lunes, 29 de agosto de 2016

Sermón 26- Jesús es la resurrección y la vida

Mensaje dominical 21 de Agosto 2016 JESÚS ES LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA Juan 11:17-27 (V.C. 11:25,26) 11:17 Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. 11:18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios; 11:19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano. 11:20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. 11:21 Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. 11:22 Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. 11:23 Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. 11:24 Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. 11:25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 11:26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? 11:27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo. El título del mensaje de hoy es: "Jesús es la resurrección y la vida". Antes de hablar de este tema es necesario hablar sobre la muerte porque es imposible pensar solamente en la resurrección y la vida sin pensar primero en la muerte. Esta palabra "la muerte", la mayoría no quieren pensar ni tocarla aunque lo vivimos en nuestra experiencia diaria. Ella está muy cerca de nosotros. No sabemos cuándo nos tocará la muerte. Así que es muy necesario tratarla y tener una perspectiva correcta hacia la muerte. Además, en cuanto al tema de la resurrección, hoy en día hay mucha confusión y doctrinas equivocadas, así que es necesario tener una sana perspectiva y doctrina sobre la resurrección para poder vivir en la luz preparando nuestro desino eterno. Entonces, hoy a través de este mensaje veremos diferentes perspectivas y maneras de vivir según su creencia en cuanto a la muerte y la resurrección. En primera parte pensaremos en los que no creen en la resurrección (cuando habla la Biblia sobre la resurrección, es siempre en sentido de la resurrección del cuerpo no como aquellos griegos que creen en la inmortalidad del alma), en segunda parte pensaremos en los que creen en la resurrección teóricamente no sabiendo el poder de la resurrección, a través de la palabra y actitud de Marta ante la muerte de su hermano Lázaro. Por último pensaremos en Jesús, la resurrección y la vida, quien nos invita a creer en él y vivir la fe de resurrección experimentando su poder. ¡Pido que a través de la palabra de hoy el Espíritu Santo nos conduzca a la verdad de la palabra de Dios en cuanto a la resurrección y nos ayude a tener una fe auténtica de la resurrección a través de nuestra vida cristiana diaria! I. Los que no creen en la resurrección En la época de Jesús había una secta religiosa llamada saduceos. Una cosa muy interesante es que ellos se encargaban del oficio sacerdotal en el templo, pero su doctrina era algo raro. Negaban cualquier resurrección de los muertos. Negaban cualquier vida después de la muerte, sosteniendo que el alma perece con la muerte, por lo tanto creían que no había ningún castigo o recompensa después de la vida en la tierra. Negaban la existencia del mundo espiritual, por ejemplo, ángeles y demonios. Eran extremadamente auto-suficientes, al punto de negar la intervención de Dios en los asuntos de la vida diaria. Durante el ministerio público de Jesús, ellos por estar más preocupados por la política que por la religión, no se interesaron mucho en Jesús en contraste con los fariseos. Pero cuando se dieron cuenta de que su poder y prosperidad se perderían por la rebelión del pueblo contra Roma por causa de Jesús, se volvieron temerosos y furiosos contra Jesús y quisieron matarlo. En la última parte de Juan 11 vemos que ellos y los fariseos se juntan a fin de matar a Jesús. Ellos parecían religiosos, pero en realidad eran incrédulos. Hoy en día podríamos llamarlos cristianos nominales y superficiales cuyo escala de valores es puramente seculares. Así que ésta no es solamente una historia pasada sino la presente. He escuchado de un profesor de teología sobre la tendencia del cristianismo en Alemania donde prevalece liberalismo teológico. Dice que entre los pastores no son muchos que creen en la