lunes, 27 de agosto de 2012

Sermón 4 - Nueva Jerusalén


NUEVA JERUSALÉN


Apocalipsis 21:1-8
V.C.   :        21:2

1Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
2Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
3Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.
4Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
5Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.
6Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.
7El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
8Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

Dios ha preparado un cielo nuevo y una tierra nueva, y la nueva Jerusalén para los suyos. ¡Qué conmovedor es pensar en esto! Es lo que todos los santos de Dios han anhelado; si los del Antiguo Testamento lo vieron de lejos, nosotros ya lo estamos gozando en esta vida en parte y luego al llegar a ese reino, lo gozaremos en plenitud eternamente. Sobre esto el escritor de Hebreos dice: “Conforme a la fe murieron todos éstos (los santos del Antiguo Testamento) sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. 14Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; 15pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. 16Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.”

Sí, Dios nos ha preparado una ciudad, es decir, la nueva Jerusalén, el destino de la peregrinación del pueblo de Dios. Aunque es interesante y edificante entrar en más detalle en este capítulo, nos limitaremos a las lecciones principales sólo por cuestiones de tiempo. Hoy veremos primero en qué sentido la nueva Jerusalén es  un lugar bendito. Luego veremos cómo asegurarnos de la vida en esa ciudad y qué clase de vida debemos llevar en esta tierra esperando entrar en esa ciudad celestial

I. ¿Por qué la nueva Jerusalén es un lugar bendito? (1-4)
    (i) Se renuevan todas las cosas (1)
Hoy en día nosotros vivimos en un mundo contaminado en todo sentido. La humanidad, apartada de Dios, ha tratado de construir una utopía por su propia fuerza. Pareciera que la tecnología podría lograr ese sueño humano, pero la realidad es que toda la creación está gimiendo por el pecado del hombre. Este planeta Tierra está contaminado por la avaricia del hombre. Podemos ver la contaminación en muchas partes del mundo, ya sea del agua, del aire, y hasta del cielo que sufre por el humo de los autos y aviones. En el espacio del universo se están acumulando las basuras de los satélites descompuestos y destruidos.

Todo esto testifica que el mundo no mejora sino que cada vez más empeora. Vendrán tiempos en que los ríos y el mar se convertirán en sangre, por lo que ya no podrán vivir seres vivientes allí. La humanidad pecadora es la que trajo todo este desastre. El hombre nunca va a poder lograr la utopía. La civilización del mundo terminará sin falta con la destrucción total, así como fue la caída de la gran Babilonia.

Entonces ¿no habrá esperanza para la humanidad? Sí, hay esperanza. Juan da un testimonio, diciendo: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.” Aquí debemos prestar atención en la palabra “nuevo”. En griego “nuevo” significa nuevo en carácter o cualidad antes que nuevo en tiempo, y esto sugiere que Dios renovará el viejo cielo y la vieja tierra y quitará todo lo que es pecaminoso y destructivo.

2 Pedro 3:7-10 nos dice que un juicio de fuego producirá esta renovación de la vieja creación. La otra palabra llamativa es “Pasaron” que no significa “destruidos”. El hecho de que “el mar ya no existía más” también es significativo. En Apocalipsis el mar está muy conectado a la gente del mundo y su juicio. La bestia salió del mar, y la prostituta se sentó sobre muchas aguas, representando a pueblos, multitudes, naciones y lenguas. Por eso el mar no tiene lugar en el nuevo orden de las cosas. Allí no habrá más contaminación. Todo será nuevo. Será un lugar muy adecuado para que vivan felizmente los santos. En algún sentido es la recuperación del jardín de Edén. 

