viernes, 14 de septiembre de 2012

Sermón 11 - Un hecho más hermoso en la historia

UN HECHO MÁS HERMOSO EN LA HISTORIA 

San Juan 12:1-8 (V.C. 12:3)
                           
1Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos.
2Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él.
3Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.
4Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: 5¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? 6Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella.
7Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto.
8Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.

En la Biblia, entran en escena muchas mujeres, protagonistas de hechos tan hermosos, dramáticos y conmovedores; una de ellas, es María. Eran varias las mujeres que se llamaban así: estaba María, la madre de Jesús; María Magdalena quien tenía siete demonios y a quien Jesús curó; María, la hermana de Marta y Lázaro. Todas ellas, recibieron mucha gracia de Jesús y sus vidas cambiaron. Pero en el mensaje de hoy nos vamos a enfocar en María, la hermana de Marta y Lázaro. Ella no era ni famosa ni rica, tampoco era de una familia de renombre en la sociedad judía, sino que era una mujer común y corriente, y de una familia problemática. Del capítulo 11 de San Juan, podemos presumir que sus padres ya habrían fallecido, así que María estaría viviendo con sus hermanos Marta y Lázaro. En una palabra, ellos eran huérfanos sin padres. Pero lo peor era que su hermano Lázaro, quien tenía el papel de ser la columna de la familia, había muerto, lo cual les causó mucha tristeza y desánimo a las dos hermanas. Lo podemos leer en el capítulo anterior. Pero como ya sabemos, Jesús convirtió su tristeza en alegría al resucitar a Lázaro.

María, Marta y Lázaro vivían en Betania, una aldea pequeña cerca de Jerusalén. Cada vez que había fiesta judía, Jesús venía a Jerusalén con sus discípulos para participar en la fiesta y se quedaba en la casa de María. Jesús amó mucho a esta familia. Y ellos sin falta deben haber considerado a Jesús como su padre verdadero, quien desplegaba su gran amor sobre ellos. Por todo esto, la resurrección de Lázaro fue el asunto más admirable.

En la palabra de hoy, María estaba haciendo algo hermoso, lo más hermoso en la historia cristiana, al ungir los pies de Jesús con el perfume de nardo puro. Este hecho revela muy bien el carácter de la devoción auténtica de María, la cual es el mejor ejemplo digno de imitar para todos nosotros los cristianos. En contraste con la devoción de María, la actitud de Judas Iscariote es una muestra de la vida carnal de los muchos cristianos de hoy que llevan una vida calculadora sin devoción auténtica. Pido que el Espíritu Santo revele la riqueza espiritual escondida en esta palabra.
  
I. María, una mujer sumergida en la gracia del Señor (1-3)
Seis días antes de la pascua, Jesús vino a Betania, donde estaban viviendo María, Marta y Lázaro. Este último, era el que había muerto, y a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Allí hicieron una cena en honor a Jesús. Marta, como siempre, servía la cena. Podemos imaginar un ambiente lleno de alegría y gracia. Esta familia, a través de preparar una cena deliciosa, estaba expresando el agradecimiento a Jesús quien les desplegó tanto amor y misericordia. Y cuando la cena estaba culminando,  fue entonces que, de repente, se empezó a desatar una escena extraordinaria a través de María, la hermana de Lázaro y Marta: traía entre sus dos manos, una libra de perfume de nardo puro, muy caro, contenido en un muy precioso vaso de alabastro, y quebrando el vaso, ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos, y la casa se llenó del olor del perfume. Este hecho de María fue algo tan impactante y hermoso que aun hoy en día, a todos los cristianos y hasta a algunos no cristianos les da gran impresión. Los comentaristas dicen que esta escena se trata de la devoción más hermosa y completa en la historia cristiana.

En aquella época, las mujeres judías solteras tenían la costumbre de preparar la dote para su casamiento. Ellas ahorraban el dinero poco a poco para el día de su boda. Se dice que María probablemente trabajaba como costurera, con una aguja en la mano desde muy joven, y de esta manera ahorraba trescientos denarios (casi sueldo de un año  para un obrero), y con estos habría comprado unos trescientos gramos de perfume de nardo puro, que habrían sido importados de la cordillera de Himalaya, que se sitúa entre India y Tibet, un lugar muy alto y lejano. Para ella este perfume de nardo puro representaba el fruto de su sudor, y por sobre todo, el sueño de su casamiento. Sin embargo, ella quebró el vaso de alabastro sin escatimar, y ungió los pies de Jesús. Este hecho de María nos hace pensar en una cosa, la cual es: ¿cómo es el amor auténtico? Si uno mezquina y calcula los gastos con cuidado, ya no sería un amor auténtico. El amor es dar todo y de lo único que se lamenta es de no tener más para dar. 

María, después de ungir los pies de Jesús con el perfume, los enjugó con sus cabellos. Para las mujeres judías, y creo que para las mujeres en sí, los cabellos son de suma importancia. (Por eso es que hay tantas publicidades de shampoo y cremas para el pelo para mujeres). 1 Corintios 11:15 dice que a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso. María, con sus cabellos honrosos enjugó los pies de Jesús, los cuales son la parte más sucia y hedionda del cuerpo. Lavar los pies con una toalla era el trabajo de un esclavo. Pero ella los enjugó con sus cabellos honrosos.

Entonces ¿cómo María podría actuar así mostrando gran agradecimiento ante Jesús?  ¿De donde salió esa devoción tan conmovedora? ¿En dónde está arraigada su devoción tan hermosa? Ahora imaginemos un árbol. Cuando vemos un árbol frondoso, hay partes que no se ven. ¿Cuáles son? Son sus raíces que son la fuente y base de su crecimiento. De igual manera podemos ver los hechos hermosos de María, pero no sus raíces, que fueron las que hicieron posible esta devoción hermosa. Entonces, ¿cuál es la raíz de su devoción? La respuesta es simple: ella había experimentado la gracia y amor de Jesús. De hecho en aquel tiempo, había multitudes que seguían a Jesús, viendo los milagros que Jesús hacía y escuchando sus palabras, pero eran pocos los que llegaban a experimentar la gracia de Dios y la expresaban de alguna manera. La mayoría de ellos eran ingratos cuyos corazones eran muy duros como de piedra. Pero María era diferente, ella tenía un corazón tierno, porque amaba a Jesús de corazón. En especial, su amor hacia Jesús se había expresado a través de oír su palabra con anhelo. Ella estaba sumergida en la gracia del Señor al escuchar su palabra llena de vida y amor.

