viernes, 14 de septiembre de 2012

Sermón 11 - Un hecho más hermoso en la historia

UN HECHO MÁS HERMOSO EN LA HISTORIA 

San Juan 12:1-8 (V.C. 12:3)
                           
1Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos.
2Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él.
3Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.
4Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: 5¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? 6Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella.
7Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto.
8Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.

En la Biblia, entran en escena muchas mujeres, protagonistas de hechos tan hermosos, dramáticos y conmovedores; una de ellas, es María. Eran varias las mujeres que se llamaban así: estaba María, la madre de Jesús; María Magdalena quien tenía siete demonios y a quien Jesús curó; María, la hermana de Marta y Lázaro. Todas ellas, recibieron mucha gracia de Jesús y sus vidas cambiaron. Pero en el mensaje de hoy nos vamos a enfocar en María, la hermana de Marta y Lázaro. Ella no era ni famosa ni rica, tampoco era de una familia de renombre en la sociedad judía, sino que era una mujer común y corriente, y de una familia problemática. Del capítulo 11 de San Juan, podemos presumir que sus padres ya habrían fallecido, así que María estaría viviendo con sus hermanos Marta y Lázaro. En una palabra, ellos eran huérfanos sin padres. Pero lo peor era que su hermano Lázaro, quien tenía el papel de ser la columna de la familia, había muerto, lo cual les causó mucha tristeza y desánimo a las dos hermanas. Lo podemos leer en el capítulo anterior. Pero como ya sabemos, Jesús convirtió su tristeza en alegría al resucitar a Lázaro.

María, Marta y Lázaro vivían en Betania, una aldea pequeña cerca de Jerusalén. Cada vez que había fiesta judía, Jesús venía a Jerusalén con sus discípulos para participar en la fiesta y se quedaba en la casa de María. Jesús amó mucho a esta familia. Y ellos sin falta deben haber considerado a Jesús como su padre verdadero, quien desplegaba su gran amor sobre ellos. Por todo esto, la resurrección de Lázaro fue el asunto más admirable.

En la palabra de hoy, María estaba haciendo algo hermoso, lo más hermoso en la historia cristiana, al ungir los pies de Jesús con el perfume de nardo puro. Este hecho revela muy bien el carácter de la devoción auténtica de María, la cual es el mejor ejemplo digno de imitar para todos nosotros los cristianos. En contraste con la devoción de María, la actitud de Judas Iscariote es una muestra de la vida carnal de los muchos cristianos de hoy que llevan una vida calculadora sin devoción auténtica. Pido que el Espíritu Santo revele la riqueza espiritual escondida en esta palabra.
  
I. María, una mujer sumergida en la gracia del Señor (1-3)
Seis días antes de la pascua, Jesús vino a Betania, donde estaban viviendo María, Marta y Lázaro. Este último, era el que había muerto, y a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Allí hicieron una cena en honor a Jesús. Marta, como siempre, servía la cena. Podemos imaginar un ambiente lleno de alegría y gracia. Esta familia, a través de preparar una cena deliciosa, estaba expresando el agradecimiento a Jesús quien les desplegó tanto amor y misericordia. Y cuando la cena estaba culminando,  fue entonces que, de repente, se empezó a desatar una escena extraordinaria a través de María, la hermana de Lázaro y Marta: traía entre sus dos manos, una libra de perfume de nardo puro, muy caro, contenido en un muy precioso vaso de alabastro, y quebrando el vaso, ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos, y la casa se llenó del olor del perfume. Este hecho de María fue algo tan impactante y hermoso que aun hoy en día, a todos los cristianos y hasta a algunos no cristianos les da gran impresión. Los comentaristas dicen que esta escena se trata de la devoción más hermosa y completa en la historia cristiana.

