en el día 13 de Mayo 2007

               

 

 

    

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