Recordamos el episodio que ocurrió cuando Jesús, yendo de camino, entró en una aldea. Lucas 10: 38-42 dice así: “38Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. 40Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. 41Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. 42Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”

El salmista confiesa que la palabra de Jehová es tan dulce como la miel. Su delicia está en meditar en la palabra de Dios de día y de noche. Su vida se compara a un árbol plantado a la orilla de un río. Hoy en día estamos viviendo en medio de un diluvio de información, en donde es difícil encontrar aguas vivas que den vida y refrigerio al alma. Oremos para que tengamos esa actitud de María que sentados a los pies de Jesús, oía la palabra del Señor.

En especial para María la resurrección de Lázaro, su hermano, fue una experiencia impactante y conmovedora. ¡Qué gracia tan grande había experimentado ella cuando su hermano Lázaro muerto resucitó y salió de la tumba ante la palabra de Jesús! “Lázaro, sal de ahí.” Para ella Jesús era la fuente de la alegría y la viva esperanza. Jesús era el significado de su existencia. Porque Jesús trajo a su familia la vida y la viva esperanza, para ella Jesús era su todo de todo. Al derramar el perfume valioso sobre los pies de Jesús, no sintió ningún desperdicio. Lo único de lo que se lamentó era de no tener más para darle.

“Sentir más grande amor por ti, Señor; Mi anhelo es mi oración que elevo hoy.
Dame esta bendición: sentir por ti Señor, Más grande amor, más grande amor.”

De hecho la gracia del Señor sobreabunda entre nosotros. Así como Jesús resucitó a Lázaro de los muertos, también nos dio vida gratuitamente a cada uno de nosotros. ¿Quiénes éramos y quiénes somos ahora? Efesios 2:4-6 dicen: “ 4Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.” Al meditar en la identidad cristiana en Cristo Jesús, no podemos menos que expresar nuestro agradecimiento a través de la devoción auténtica al Señor.

Al meditar en la palabra de Dios y la obra salvadora cumplida en Jesús, el río de la gracia del Señor empieza a correr desde lo profundo de nuestros corazones hacia nuestro alrededor, así como la casa se llenó del olor del perfume. Todos nosotros anhelamos esta clase de vida llena de gracia y amor. Pero en muchos casos nos descubrimos a nosotros mismos no como una María sino como un Judas Iscariote.

II. Judas, un hombre seco apartado de la gracia (4-6)
Allí en la casa de María también fueron invitados los discípulos de Jesús. Judas Iscariote era uno de entre ellos, el que había de entregar a Jesús en las manos de los líderes religiosos. Él estaba observando lo que estaba haciendo María en este momento. Finalmente abrió su boca y le dijo con tono de crítica: “¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?” Judas pensó que el hecho de María era un hecho necio y derrochador. ¡Cómo puede derrochar el perfume tan caro por un momento derramando todo sobre los pies de Jesús! Su palabra suena razonable y justa. ¿No sería mejor venderlo y hacer dinero, y con lo mismo ayudar a los pobres? Su palabra parece tener mucha razón.

Pero una cosa importante es leer el motivo de su palabra. El proverbio 23:7 dice: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.” Los pensamientos de una persona son su personalidad. De hecho lo más difícil de saber es el corazón del hombre. Nadie puede ver el mundo del pensamiento de una persona. Solamente el Espíritu Santo es quien mide la profundidad del corazón del hombre y lo escudriña. El apóstol Juan, inspirado por el Espíritu Santo, pudo descubrir lo escondido en el corazón de Judas y dice así: “Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella (7).” La aparente preocupación de Judas por los pobres era sólo un pretexto. Él era amante del dinero; esclavo de la codicia. Su corazón perverso se reveló en su palabra ante el hecho hermoso de María. Judas, siendo encargado de la bolsa, sí cuidó del dinero, pero no cuidó de su propio corazón. Ante el hecho más hermoso de María, Judas endureció más su corazón y se decidió a vender a su Maestro.

En la vida cristiana, la lucha más costosa es disciplinar nuestra manera de pensar y mantener un corazón íntegro y puro delante de Dios. Porque el corazón humano es más perverso y engañoso, es fácil que nos engañemos a nosotros mismos y así engañar a otros. Para Dios lo más aborrecible es un corazón dividido y engañoso. Por lo tanto Jesús reprendió fuertemente a los hipócritas. Podemos fingir que somos buenos cristianos participando en todas las actividades religiosas activamente con corazones engañosos, pero Dios sabe nuestros corazones. Dios no será burlado nunca. Dios hace que lo que se siembra se coseche. Nosotros ya lo vimos en la vida del rey David a través del estudio del libro de Samuel. A veces Dios deja que Satanás nos tiente a fin de revelar lo escondido en nuestros corazones. Satanás nos tienta ofreciéndonos algo muy atractivo, así como el pescador pone su carnada en su anzuelo.

Cuando le damos lugar al diablo, éste entra en nosotros y mora en nosotros y luego invita a sus compañeros peores que él. Hay que saber cuáles son las trampas del diablo. Los pensamientos que el diablo siembra en nuestro corazón son éstos:

  1. Todo el mundo peca, por eso yo también peco (Esto es igual que decir: todos van al infierno, yo también).
  2. Todavía soy muy joven para tener fe cristiana (No sabe que la juventud es muy corto tiempo).
  3. Mi conciencia no debe sentirse culpable al cometer pequeños pecados (una mentirita blanca o un robo pequeño no le hace mal a nadie, solemos escuchar, pero pecado es pecado).
  4. Si lo hago por esta única vez no hay problema (Solo por esta vez dice, pero es el comienzo de ser esclavo del pecado)).
  5. Total…Nadie me ve (Pero Dios está mirando)
  6. Hoy no, lo dejo para mañana (Ese mañana nunca viene y así termina la vida).
  7. Si la meta es buena, no importa cualquier manera (el fin no puede justificar los medios).

    Estas cosas son semillas que el diablo trata de sembrar en nuestros corazones. Parecen cosas pequeñas y sin importancia, pero son instrumentos del diablo para apartarnos de Cristo y destruirnos. Debemos saber que para Dios no hay pecado demasiado grande o pequeño. El pecado es pecado. Por eso ante todo debemos cuidar de nuestros corazones que vale más que conquistar una ciudad.