En aquella época, las mujeres judías solteras tenían la costumbre de preparar la dote para su casamiento. Ellas ahorraban el dinero poco a poco para el día de su boda. Se dice que María probablemente trabajaba como costurera, con una aguja en la mano desde muy joven, y de esta manera ahorraba trescientos denarios (casi sueldo de un año  para un obrero), y con estos habría comprado unos trescientos gramos de perfume de nardo puro, que habrían sido importados de la cordillera de Himalaya, que se sitúa entre India y Tibet, un lugar muy alto y lejano. Para ella este perfume de nardo puro representaba el fruto de su sudor, y por sobre todo, el sueño de su casamiento. Sin embargo, ella quebró el vaso de alabastro sin escatimar, y ungió los pies de Jesús. Este hecho de María nos hace pensar en una cosa, la cual es: ¿cómo es el amor auténtico? Si uno mezquina y calcula los gastos con cuidado, ya no sería un amor auténtico. El amor es dar todo y de lo único que se lamenta es de no tener más para dar. 

María, después de ungir los pies de Jesús con el perfume, los enjugó con sus cabellos. Para las mujeres judías, y creo que para las mujeres en sí, los cabellos son de suma importancia. (Por eso es que hay tantas publicidades de shampoo y cremas para el pelo para mujeres). 1 Corintios 11:15 dice que a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso. María, con sus cabellos honrosos enjugó los pies de Jesús, los cuales son la parte más sucia y hedionda del cuerpo. Lavar los pies con una toalla era el trabajo de un esclavo. Pero ella los enjugó con sus cabellos honrosos.

Entonces ¿cómo María podría actuar así mostrando gran agradecimiento ante Jesús?  ¿De donde salió esa devoción tan conmovedora? ¿En dónde está arraigada su devoción tan hermosa? Ahora imaginemos un árbol. Cuando vemos un árbol frondoso, hay partes que no se ven. ¿Cuáles son? Son sus raíces que son la fuente y base de su crecimiento. De igual manera podemos ver los hechos hermosos de María, pero no sus raíces, que fueron las que hicieron posible esta devoción hermosa. Entonces, ¿cuál es la raíz de su devoción? La respuesta es simple: ella había experimentado la gracia y amor de Jesús. De hecho en aquel tiempo, había multitudes que seguían a Jesús, viendo los milagros que Jesús hacía y escuchando sus palabras, pero eran pocos los que llegaban a experimentar la gracia de Dios y la expresaban de alguna manera. La mayoría de ellos eran ingratos cuyos corazones eran muy duros como de piedra. Pero María era diferente, ella tenía un corazón tierno, porque amaba a Jesús de corazón. En especial, su amor hacia Jesús se había expresado a través de oír su palabra con anhelo. Ella estaba sumergida en la gracia del Señor al escuchar su palabra llena de vida y amor.

Recordamos el episodio que ocurrió cuando Jesús, yendo de camino, entró en una aldea. Lucas 10: 38-42 dice así: “38Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. 40Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. 41Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. 42Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”

El salmista confiesa que la palabra de Jehová es tan dulce como la miel. Su delicia está en meditar en la palabra de Dios de día y de noche. Su vida se compara a un árbol plantado a la orilla de un río. Hoy en día estamos viviendo en medio de un diluvio de información, en donde es difícil encontrar aguas vivas que den vida y refrigerio al alma. Oremos para que tengamos esa actitud de María que sentados a los pies de Jesús, oía la palabra del Señor.

En especial para María la resurrección de Lázaro, su hermano, fue una experiencia impactante y conmovedora. ¡Qué gracia tan grande había experimentado ella cuando su hermano Lázaro muerto resucitó y salió de la tumba ante la palabra de Jesús! “Lázaro, sal de ahí.” Para ella Jesús era la fuente de la alegría y la viva esperanza. Jesús era el significado de su existencia. Porque Jesús trajo a su familia la vida y la viva esperanza, para ella Jesús era su todo de todo. Al derramar el perfume valioso sobre los pies de Jesús, no sintió ningún desperdicio. Lo único de lo que se lamentó era de no tener más para darle.

“Sentir más grande amor por ti, Señor; Mi anhelo es mi oración que elevo hoy.
Dame esta bendición: sentir por ti Señor, Más grande amor, más grande amor.”

De hecho la gracia del Señor sobreabunda entre nosotros. Así como Jesús resucitó a Lázaro de los muertos, también nos dio vida gratuitamente a cada uno de nosotros. ¿Quiénes éramos y quiénes somos ahora? Efesios 2:4-6 dicen: “ 4Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.” Al meditar en la identidad cristiana en Cristo Jesús, no podemos menos que expresar nuestro agradecimiento a través de la devoción auténtica al Señor.