    (ii) Es hermosa (2)
Además de esto, lo maravilloso es la hermosura de la nueva Jerusalén, la santa ciudad que desciende del cielo. ¿Qué dice Juan sobre esto? “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido (2).” Es la ciudad hecha por Dios que desciende del cielo, y es muy hermosa ya que es como una esposa ataviada para su marido. Así como en la vida de la mujer, el momento más hermoso es cuando se prepara para el casamiento, esta nueva Jerusalén que es símbolo de la iglesia, es muy hermosa para Cristo, el novio. Sobre el aspecto hermoso de esta ciudad se describe detalladamente en los versículos 9 a 27. Esto sugiere la felicidad de los cristianos en el reino celestial.

    (iii) Dios mora allí con su pueblo (3)
Lo más maravilloso es que Dios morará personalmente con su pueblo de una manera gloriosa e íntima. Miren el versículo 3: “Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.” Esto habla de la comunión íntima entre Dios y su pueblo, una intimidad que todo el mundo anhela y que se ve más adelante cuando sus siervos ven el rostro de Dios (22:4).

Que Dios more con el hombre es el objetivo del evangelio, el cumplimiento del pacto de Dios con el hombre y su plan de salvación. Lo lleva al hombre a antes de su caída (Gn. 3:8) cuando Dios y el hombre caminaban juntos en el jardín. Allí en la santa ciudad, veremos el cumplimiento de la promesa de Dios: Dios con nosotros (Emmanuel). Por más que por la fe saboreamos la presencia de Dios parcialmente en la vida presente, allí en la nueva Jerusalén, sin pecado ni tentación del diablo, le veremos a Dios tal como él es cara a cara. No hay otra bendición más grande que Dios esté con nosotros.

    (iv) Dios enjugará toda lágrima (4)
Entonces ¿qué hará Dios para su pueblo? El versículo 4 dice: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” ¡Qué lindo es esto! Dios enjugará toda lágrima de nuestros ojos. Así como Él vive con su pueblo, Él podrá enjugar cada lágrima de sus ojos. Esté versículo ha tocado una cuerda en el corazón del pueblo de Dios a lo largo de las edades. Habla del ser más profundo del hombre. Lloramos en esta vida, pero en la próxima vida Dios mismo enjugará nuestras lágrimas, así como una madre limpia las lágrimas de su hijo. La maldición del dolor (Gn 3:17) y la muerte han sido revocados.

Nuestra vida terrenal es como un viaje en el mar tempestuoso. Alguien dijo que la vida humana es el mar de aflicción. Sufrimos por la enfermedad. Sentimos lástima por las desgracias de los que padecen la pobreza y la calamidad de la naturaleza. Lloramos cuando perdemos a nuestros queridos. Hace pocos días un diacono fiel de la iglesia Mirero en Corea, falleció de repente por un problema cardiaco. Aún recuerdo su rostro sonriente, y de su recibimiento y servicio con tanto amor de él y su esposa cuando estuve en Corea. No sabemos por qué el Señor se lo llevó tan pronto. Pensando en su vida hermosa recuerdo esta poesía: “Nada sé sobre el futuro, Desconozco lo que habrá, Es probable que las nubes, Mi luz venga a opacar. Nada temo del futuro Pues Jesús conmigo está, Yo le sigo decidido Pues Él sabe lo que habrá. Muchas cosas no comprendo Del mañana con su afán, Mas un dulce Amigo tengo, que mi mano sostendrá.”

Cuando lleguemos a las mansiones que en gloria nos preparó, ya no tendremos más temores, desengaño ni dolor. No habrá más llanto, ni muerte porque todo esto vino al mundo a través del pecado (Gn 3), pero ahora la maldición es quitada (22:3). El viejo orden de dolor y sufrimiento han pasado al desaparecer la vieja tierra y el viejo cielo. El nuevo cielo y la nueva tierra será el hogar de la justicia y ya no habrá dolor más muerte ni dolor. ¡Que venga ese reino glorioso pronto!