Oremos tal como el salmista oró a Dios diciendo: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno  (Sal 119: 23,24).”

III. Jesús aprecia la devoción de María (7-8)
    A la crítica que Judas Iscariote le hizo a María, Jesús le respondió, diciendo: “Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.” Allí nadie, salvo Jesús, entendió el valor de la devoción de María. Jesús dio el significado y el valor a lo que hizo María. Sí lo importante es cómo ve el Señor y cuánto valor le da él a un hecho. Entonces, ¿qué significado tiene el hecho de María? Jesús dice: “para el día de mi sepultura ha guardado esto.” Quizá María debe haber presentido la muerte inminente del Señor y debe haber entendido el significado de su muerte porque ella siempre estaba atenta a su palabra con un corazón abierto, humilde y dispuesta a aprender. En cambio, las palabras de Jesús tras este incidente debieron haber enseñado a Judas Iscariote una valiosa lección con respecto al valor del dinero. Pero Judas no prestó atención. Es lamentable. Poco tiempo después vendería a su Maestro por treinta piezas de plata.

Cuando María escuchó esta voz del Señor, debe haber sentido una gran consolación y una paz profunda en su corazón, las cuales nadie de allí pudo experimentar. El reconocimiento de Jesús es el premio que ella recibió. ¡Con esto es suficiente! El reconocimiento del Señor es la fuerza de vencer cualquier crítica o burla de la gente.

Jesús sigue diciendo: “Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.” Aquí encontramos una gran verdad acerca de la vida humana. Hay ciertas cosas que podemos hacer en cualquier momento. Podemos ayudar a los pobres en cualquier momento porque siempre hay pobres en nuestro alrededor. Pero hay cosas que no haremos jamás a menos que aprovechemos la oportunidad cuando se nos presenta. Tolstoi, el escritor ruso, dio un testimonio personal para darnos una lección de no perder la oportunidad de amar.

Él estaba de viaje y debía pasar una noche en una pensión. Al día siguiente al desalojarse de la misma, vio a una nena, que era la hija de la dueña de la pensión. La nena estaba llorando en la cama pidiendo a su madre que le diera la maleta roja que Tolstoi llevaba. Éste aun sabiendo esto, no pudo dársela porque estaba de viaje y en la maleta había cargas. Él pensó que después de regresar a casa y vaciar las cargas, volvería a ella para dársela. Unos días después él volvió a visitar la pensión con la maleta roja para darle a la nena. Pero ¡qué lástima! La nena ya había fallecido y estaba enterrada en un cementerio. Tolstoi puso una lápida ante la tumba de la nena muerta en la cual escribió esta frase: “No posterguen el amor.”

Para María esta vez era la única oportunidad para poder derramar el perfume sobre los pies de Jesús a quién ella amaba tanto. También para Jesús era el tiempo oportuno porque su muerte en la cruz se aproximaba. La devoción de María debe haber sido una gran consolación para Jesús. Debemos tener en cuenta esta verdad siguiente: “La oportunidad de amar no viene siempre.”

La vida dedicada al Señor es la vida más hermosa. No hay persona más feliz que la que encuentra el verdadero objeto de su amor y da todo su corazón. Su vida será como un fuego que se consume. Es bendito quien puede vivir ocupándose de amar al Señor. La Biblia dice: “El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Éste es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. (Mr 12:29-31).”

Vivamos cada día con una devoción auténtica al Señor. Nuestra vida es demasiado preciosa para gastarla en otras cosas en lugar de vivir amando al Señor con todo nuestro corazón. ¡Que Dios nos use como llama de fuego en su mano así como usó a María, en cuyo corazón estaba encendiéndose la llama de fuego del amor para el Señor, y en cuya vida había sacrificio y devoción para poder derramar el perfume precioso de su vida entera!  

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Sermón 10 - El amor de Cristo

Mensaje Dominical                                                                               12 de Julio 2009     

EL AMOR DE CRISTO

Efesios 3:14-19 (V.C. 3:19)

3:14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
3:15 de quien toma nombre toda familia e
n los cielos y en la tierra,
3:16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;
3:17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,
3:18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura,
3:19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 

Uno de los caracteres de la vida de apóstol Pablo es que él nunca es dominado por la situación sino que la domina por la fe y por medio de la oración. Como sabemos él escribió esta carta a los efesios en la cárcel de Roma, un ambiente desfavorable y oscuro. Aun así en su vida no se ven tristeza ni desánimo, mas bien su corazón está lleno de ánimo, esperanza y gozo, y ora por las ovejas fervientemente.

La palabra de hoy es la oración de Pablo. En la epístola de Pablo a los efesios hay dos oraciones (aquí y en 1:15-23), las cuales se complementan. La primera oración es una oración por el conocimiento. Pablo oró para que Dios nos dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Dios; oró para que alumbrando los ojos de nuestro entendimiento, sepamos cuál es la esperanza a que él nos ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza. Aquí, Pablo, después de haber dicho sobre el misterio de Dios, el cual es: los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio (3:6), ora por los efesios para que puedan seguir creciendo en el amor de Cristo. Su oración es muy profunda y ancha.

Los versículos 14 y 15 son la introducción de la oración. Leámoslos juntos: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra,” Pablo está escribiendo esta carta en la cárcel de Roma (1), un ambiente desfavorable, donde no habría almohada ni alfombra sino solamente un suelo frío. Aun así él, constriñido por el gran amor de Cristo empieza a orar al Padre de nuestro Señor Jesucristo, arrodillado. Su actitud de oración es humilde; orar arrodillado es una expresión del rendimiento y sumisión total ante Dios, Es la expresión de su corazón reverencial a Dios. Esta actitud de oración se puede tener solamente cuando uno conoce tanto al Dios grandioso como a sí mismo que es tan vil y pecaminoso.

El teólogo Rensky dijo: Es importante la actitud corporal al orar porque esta es el reflejo de la actitud del alma hacia Dios. Arrodillarse es la muestra de la sumisión y el ruego humilde”. Yo también debo aprender la actitud de la oración de Pablo. Yo no me arrodillaba al orar porque me dolían mucho las piernas. Pero desde ahora debo practicar esta actitud corporal. No poder orar arrodillado es una muestra de mi vida de oración superficial en el que faltan el anhelo y la reverencia a Dios. De toda manera, debemos orar a Dios derramando nuestra alma ante Dios.