Al meditar en la palabra de Dios y la obra salvadora cumplida en Jesús, el río de la gracia del Señor empieza a correr desde lo profundo de nuestros corazones hacia nuestro alrededor, así como la casa se llenó del olor del perfume. Todos nosotros anhelamos esta clase de vida llena de gracia y amor. Pero en muchos casos nos descubrimos a nosotros mismos no como una María sino como un Judas Iscariote.

II. Judas, un hombre seco apartado de la gracia (4-6)
Allí en la casa de María también fueron invitados los discípulos de Jesús. Judas Iscariote era uno de entre ellos, el que había de entregar a Jesús en las manos de los líderes religiosos. Él estaba observando lo que estaba haciendo María en este momento. Finalmente abrió su boca y le dijo con tono de crítica: “¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?” Judas pensó que el hecho de María era un hecho necio y derrochador. ¡Cómo puede derrochar el perfume tan caro por un momento derramando todo sobre los pies de Jesús! Su palabra suena razonable y justa. ¿No sería mejor venderlo y hacer dinero, y con lo mismo ayudar a los pobres? Su palabra parece tener mucha razón.

Pero una cosa importante es leer el motivo de su palabra. El proverbio 23:7 dice: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.” Los pensamientos de una persona son su personalidad. De hecho lo más difícil de saber es el corazón del hombre. Nadie puede ver el mundo del pensamiento de una persona. Solamente el Espíritu Santo es quien mide la profundidad del corazón del hombre y lo escudriña. El apóstol Juan, inspirado por el Espíritu Santo, pudo descubrir lo escondido en el corazón de Judas y dice así: “Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella (7).” La aparente preocupación de Judas por los pobres era sólo un pretexto. Él era amante del dinero; esclavo de la codicia. Su corazón perverso se reveló en su palabra ante el hecho hermoso de María. Judas, siendo encargado de la bolsa, sí cuidó del dinero, pero no cuidó de su propio corazón. Ante el hecho más hermoso de María, Judas endureció más su corazón y se decidió a vender a su Maestro.

En la vida cristiana, la lucha más costosa es disciplinar nuestra manera de pensar y mantener un corazón íntegro y puro delante de Dios. Porque el corazón humano es más perverso y engañoso, es fácil que nos engañemos a nosotros mismos y así engañar a otros. Para Dios lo más aborrecible es un corazón dividido y engañoso. Por lo tanto Jesús reprendió fuertemente a los hipócritas. Podemos fingir que somos buenos cristianos participando en todas las actividades religiosas activamente con corazones engañosos, pero Dios sabe nuestros corazones. Dios no será burlado nunca. Dios hace que lo que se siembra se coseche. Nosotros ya lo vimos en la vida del rey David a través del estudio del libro de Samuel. A veces Dios deja que Satanás nos tiente a fin de revelar lo escondido en nuestros corazones. Satanás nos tienta ofreciéndonos algo muy atractivo, así como el pescador pone su carnada en su anzuelo.

Cuando le damos lugar al diablo, éste entra en nosotros y mora en nosotros y luego invita a sus compañeros peores que él. Hay que saber cuáles son las trampas del diablo. Los pensamientos que el diablo siembra en nuestro corazón son éstos:

  1. Todo el mundo peca, por eso yo también peco (Esto es igual que decir: todos van al infierno, yo también).
  2. Todavía soy muy joven para tener fe cristiana (No sabe que la juventud es muy corto tiempo).
  3. Mi conciencia no debe sentirse culpable al cometer pequeños pecados (una mentirita blanca o un robo pequeño no le hace mal a nadie, solemos escuchar, pero pecado es pecado).
  4. Si lo hago por esta única vez no hay problema (Solo por esta vez dice, pero es el comienzo de ser esclavo del pecado)).
  5. Total…Nadie me ve (Pero Dios está mirando)
  6. Hoy no, lo dejo para mañana (Ese mañana nunca viene y así termina la vida).
  7. Si la meta es buena, no importa cualquier manera (el fin no puede justificar los medios).