II.  Estas palabras son fieles y verdaderas (5-8)
El hombre es básicamente incrédulo. Una tendencia del hombre es que si no ve no cree como Tomás, uno de entre los doce discípulos de Jesús. Viviendo en una época de postmodernismo, la gente quiere ver y tocar para creer. Yo también durante mucho tiempo, buscaba alguna señal o milagro para creer. Pero una verdad es que primero hay que creer para ver y experimentar. Hebreos 11: 3 dice: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.”

Es lindo pensar, hablar y escuchar acerca de la vida celestial. Entonces una pregunta importante es: ¿Es cierto todo lo que dice el libro de Apocalipsis? Tal vez no sería un cuento inventado por la imaginación de Juan? Sí hay muchos intelectuales ateos que piensan así. Dios sabe el corazón del hombre que es muy terco y duro para creer. Por eso Dios repetidamente nos asegura de la sinceridad de su promesa. Miremos el versículo 5: “Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.”

Dios es todopoderoso. Para él no hay cosa imposible. Su palabra es digna de creer. Dios tiene suficiente poder para cumplir todas estas cosas. Él con su poder hará nuevas todas las cosas. Este sistema del mundo y todas las cosas que vemos hoy terminarán y habrá un cielo nuevo y una tierra nueva hechos por la mano poderosa de Dios. Es la palabra de Dios. El Señor dice: “estas  palabras son fieles y verdaderas.” No serán avergonzados los que ponen su confianza en la palabra de Dios. La incredulidad del hombre no puede cancelar la fidelidad de Dios. El apóstol Pablo dice sobre esto: “¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios? De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, Y venzas cuando fueres juzgado (Ro 3:3,4).”

Miren el versículo 6: “Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.” La frase de Dios “Hecho está” es igual al “Consumado es” de Cristo (Jn 19:30). Esta palabra nos da el vigor y la fuerza para vencer cualquier adversidad de la vida. La promesa de Dios es tan cierta que es como si ya se hubiera hecha realidad. La fe en la promesa de Dios es ver gran árbol en una semilla sembrada. Creemos que el Señor que comenzó la creación del mundo con su palabra hará nuevas todas las cosas con su poder porque él es el Alfa y la Omega, el principio y el fin.

Nosotros creemos en este Dios todopoderoso y fiel. Nada ni nadie del mundo podrán debilitar la fe en Dios, así como la tuvo Abraham, nuestro antepasado de fe. ¿Qué dice Pablo sobre su fe? Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. 20Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, 21plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido (Ro 4:19-21).”

Nuestro Dios es tan bueno que nos ha preparado la ciudad celestial, hermosa y perfecta, que no será destruida ni contaminada. Allí correrán ríos de agua viva. El Señor nos invita diciendo: “Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.” Para entrar en esa ciudad santa y beber del agua de la vida no hay nada que hacer de parte de nosotros porque nos los ofrece gratuitamente. Solamente lo recibiremos con gratitud. Señor gracias por tu invitación del amor. “Invitación de dulce amor ofreces al mortal. Nos das en Cristo, Dios de amor, la vida celestial, la vida celestial. Dulcísima promesa es vivir en ese hogar si en ti divino y recto juez confiamos sin cesar.” Así tu has mostrado tu gran bondad hacia los pecadores. Si permanecemos en tu gracia, podremos vencer toda tentación del mundo y heredaremos todas las cosas porque Tú Señor nos prometes: “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.” 

Por otra parte ¡qué lástima es ver a los que rechazan la invitación de Dios y siguen viviendo en el pecado, y ver su fin trágico! Miren  el versículo 8: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.”

La muerte segunda es muerte espiritual y significa tormento eterno o destrucción. Es separación permanente de Dios. Entonces, ¿quiénes son los que  no entrarán en la santa ciudad sino que serán lanzados al lago de azufre? Serán los temerosos y los cobardes que no confiesan a Cristo; los que no quisieron creer en Cristo; los que siguieron la corriente del mundo y practicaron el pecado. En esta lista una cosa notable es que Dios pone a los cobardes a la cabeza de la lista. Cuando la gente teme creer en Cristo, es capaz de cometer cualquier pecado como resultado. Los impíos se burlan de Dios sin temor de él. Pero vendrá el día en que se lamentarán por su vida equivocada por no haber más oportunidad de arrepentirse.