resurrección y hay pastores que aun niegan la existencia de Dios. El cargo de pastor es uno de los trabajos nada más. Dijo que los estudiantes inteligentes ingresan en seminario teológico porque después de graduarse pueden obtener un trabajo seguro gracias al apoyo económico del gobierno. Para el honor y prosperidad muchos eligen el cargo de pastor como aquellos saduceos. Es como que pastores ciegos guían a las ovejas ciegas. Imaginen: ¿A dónde las guiarían? ¿Cómo sería el estado de nuestra nación? Hay muchos sacerdotes católicos y pastores evangélicos. Según una estadística, el 90 % de los argentinos son cristianos entre los cuales 9 % son evangélicos que creen en Dios. Pero una pregunta es: ¿De veras creerían en la resurrección del cuerpo viviendo por la fe? De hecho, la mayoría de gente no tiene tiempo de pensar seriamente en su vida, su identidad, su muerte y su destino. Piensan que estas cosas son temas de los pensadores y filósofos, no de ellos. Si uno tiene esta perspectiva de los saduceos sobre la vida, ¿qué clase de vida llevaría como resultado? Vivirían como si esta vida terrenal fuera todo. Pondrían toda su esperanza en las cosas terrenales como aquellos saduceos. Aprovecharían el máximo posible la vida terrenal para disfrutarla. Aparte de los saduceos había otra secta llamada gnósticos que penetraban en las iglesias primitivas. Esta secta se originó por la filosofía griega. Según su filosofía, el cuerpo es considerado una cárcel para el alma, y la muerte significa una liberación. Esta perspectiva entró en las iglesias por medio de los gnósticos que negaban la encarnación de Jesucristo porque según su doctrina el material es malo, así que Jesús siendo Dios no podría tener cuerpo. La doctrina gnóstica era muy peligrosa porque corrompía la sana doctrina cristiana y la vida de dominio propio que es un carácter cristiano. Por eso Jesús resucitado advirtió a la iglesia de Pérgamo. Miren Apocalipsis 2:15 y 16, Jesucristo les advierte a los cristianos diciendo: "Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca". Si una persona acepta que el cuerpo es malo llegaría a la conclusión de que el cuerpo debe ser despreciado y tratado de cualquier modo. Esto conduciría a la vida desenfrenada e inmoral o al extremo opuesto que es ascetismo. ¿No vemos esta tendencia en las iglesias contemporáneas? Es fácil caer en falsas doctrinas o parciales en que falta la ética cristiana concentrándose en las emociones. Hoy en día se suelen escuchar los escándalos que suceden en las iglesias. A menudo escuchamos las noticias sobre la inmoralidad de los sacerdotes, pastores y cantantes cristianos. Sí, la tentación está muy cerca de todos nosotros. ¡Cuán trágico sería el resultado de la perspectiva equivocada de la vida y su vivencia! Por lo tanto es necesario que estemos despiertos espiritualmente para no sumergirnos en esta ola tan fuerte de la mundanalidad. Para evitar estas cosas se requiere el discipulado para los creyentes con la sana enseñanza bíblica y la práctica. En este sentido es muy peligroso dar cargo a los que tienen talentos, pero les faltan la disciplina. Esta es la exhortación del apóstol Pablo en cuanto uno de los requisitos de ser líderes espirituales: "no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo (1 Ti 3:6)". Para los pastores a fin de juntar más miembros, es fácil aprovecharse de los talentos de sus miembros así impidiendo el crecimiento espiritual de los creyentes. Hay necesidad del discipulado antes de asumir algún cargo. Nuestra fe cristiana debe tener un fundamento seguro sobre la palabra de Dios, especialmente sobre la doctrina de resurrección. II. Los que creen en la resurrección teóricamente (17-24) Hasta ahora hemos pensado en la gente (saduceos y gnósticos) cuya vida está apartada de la sana doctrina cristiana especialmente en cuestión de la muerte y la resurrección. Ahora pensaremos específicamente en la vida cristiana. Los cristianos creen en la resurrección de Jesús y la resurrección de los creyentes porque la Biblia lo testifica claramente. Pero hoy a través de la palabra y actitud de Marta, podremos descubrir algo insuficiente de su fe de resurrección. La fe de Marta la tenía también los fariseos, o sea creyeron en la resurrección del cuerpo en el día postrero. Ahora Marta se encuentra en una situación adversa porque su hermano había fallecido, además halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. Jesús llegó demasiado tarde. Aunque la distancia desde donde Jesús estaba hasta Betania donde vivía la familia de Lázaro era un día de camino, Jesús al recibir la noticia de la enfermedad de Lázaro a propósito se quedó dos días más y luego partió hacia Betania. Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. Aquí otra vez vemos el contraste entre el carácter de Marta y María. ¿Qué dijo Marta cuando llegó a Jesús? Miren el versículo 21y 22: "Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará". En sus palabras se notan tanto la queja como la expectativa. La queja: porque Jesús no estaba en Betania cuando Lázaro estaba enfermo. Además Jesús llegó más tarde de lo que ella imaginaba. Aun en medio de su queja y resentido, a la vez muestra su fe en Jesús al decir: "sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará". Sí, su hermano ya murió, sin embargo no pierde su fe en Jesús quien haría algo. Muy probablemente en esa situación una palabra de Jesús a cargo del mensajero le sonaría en su corazón que decía: "Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella" (Jn 11:4). Pero esto no significa que Jesús resucitaría a Lázaro inmediatamente. Su fe era abstracta. Más que nada cuando Jesús le dijo que su hermano resucitaría, ella la interpretó a su manera diciendo: "Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero" (24). Sí, la fe de Marta era sana y correcta. La Biblia la enseña con claridad. En el Antiguo Testamento también la testifica a través de las palabras de los profetas y la de David. El apóstol Pedro ante los judíos que se reunieron en el día de pentecostés en su mensaje testificó la resurrección de Cristo en base a los salmos de David. Miren Hechos 2:27, "Porque no dejarás mi alma en el Hades, Ni permitirás que tu Santo vea corrupción" (Hch 2:27). Pero la fe de Marta todavía se queda en la doctrina nada más. Quizá esta fe de Marta es la fe de la mayoría de los cristianos de hoy. Todos nosotros creemos en la resurrección de nuestro cuerpo al día final cuando Jesús venga otra vez porque esta es la promesa de la palabra de Jesús especialmente en este libro de San Juan. Ya Jesús lo dijo antes en el capitulo 6:39 donde dice: "Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero". En la vida cristiana la fe salvadora es esta: Miren Romanos 10:9 y 10, "que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación." Así que no hay que dudar nuestra salvación si de veras creemos así. Además de esta palabras 1 Corintios 15:51 y 52 nos hace contemplar a aquel día glorioso cuando venga Cristo al decir así: "He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados". A pesar de todo esto, la fe de Marta todavía no era suficiente porque se quedaba en la doctrina. En su vida real esa fe no resulta en un cambio radical. Su fe parece altibajo. Los ojos de Marta no estaban siempre fijos en Jesús. Cuando pone sus ojos en Jesús, se anima y se fortalece. A veces se dirigían hacia el cadáver. Cuando esto sucedía, se oscurecía su visión espiritual y se vuelve desanimada y escéptica. Pienso que es un proceso por el cual cualquier cristiano debe pasar. La fe es creciente. Nadie podrá tener una fe suficiente que le agrada a Dios con excepción de algunas personas como aquel centurión que creyó en la palabra poderosa de Jesús para sanar a su hijo enfermo (Mt 8:5-13), o en caso de aquel oficial del rey cuyo hijo también estaba enfermo (Jn 4:46-54). Por eso Jesús le da una lección muy importante a Marta. La veremos en la parte siguiente. III. Jesús es la resurrección y la vida (25-27) Ahora leamos todos a una voz el versículo 25: "Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá". Estos son una de las más maravillosas de las palabras de Jesús. Es uno de "Yo soy" entre los siete "Yo soy" en el evangelio de San Juan (Yo soy el Pan de vida; Yo soy la luz del