    Estas cosas son semillas que el diablo trata de sembrar en nuestros corazones. Parecen cosas pequeñas y sin importancia, pero son instrumentos del diablo para apartarnos de Cristo y destruirnos. Debemos saber que para Dios no hay pecado demasiado grande o pequeño. El pecado es pecado. Por eso ante todo debemos cuidar de nuestros corazones que vale más que conquistar una ciudad.

Oremos tal como el salmista oró a Dios diciendo: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno  (Sal 119: 23,24).”

III. Jesús aprecia la devoción de María (7-8)
    A la crítica que Judas Iscariote le hizo a María, Jesús le respondió, diciendo: “Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.” Allí nadie, salvo Jesús, entendió el valor de la devoción de María. Jesús dio el significado y el valor a lo que hizo María. Sí lo importante es cómo ve el Señor y cuánto valor le da él a un hecho. Entonces, ¿qué significado tiene el hecho de María? Jesús dice: “para el día de mi sepultura ha guardado esto.” Quizá María debe haber presentido la muerte inminente del Señor y debe haber entendido el significado de su muerte porque ella siempre estaba atenta a su palabra con un corazón abierto, humilde y dispuesta a aprender. En cambio, las palabras de Jesús tras este incidente debieron haber enseñado a Judas Iscariote una valiosa lección con respecto al valor del dinero. Pero Judas no prestó atención. Es lamentable. Poco tiempo después vendería a su Maestro por treinta piezas de plata.

Cuando María escuchó esta voz del Señor, debe haber sentido una gran consolación y una paz profunda en su corazón, las cuales nadie de allí pudo experimentar. El reconocimiento de Jesús es el premio que ella recibió. ¡Con esto es suficiente! El reconocimiento del Señor es la fuerza de vencer cualquier crítica o burla de la gente.

Jesús sigue diciendo: “Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.” Aquí encontramos una gran verdad acerca de la vida humana. Hay ciertas cosas que podemos hacer en cualquier momento. Podemos ayudar a los pobres en cualquier momento porque siempre hay pobres en nuestro alrededor. Pero hay cosas que no haremos jamás a menos que aprovechemos la oportunidad cuando se nos presenta. Tolstoi, el escritor ruso, dio un testimonio personal para darnos una lección de no perder la oportunidad de amar.

Él estaba de viaje y debía pasar una noche en una pensión. Al día siguiente al desalojarse de la misma, vio a una nena, que era la hija de la dueña de la pensión. La nena estaba llorando en la cama pidiendo a su madre que le diera la maleta roja que Tolstoi llevaba. Éste aun sabiendo esto, no pudo dársela porque estaba de viaje y en la maleta había cargas. Él pensó que después de regresar a casa y vaciar las cargas, volvería a ella para dársela. Unos días después él volvió a visitar la pensión con la maleta roja para darle a la nena. Pero ¡qué lástima! La nena ya había fallecido y estaba enterrada en un cementerio. Tolstoi puso una lápida ante la tumba de la nena muerta en la cual escribió esta frase: “No posterguen el amor.”

Para María esta vez era la única oportunidad para poder derramar el perfume sobre los pies de Jesús a quién ella amaba tanto. También para Jesús era el tiempo oportuno porque su muerte en la cruz se aproximaba. La devoción de María debe haber sido una gran consolación para Jesús. Debemos tener en cuenta esta verdad siguiente: “La oportunidad de amar no viene siempre.”

La vida dedicada al Señor es la vida más hermosa. No hay persona más feliz que la que encuentra el verdadero objeto de su amor y da todo su corazón. Su vida será como un fuego que se consume. Es bendito quien puede vivir ocupándose de amar al Señor. La Biblia dice: “El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Éste es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. (Mr 12:29-31).”

Vivamos cada día con una devoción auténtica al Señor. Nuestra vida es demasiado preciosa para gastarla en otras cosas en lugar de vivir amando al Señor con todo nuestro corazón. ¡Que Dios nos use como llama de fuego en su mano así como usó a María, en cuyo corazón estaba encendiéndose la llama de fuego del amor para el Señor, y en cuya vida había sacrificio y devoción para poder derramar el perfume precioso de su vida entera!  

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