Pablo ora doblando sus rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra. Aquí la frase “toma nombre toda familia” significa que toda raza humana tiene su origen en Dios. Dios es el Creador de toda familia de la humanidad (Hch 17:26,27).  El objeto de nuestra oración es Dios, el Creador, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Quienquiera que sea, judío o gentil, pude llamar a Dios Padre en Cristo y acercarse a él confiadamente. La oración es el privilegio y la bendición que los hijos de Dios pueden disfrutar.

       Entonces cuáles son los contenidos de su oración? Leamos los versículos 16 a 19: “para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” Aquí se pueden encontrar los tres títulos de oración, los cuales son: por la llenura del Espíritu Santo; por la fe en Cristo Jesús; por conocer su amor.  

I. Pablo ora por la llenura del Espíritu Santo (16)
Leamos el versículo 16: “Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu” Dios a quien oramos no es como el hombre limitado, escaso y tacaño sino que es un Dios rico, abundante y bondadoso. ¡Qué importante es conocer a Dios y las riquezas de su gloria! Los que conocen a Dios y las riquezas de su gloria no deben quedarse en el cuarto oscuro de su propio mundo sino que deben salir de allí y acercarse a Dios en oración, quien está dispuesto a derramar sus riquezas y poder sobre los que le piden.

La promesa de nuestro Señor  a sus discípulos es ésta: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan (Lc 11:13)?” La promesa del Señor resucitado es ésta: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hch 1:8).” En el versículo 16 la frase “el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu” nos enseña que solamente por el poder del Espíritu Santo puede ser fortalecido nuestro hombre interior.

El poder que fortalece es el de Dios, el cual es transmitido mediante la operación del Espíritu Santo. El mismo poder que convierte a los seres humanos debe continuar en ellos para que haya crecimiento cristiano. Aquí es donde muchos cristianos fracasan, pues no reconocen que la perseverancia espiritual necesita de la gracia de Dios tal como la necesitaron en su conversión inicial. La fuerza física aumenta por medio de la alimentación y el ejercicio físico; la vida intelectual con el estudio; la vida espiritual es sustentada por el poder y la presencia del Espíritu Santo. El Espíritu Santo nos da poder desde el interior a través de la Palabra de Dios y la oración.

El hombre es muy débil tanto corporal como espiritualmente. Es fácil enfermarse; es fácil recibir heridas en el corazón ante una palabra chocante o una actitud descuidada. No es fácil vivir en paz. Donde se reúne más de dos personas allí ya hay discordia, odio, rencor e indiferencia por las que se hieren unos a otros. Esta es la limitación del hombre. Nuestro hombre interior es muy débil. Por eso  es necesario orar como oró Pablo para que seamos fortalecidos con poder en el hombre interior.

Entonces, ¿qué significaría ser fortalecido el hombre interior? El hombre tiene dos hombres; el hombre exterior y el hombre interior. La Biblia lo dice claramente. El hombre exterior se refiere al cuerpo visible y a la vez su deseo instintivo; el hombre interior se refiere a la personalidad, el centro de nuestro ser. Cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador y Señor, el Espíritu Santo habita en nuestro hombre interior. El hombre interior coincide con el corazón de Dios y se goza de su ley (Ro 7:22). Este hombre interior busca a Dios, anhela la palabra de Dios y se comunica con Dios. Pero el hombre exterior se opone al deseo del hombre interior; quiere llevar una vida cómoda y fácil siguiendo el deseo de la carne, el deseo de los ojos y la vana gloria de la vida. El hombre exterior se envejece con el tiempo por más que haga deportes y coma comidas saludables. Finalmente con la muerte el cuerpo se descompone y vuelve a la tierra. Pero el hombre interior se renueva, rejuvenece más y más por el poder del Espíritu  Santo. 2 Corintios 4:16 dice: “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.”

Por lo tanto es muy provechoso hacer el ejercicio espiritual diariamente. Todos sabemos que es saludable hacer ejercicio corporal para vivir la vida saludable. Es muy bueno caminar y trabajar corporalmente. Según un diagnóstico de especialistas, el problema de la gente de hoy es que la mayoría del tiempo la pasa trabajando sentados. Esto afecta para mal la corriente de la sangre por lo que ocurre toda clase de enfermedades. Es recomendable caminar por lo menos 10 mil pasos diariamente. De igual manera, para mantener y desarrollar la vida espiritual, es muy provechoso tener el tiempo quieto con Dios a través de la meditación de la palabra de Dios y la oración regular. En la vida espiritual no hay salto. El crecimiento espiritual es gradual así como una semilla sembrado en la tierra brota y crece, da fruto con el tiempo. Si permanecemos en la palabra de Dios y oramos para que seamos fortalecidos con poder en el hombre interior por el Espíritu Santo, cada día será un nuevo día en que podemos ser renovados y rejuvenecidos hasta que lleguemos a la estatura de la plenitud de Cristo. Dejemos la vida indolente e incrédula, y avivemos el fuego del Espíritu Santo que ya mora en nosotros.    

II. Pablo ora por la fe en Cristo (17a)
Leamos el versículo 17a: “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones,” Pablo ora para que Cristo se sienta en casa, o sea, habite en nuestros corazones. Por supuesto, Cristo vive en el corazón de cada creyente verdadero, que se arrepiente de sus pecados y acepta a Cristo como su Salvador por medio del bautismo del Espíritu Santo. Una confesión maravillosa de Pablo es ésta: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gál 2:20).” La fe del Hijo de Dios abre plenamente el corazón a Cristo. La fe es la confianza total en Cristo y en sus promesas, es un principio que continuamente sustenta nuestra vida.

 Aquí el verbo “habitar” significa “permanecer”. El Señor quiere permanecer en nuestros corazones como el dueño de la casa. El quiere ser Señor de nuestra vida, Señor de nuestro hogar, Señor de nuestro trabajo, Señor de esta iglesia, Señor de toda área de nuestra vida. Tener en cuenta siempre de que Cristo vive en nosotros hace diferente la vida. Hace años, leí un libro cuyo título es: “¿Qué haría Jesús?” escrito por Carlos M. Sheldon. Si cada cristiano toma en cuenta la presencia de Cristo, su vida cambiaría y una revolución espiritual podría traer al mundo. El mayor problema del mundo está en la secularidad de los cristianos. Por lo tanto es necesario que oremos para que Cristo habite en nosotros y él reine toda área de nuestra vida. Entonces el mundo verá a Cristo en nuestra vida. “Haz lo que quieras de mí, Señor. Guía mi vida Señor aquí. De tu potencia llena mi ser. Y el mundo a Cristo pueda en mí ver.”