Como conclusión les presento a dos personas contrastantes que vivieron en este mundo y terminaron su vida contrastante: Una es la vida de Voltaire, el filósofo francés que vivía en el siglo 18. Él era un impío que escribía libros que negaban la existencia de Dios, publicándolos en la imprenta que él tenía. Él solía decir: “Después de 100 años, la supersitición como el cristianismo se desparecerá de la tierra.” Él insultó a Dios en medio de la avenida de Paris.

Pero él no podía hacer nada ante la corriente del tiempo. Se enfermó y se acostó en la cama frecuentemente y finalmente la muerte se acercó a él. Él le rogó al médico, diciendo: “Si usted alarga mi vida 6 meses más, te voy a dar la mitad de mi propiedad.” El médico le contestó: “Señor, Voltaire, usted no puede vivir más de seis horas.” y escuchando la palabra del médico, murmuró, diciendo: “Ah, yo caigo en el infierno.” Y expiró. Pasó 100 años después de su muerte y probó que su profecía no se cumplió, mas bien, el cristianismo seguía prosperando. Su imprenta que propagaba el ateísmo se convirtió en la imprenta de la Biblia, y su casa se convirtió en el depósito de la Biblia. Los necios dicen en su corazón que no hay Dios. Voltaire fue uno de los más necios en la historia de la humanidad.

La otra es la vida de Moody, un siervo fiel de Dios, el evangelista que a más gente predicó en su época. Todavía su influencia es muy grande. Murió en diciembre de 1899 en medio de una campaña evangelística, que estaba teniendo lugar en Kansas. Al morir dijo: “¿Y esto es morir? Pues es la misma bienaventuranza. La tierra retrocede; se abre el cielo; Dios me llama. Debo irme.”

¡Ojalá esta confesión sea la mía y la de todos ustedes! Todos los santos de Dios anhelaron irse a la presencia de Dios lo más pronto posible dejando este mundo donde hay sufrimiento. El apóstol Pablo confiesa así: 21Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. 22Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. 23Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor (Fil 1:21,22).”

Allí la puerta abierta está, su luz es refulgente.
La cruz se mira más allá, señal de amor ferviente.

Si tienes fe, avanza tú, La entrada es franca ahora;
Si quieres palma, ten la cruz, Señal de eterna gloria.

Pasando el río, más allá, En celestial pradera,
El premio de la cruz está: ¡Eterna primavera!

(¡Oh cuánto me ama Dios a mí!
La puerta abierta está por mí,
Por mí, por mí si quiero entrar allí.)
                                                              -Lidia Baxter-
                         
¡Jerusalén, mi hogar!
Donde los santos reinan en gloria.
Puerto seguro, ¿cuándo yo, peregrino cansado, voy a llegar a ti?
Desde lejos, apenado y afligido, batido por el pecado, por ti lucho, por ti oro,
Por ti suspirando siempre.
He aquí mis ojos te ven.
Rasga, pues, del todo, el velo de azul y que pueda ver bien clara la ciudad de oro.
¡Jerusalén, mi hogar!
                                                                                      -Hopkins-

Como nuestro Señor prometió, vendrá de nuevo para llevarnos a la ciudad celestial, la nueva Jerusalén, donde no habrá tribulación, ningún pesar, ningún dolor y donde Dios estará con nosotros enjugando toda lágrima de nuestros ojos. Teniendo esta esperanza trabajaremos más y más en la obra del Señor sabiendo que nuestro trabajo en Cristo no es en vano. ¡El Señor viene! Maranata.

No hay comentarios:

Publicar un comentario