III. Pablo ora por conocer el amor de Cristo (17b-19)
El amor es el mejor don que todos los cristianos deben anhelar (1Co 12:31); es la mejor virtud de los cristianos. Dios es amor. De tal manera amó Dios al mundo  que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que cree no se pierda mas tenga vida eterna. El nuevo mandamiento que Cristo nos dio es esto: “Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros (Jn 13:34).” Generalmente el estilo del amor humano es egocéntrico. Sí es fácil amar al que nos ama. Pero ¿qué dice Cristo sobre esta clase de amor?  Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?” (Mt 5:46,47)

            El amor del cristiano es mucho más que el amor egocéntrico. El Señor nos ordena diciendo: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos (Mt 5:44,45)”. “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (Mt 5:48)”. N
uestro Padre celestial ama a todos, tanto a los buenos como a los malos. Él es nuestro Padre bondadoso y somos sus hijos renacidos en Cristo Jesús. Somos la familia de Dios, que es más preciosa e importante que la familia corporal. Por lo tanto debemos amar a Dios, y ese amor a Dios debe expresarse en amarnos unos a otros. El amor es el único remedio que puede curar las heridas del corazón y unir la separación.

Como sabemos, la iglesia de Éfeso estaba compuesta de cristianos  judíos y gentiles. Humanamente era imposible amarse unos a otros. Pablo sabía que el único remedio de hacerlos uno era el amor de Cristo. Por lo tanto él ora por ellos. Leamos los versículos 17b a 19: “a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” 

Aquí la frase “arraigados y cimentados en amor” nos hace imaginar a un buen árbol cuyas raíces están bien arraigadas en la tierra, o a una casa cuya base es muy firme sobre la roca. Así como un árbol bien arraigados en la tierra puede crecer bien, y la casa cimentada sobre la base firme no se derrumba con facilidad, también un cristiano que está arraigado y cimentado en el amor de Cristo es tan fuerte que no cae fácilmente ante cualquier tempestad de la vida, mas bien crece más fuertemente a lo largo de su vida ante cualquier problema. El problema se sirve como un instrumento para conocer más el amor de Cristo. Por lo tanto no hay otro título de oración más importante sino orar por arraigarse y cimentarse en el amor de Cristo. 

Las raíces del árbol o los cimientos de la casa son invisibles, pero son indispensables para la vida, el crecimiento y el sostenimiento. Del mismo modo, el amor no se ve, pero es la base de la vida cristiana. El amor es como la tierra donde se arraiga la vida y es como la base donde se construye la vida. Para que seamos cristianos llenos de amor primeramente debemos conocer el amor de Cristo porque en nosotros no hay amor. En el versículo 18 Pablo ora para que seamos plenamente capaces de comprender cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Cristo.

La anchura del amor de Cristo continúa a través de toda nuestra vida y llega a todo el mundo; abarca a toda la humanidad. La longitud de su amor es eterna. Él nos ama hasta el fin (Jn 13:1). La profundidad de su amor llega a lo más profundo del desaliento, la desesperación y aun la muerte. Ella también se refiere a la humildad de Cristo. Siendo  el Hijo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros.  Él vino no para ser servido sino para servir, para dar su vida por nosotros. Por más que la caída de la humanidad haya sido muy profunda, el amor de Cristo es tan profundo que puede salvar a cualquier vil pecador. La altura de su  amor se refiere a la nueva posición de los cristianos quienes están sentados en los lugares celestiales (Ef 2:6). Cristo nos levantó de la profundidad del pecado hasta la altura de la gloria de Dios.

Por lo tanto Pablo exclama conmovido por el amor de Cristo así: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 8:35-39).”

Ahora veamos el versículo 19. “y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” El amor de Cristo excede a todo conocimiento. Su amor no se puede entender con nuestra cabeza. Es algo experimental. Por mucho estudio nunca podremos conocer el amor de Cristo. Siempre el carácter de amor es así. Hay una historia del filósofo alemán, Emanuel Kant, quien era muy pensativo y sincero. Una mujer se enamoró de él y esperó que él le pidiera casarse con ella. Pero aunque pasó mucho tiempo, él no le dijo nada, así que por no poder soportar más, ella finalmente le pidió diciendo: “Kant, cásate conmigo” Entonces él le dio una respuesta corta diciendo: “Lo voy a pensar.” Desde entonces él empezó a estudiar sobre el casamiento leyendo muchos libros acerca del casamiento, y finalmente decidió casarse con ella. Él visitó a la casa de ella y llamó a  la puerta. Entonces el padre de ella abrió la puerta y le dijo: “Ya es muy tarde porque mi hija ya se hizo madre de tres hijos.” El amor no es diagnosticar sino practicar.

En un hospital estaba internada una chica psicópata. Su enfermedad era tan grave que parecía al endemoniado de Gerasa, que era muy violento. Los médicos concluyeron que era una enfermedad incurable, así que la dejaron en un cuarto privado. Nadie la visitó y aun sus padres la dejaron. Entonces una enfermera jubilada tuvo compasión de ella y tuvo esperanza de curarla. Empezó a amarla. Con mucha paciencia la cuidó durante seis meses. Su amor empezó a mover el corazón de ella. Finalmente ella se curó y empezó a vivir una vida de servicio.  Su nombre es Anne Sullivan quien derramó el amor recibido sobre una ciega llamada Helen Keller. Así el amor tiene poder de revivificar y salvar. El amor es cuidar de uno inmerecido con esperanza y paciencia. El amor es no mirar la condición sino es mirar la persona misma.

El amor de Cristo no se puede medir. La vida de nuestro Señor fue totalmente una práctica de amor. Él se hizo amigo de los pecadores. Él nos amó hasta dar su vida por los pecadores. Este amor de Cristo es el poder motriz de amar a los otros. Esto es lo que yo debo practicar. De hecho mi interés principal era el conocimiento. Me gustaba ser un erudito del conocimiento bíblico. Pero si no tengo amor, no soy nada. Me arrepiento de mi vida egocéntrica y debo poner la prioridad en practicar el amor, no en el conocimiento. Pido perdón a ustedes por mi indiferencia y falta de amor. Mi primer título de oración debe ser conocer el amor de Cristo. “Sentir más grande amor por ti, Señor; Mi anhelo es mi oración que elevo hoy. Dame esta bendición: sentir por ti, Señor, más grande amor, más grande amor.”

Conclusión: Oremos para que nos dé el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu. Oremos para que habite Cristo por la fe en nuestros corazones siendo el Señor de nuestra vida. Más que nada, oremos para que conozcamos el inmenso amor de Cristo que excede a todo conocimiento. El hombre es el ser que vive nutriéndose de amor. Él se siente feliz cuando recibe amor y a la vez cuando ama a otros. El paraíso no es otro lugar sino en donde los cristianos se aman unos a otros así como Cristo los ha amado. Dios nos dio su iglesia para que podamos practicar su amor amándonos unos a otros. Oremos para que el amor de Cristo abunde en nuestra iglesia.



viernes, 7 de septiembre de 2012

Sermón 9 - Se siega lo que se siembra

Gálatas 6:7-9
                                      

SE SIEGA LO QUE SE SIEMBRA


6:7 No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
6:8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
6:9 No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. 
La palabra de hoy compara la vida del hombre con la agricultura. Una realidad de la naturaleza es que se siega lo que se siembra. Si la semilla es mala, su fruto también es malo. Pero si la semilla es buena, su fruto es bueno. Además hay un proceso largo hasta que la semilla dé fruto. Este principio se aplica a la vida del hombre. En la agricultura podemos aprender el principio de la vida. Esta palabra nos exhorta a elegir la vida fructífera, abundante y eterna en vez de la vida pérdida e infructífera.

I. Lo que se siembra se siega (7)
En la Inglaterra hubo una época en que los cristianos no sentían la necesidad de predicar el evangelio a otras naciones apoyándose en la doctrina de predestinación. Ellos creyeron que el Dios todopoderoso ya había destinado de antemano: ¿quiénes serían salvos o no? porque él es todopoderoso puede hacer todo sin usar la mano del hombre. Como resultado todos debían sufrir la decadencia espiritual llevando una vida desenfrenada e indolente sin visión. Quizás nosotros también pensamos así y vivimos tranquilos. Podríamos pensar que ocurrirá algún milagro y que pasados los años, esta iglesia se multiplicará. Es como que un agricultor espere una buena cosecha sin sembrar, es como que un estudiante espere sacar buenas notas sin estudiar.

En el versículo 7, el apóstol Pablo advierte a tal clase de personas, diciendo: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (7). Esperar algún milagro sin que hagamos nada es una burla contra Dios. Sí, Dios es todopoderoso, así que para él no hay cosa imposible. Pero debemos saber que Dios es justo y santo. Él estableció tanto las leyes espirituales como las de la naturaleza. Él no sabe mentir. Él respeta las leyes de la naturaleza que él mismo estableció. Si Dios no respetara las leyes, este mundo en seguida se volvería un caos. Dios es tan fiel que mantiene todas las leyes establecidas. Por eso este universo sigue existiendo y andando en armonía.

Además, la tierra en que vivimos es un planeta especial de donde Dios nunca quita su mirada. El amor especial de Dios se ve claramente al fijarnos en la tierra. En esta tierra Dios hace producir toda clase de plantas y cereales para nosotros, haciendo salir el sol y mandando lluvias y vientos. Las leyes de la naturaleza nos dan lecciones preciosas de la vida. Los agricultores saben que la buena cosecha depende de la naturaleza. Saben que si Dios no manda la lluvia, no pueden sembrar. Cuando hay sequía, los agricultores miran al cielo con angustia. Pero con la lluvia la tierra seca se vuelve fértil y los agricultores se alegran. Salen al campo y cultivan, riegan y plantan semillas bajo la lluvia. Aquí vemos la hermosa colaboración entre Dios y los agricultores. Dios hace salir el sol y manda nubes y lluvia, los labradores cultivan la tierra y siembran en ella. Las plantas o semillas plantadas brotan, crecen, dan hojas y al fin llevan frutos. Entonces al llegar el tiempo señalado, el agricultor cosecha con alegría. Sí es verdad que sin siembra no hay siega.

Nosotros vivimos en Argentina donde hay cuatro estaciones, la primavera, el verano, el otoño y el invierno. Ahora estamos todavía en el verano caluroso, este verano más caluroso que nunca. Un calor terrible. Pero sabemos que pronto llegará el otoño en el que el calor del sol pierde su fuerza y sopla el viento fresco. El otoño es especialmente un tiempo de cosecha. El color del campo se convierte de verde a amarrillo. Se cosechan cereales como el maíz, el arroz, la soja, etc. Luego vendrá el invierno frío y húmedo cuando los árboles se desnudan y la tierra del sur se cubre de nieve. Parece que es una estación sin vida, pero por dentro se prepara para recibir la primavera cuando todos los seres vivos se revivifican.

Este círculo de las cuatro estaciones nos hace pensar en la vida del hombre. Desde el nacimiento hasta la juventud, se puede decir que el hombre vive en la primavera, la estación de la esperanza y de los sueños. Los niños, adolescentes y jóvenes están pasando por la primavera de la vida. Es un tiempo de sembrar y crecer. Deben crecer tanto corporal como mentalmente, tanto en estatura como en sabiduría. Espiritualmente también es una época muy importante. Pero lo lamentables es que la mayoría de los jóvenes de hoy derrochan su juventud en cosas vanas.

Ellos no se dan cuenta de que lo que siembran en su juventud lo segarán más tarde. Muchos abusen de su cuerpo con sexo y drogas por lo que su salud estará arruinada. Participen en la inmoralidad sexual por lo que dañarán su reputación, y no tendrán una vida familiar normal y el gozo que esto trae. La mayoría de los jóvenes no entienden que la dolorosa condición mental y física encontrada en muchas personas mayores es el producto de la vida juvenil de libertinaje cuyo lema es: “haz lo que tú quieras hacer” y “vive la vida loca”. Una cosa paradójica es que los jóvenes que critican y condenan a los mayores corruptos también andan en el mismo camino de corrupción y se vuelven peores al llegar a la mayor edad. Samuel Johnson dijo: “El que quiera pasar la ultima parte de su vida con honor y decencia, debe, cuando sea joven, considerar que un día será viejo.”

Por otra parte, la mayoría de los cristianos se encontraron con Cristo en su juventud, y lograron grandes obras. Según la investigación del inglés Tom Rees, un 75 % de los cristianos ingleses recibieron a Cristo antes de llegar a 14 años de edad, 20 % entre 14 y 21 años, y solamente 5 % recibieron a Cristo después de 21 años de edad. Según Lionel A. Hunt, en los Estados Unidos, 86 % de los cristianos norteamericanos creyeron en Jesús antes de llegar a 15 años de edad, 10 % entre 15 y 30 años, y solamente 4 % se hicieron cristianos después de 30 años de edad.
             
Hudson Taylor era un misionero inglés que fue enviado a China. Cuando él tenía 17 años de edad, aceptó a Cristo como su Salvador y estudió la medicina para ir a China como misionero. Como el fruto de su labor, hoy en día hay más de cien millones de cristianos en China aun en medio de muchas persecuciones. Casi todos nuestros misioneros encontraron a Jesús en su juventud en la época de estudiantes en facultad. El misionero Andrés Lee vino a Argentina como misionero cuando tenía 23 años de edad.    

Cualquier iglesia que crecen bien da mucha importancia a la evangelización de los niños, adolecentes y jóvenes. Ellos son la esperanza tanto de la iglesia como de la nación. La iglesia abarca a toda clase de personas. Aun así el futuro de la iglesia depende de evangelizar a los los jóvenes o no. Establecer a los discípulos de Jesús a través del estudio bíblico y la actividad del grupo celular es la esperanza tanto de nuestra iglesia como de la nación. Así como unos pocos jóvenes ingleses cambiaron la historia de Inglaterra, también nuestros hermanos jóvenes bien disciplinados pueden cambiar la historia de Argentina. Ya Dios nos ha dado una gran visión de evangelizar a los argentinos con la Biblia. Ante los ojos humanos esta obra parecería poco o insignificante, pero a la vista de Dios es muy preciosa. Sabemos que la historia la hacen siempre unos pocos hombres. La estrategia que Jesús usó fue ésta. Él eligió a doce entre los jóvenes comunes, campesinos y pescadores, y los estableció como sus discípulos. Jesús los disciplinó durante 3 años por medio de la vida de convivencia y enviándolos al mundo a predicar. Por medio de ellos el reino de Dios se expandió hasta lo último de la tierra.

En la conferencia de verano vimos la visión de Dios a través de nuestros hermanos jóvenes que luchaban para aceptar la palabra de Dios. La juventud es el período de ser disciplinado. De hecho estamos viviendo en una época rebelde y desobediente en la que los jóvenes no respetan a los mayores. Pero en nuestra iglesia hay una herencia hermosa y preciosa. Los hermanos están dispuestos a ser disciplinados por los misioneros aunque aceptar sus consejos y direcciones es costoso y les duelen los corazones. Así crecen espiritualmente. El discípulo no nace sino que se hace por medio de la disciplina. ¡Es hermoso y conmovedor ver a los jóvenes que luchan por Cristo!

La poeta canadiense, Annie Louise Coghil, escribió una poesía hermosa cuando todavía era jovencita de 18 años de edad. Él canta así la hermosura de la juventud: “Pronto la noche viene, tiempo es de trabajar; Los que lucháis por Cristo no hay que descansar; Cuando la vida es sueño, gozo, vigor, salud, Y es la mañana (la primavera) hermosa, de la juventud.” ¡Jóvenes, que luchen y trabajen! ¡Levántense! ¡Resplandece!

Después de la  juventud viene la edad de madurez que se puede comparar al verano. En este período generalmente se casan y tienen hijos y los educan. Trabajan con sudor y sus negocios crecen y prosperan. Las riquezas aumentan, así como su conocimiento. Su influencia en la sociedad también crece. Si son cristianos crecen y se maduran espiritualmente. En la iglesia reciben reconocimientos y puestos. Siendo pastores cuidan de las ovejas. Es una época dorada en la vida del hombre. Veo que la mayoría de los miembros del culto de la mañana pertenecen a la estación del verano. Sobre este período, la poeta Annie escribió así: “Pronto la noche viene, tiempo es de trabajar; Para salvar al mundo hay que batallar; Cuando la vida alcanza, toda su esplendidez, Cuando es el medio día de la madurez.” Es tiempo de batallar; es período de toda esplendidez de la vida del hombre. Deben trabajar más que los jóvenes brillando al mundo oscuro. Nuestra iglesia tiene mucha potencia porque la mayoría del miembro pertenece a la estación de primavera y verano.  Hay que avivar esta potencia para llevar la misión mundial que el Señor nos ha encargado.

Luego viene la época de senectud (ancianidad) que se puede comparar al otoño en la vida humana. Humanamente en la sociedad la mayoría de ellos se retiran del trabajo y viven dependiendo de jubilación y pensión. Su salud física es delicada, se enferman fácilmente. Pero espiritualmente es la época de cosechar lo que se ha sembrado. Es un tiempo de reflexión. Su papel tanto en la familia como en la sociedad es importante. Son ancianos llenos de experiencia y sabiduría de la vida con las que bendicen y aconsejan a la segunda y tercera generación, así como Jacob en su vejez bendijo aun a Faraón, rey de Egipto, y luego bendijo a sus doce hijos. Son respetados tanto en la sociedad como en la iglesia. Proverbios 16:31 dice, “ Corona de honra es la vejez que se halla en el camino de justicia.” “La gloria de los jóvenes es su fuerza, Y la hermosura de los ancianos es su vejez (20:29).” 

En nuestra iglesia hay hermanas y hermanos mayores que pasan por esta estación muy hermosamente. Ellos siempre oran por los misioneros, por los hermanos y por la nación. Proverbios 17:6 dice, “Corona de los viejos son los nietos, Y la honra de los hijos, sus padres.” Los nietos e hijos son la gloria de ellos. “Pronto la noche viene, tiempo es de trabajar. Si el pecador perece, idlo a rescatar; Aun a la edad madura, débil y sin salud, Aun a la misma tarde de la senectud.” Sí aun en la senectud puede trabajar en la viña del Señor. Había una anciana cristiana que anhelaba salvar a las almas perdidas, pero su condición física era muy delicada, así que no podía salir a predicar. Entonces el Señor le dio sabiduría. Ella publicó un aviso en el diario para buscar a un estudiante no cristiano a quien le podría pagar una cierta cantidad de dinero con tal que le leyera la Biblia a ella. Entonces ese estudiante leyendo la Biblia ante ella, aceptó a Jesús como su Salvador. Haciendo así sucesivamente, muchos estudiantes se convirtieron en cristianos.

Por último viene la estación de invierno frío en que dejamos toda nuestra actividad. Antes de venir el invierno es necesario que trabajemos en el tiempo oportuno. Sí viene la hora en la que nadie trabajar. Por eso nuestro Señor Jesucristo nos aconseja diciendo: “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar (Jn 9:4)”. “Pronto la noche viene, ¡listos a trabajar! ¡Listos!, que muchas almas hay que rescatar. ¿Quién de la vida el día puede desperdiciar? Viene la noche y nadie puede trabajar.”

Para los que están preparados, el invierno es el tiempo de descanso en el seno del Señor en el cielo. Cuando nos presentamos ante el Señor, después de cumplir nuestra misión, él nos dirá: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mt 25:21). Todos nosotros tenemos esta esperanza viva. Pero no todos reciben esta alabanza del Señor. El versículo 8 dice que hay dos clases de gente: “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.”

II. El que siembra para su carne, de la carne segará corrupción (8a).
Esta clase de gente piensa que la vida terrenal es todo y trabaja solamente para su vida terrenal. Es como la gente de la época de Noé. El Señor dice: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mt 24:37-39). El que siembra para su carne busca la comodidad de la vida, depende de la riqueza y el poder de este mundo, y buscan placeres carnales y temporales. Pero lo cierto es que las cosas terrenales son corruptibles y temporales. ¡Díganme si hay algo incorruptible en el mundo! ¿Juventud, hermosura, riqueza, poder? Todas las cosas son temporales y corruptibles. Por eso los que viven para la carne no pueden menos de segar corrupción.

Los cristianos carnales creen  que Jesús es su Señor y Salvador, pero lo niegan en su vida actual viviendo como los incrédulos. Llegará el día en el que toda nuestra obra se pruebe en el fuego (1 Co 3:13-15). En el libro de Génesis la vida de Lot, el sobrino de Abraham, es un ejemplo de los cristianos carnales. Aunque él empezó la vida de fe con su tío Abraham, su vida era carnal. Cuando Abraham le hizo elegir la tierra, éste escogió la buena parte. Le gustó más la vida cómoda en la ciudad que la vida difícil en el campo. Por eso se mudó a Sodoma donde vivía gente pecaminosa. Cuando el Señor destruyó Sodoma, Lot perdió todas sus riquezas incluso a su esposa.

Ante los ojos de los hombres esta clase de cristianos son inteligentes porque parecen no perder nada sino que pueden llevar una vida cómoda y exitosa. Pero de hecho sufren mucho interiormente. En su corazón no tienen paz ni tranquilidad aunque quizás pueden disfrutar de la comodidad que la riqueza material ofrece. Pero al fin se darán cuenta que no le queda nada.

III. El que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna (8b)
“mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.” El cristiano espiritual anda en el Espíritu. Medita en la ley del Señor día y noche (Sal 1:2). Su esperanza está en el reino de Dios. Él también come, bebe, vende, compra, y se casa así como los otros. Pero su vida es guiada por el Espíritu Santo. Tiene una íntima comunión con Dios. Su hombre interior rejuvenece cada día más aunque su hombre exterior envejece (2Co 4:16). Él se enfrenta con las dificultades y puede caer siete veces, pero se levanta de la caída ocho veces (Pr 24:16). Lleva una vida agradecida. Siempre el trabajo de sembrar es duro, tan duro que el salmista dice que el que siembra lo hace con lágrimas (Sal 126). Nuestro crecimiento espiritual no viene por naturaleza, sino por la lucha espiritual diaria. Sabemos cuán difícil es cavar la fuente de la palabra de Dios. Podemos disfrutar de la bendición de Dios en un ambiente agradable como en el retiro espiritual. Podemos luchar una vez. Pero lo difícil es permanecer en la gracia de Dios a través de la lucha espiritual constante. Podemos comportarnos como buenos cristianos en la iglesia, pero la fe auténtica o no se nota en las dificultades, en el desierto, en la vida cotidiana, en nuestro trabajo, en nuestra familia.

Un buen ejemplo de esta clase de vida es la vida de Noé. Él caminaba con Dios en medio de la gente impía. A la obediencia de la palabra de Dios construyó el arca durante 120 años, siendo objeto de la burla de la gente. Pero la Biblia habla así de su fe: “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe” (He 11:7).

Hacer discípulos de Jesús es sembrar para el Espíritu. Noé es un buen modelo de hacedor de discípulos. Por su fe su casa se salvó. Esto quiere decir que él dio buena influencia a su familia enseñándoles, exhortándoles haciéndolos participar en la construcción del arca. No se puede imaginar construir un arca tan inmensa sin la colaboración de su familia, su esposa, sus tres hijos y sus tres nueras. Hay un dicho que dice: “el que tiene vista de un año siembra semillas de cereales, el que tiene vista de 10 años planta árboles, el que tiene vista de 100 años, hace discípulos.” No hay otra obra más preciosa que hacer discípulos. Cuando el Señor llamó a Pedro, le dijo: “tú serás pescador de hombres.” Así también el Señor llamó a cada uno de nosotros para que sea un buen discípulo de Jesús, y a la vez, sea un buen hacedor de discípulo. Para esto cada uno de nosotros debe ser un buen maestro bíblico y pastor de las ovejas.

Conclusión: No nos cansemos (9)
Vale la pena sembrar para el Espíritu porque del Espíritu segaremos vida eterna. Hay un gran premio de Dios para los que siembran para el Espíritu tanto en esta vida terrenal como en la vida venidera. Pero en esta carrera de fe que es larga y difícil, es fácil cansarnos y desmayarnos. Por lo tanto el apóstol Pablo nos exhorta, diciendo: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos (9)”  Quizás entre nosotros habrá algunos que están cansados y desanimados en el estancamiento espiritual. Habrá algunos que se han alejado de Dios y del pueblo de Dios y viven sin esperanza ni fuerza. Pero debemos recordar esto: No es en vano el trabajo que hacemos en unión con el Señor. Por lo tanto, estemos firmes y sigamos adelante. A los que siembran para el Espíritu y trabajan con perseverancia les promete el Señor vida eterna y abundante, la cual no se puede describir con las palabras humanas. Sembremos para el Espíritu y cosechemos la vida eterna. Cada día andemos en el Espíritu caminando con Dios, haciendo discípulos con la esperanza de recibir la corona de la vida cuando venga Cristo otra vez.