mundo; Yo soy la puerta de las ovejas; Yo soy el Buen Pastor; Yo soy la resurrección y la vida; Yo soy el camino, la verdad y la vida; Yo soy la vida verdadera). Jesús aquí declara que Él es el Dador de la vida. En él "hay vida original, que no proviene ni deriva de otra". El que lo recibe, recibe la vida. Miren 1 Juan 5:11 y 12, "Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida". Miren ese verbo presente "soy" que quiere decir que Jesús tiene poder para efectuar la resurrección ahora mismo. Así Jesús corrige y profundiza la fe de Marta refiriéndose a su triunfo sobre la muerte. Por eso declara diciendo: "El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá". Esta es una promesa para todos los creyentes, y la resurrección de Lázaro será una prueba de esta afirmación solemne. El creyente ya tiene la vida eterna, no morirá eternamente; aunque tiene que morir físicamente, no será separado de Dios, quien es la fuente de la vida. Sí, esta es la promesa del Señor. De hecho, incluso la muerte física no puede apagar la vida real del creyente; por el contrario, esa muerte es ganancia, porque lo conduce al gozo pleno de la vida. Esta es el testimonio del apóstol Pablo. Miren Filipenses 1:21 a 24, "Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros". Leamos una vez más el versículo 25, " Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá". En esta frase, una cosa notable es el orden de los verbos, o sea, "creer" es seguido por "vivir". Se refiere a la vida del cielo. Es cierto, desde luego, que incluso en la tierra el creyente experimenta de antemano esta vida celestial. Recordamos aquella palabra de Jesús en Juan 5:24, "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida". Los que creen en Jesús ya tienen la vida eterna y la tienen en abundancia, la vida plena y bendita de Dios, todos sus gloriosos atributos: conocimientos, sabiduría, poder, amor, santidad, los frutos del Espíritu Santo como amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley (Gál 5:22,23), los cuales las cosas del mundo no pueden quitar. Porque Jesús vive, también nosotros viviremos. Si él está presente, están aseguradas la resurrección y la vida. Jesús, el príncipe de la vida es siempre el vencedor de la muerte. No sólo lo es en la resurrección en el último día; lo es siempre. Esta es exactamente la verdad que Marta no llegó a captar todavía, tal vez muchos de nosotros. Una vez Jesús les enseñó esta verdad a los saduceos que vinieron a él con una pregunta para negar la resurrección de los muertos. Miren Marcos 12:24 a 27, "Entonces respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios? Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos. Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis". Ahora leamos el versículo 26: "Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?" Esta palabra de Jesús refuerza a la primera pero no se limita a repetirla. Esta frase se describe al creyente como a alguien que vive en la tierra, antes de la muerte cuando venga Cristo de nuevo. O sea, a ellos nunca les gustará la muerte eterna; nunca estará separado alma y cuerpo de la presencia del Dios de amor. Claramente aquí se hace referencia a la segunda muerte y no a la cesación de la vida que sobreviene a toda la humanidad al término de su peregrinación terrenal. "No morir eternamente" es la negación fuerte expresada en el texto griego. Por lo tanto todo aquel que cree en Cristo tiene una vida espiritual que la muerte no conquistará ni disminuirá de manera alguna. Cuando logramos comprender su poder y hasta qué punto es verdaderamente maravillosa el ofrecimiento que el Señor nos da, ¡cómo hemos de hacer otra cosa que no sea entregar nuestras vidas a Él! Para quienes creemos, qué maravillosa es la seguridad y la certeza que tenemos. Jesús dijo:"Porque yo vivo, vosotros también viviréis" (Jn 14:19). Jesús declarando esto, le hace una pregunta a Marta diciendo: "¿Crees esto?" Esta pregunta sería así: "¿Tiene significado para ti la fe en mi poder y en mi promesa?" Jesús exigió que Marta hiciera personalmente suyo lo que acababa de oír de los labios de él, la vida del creyente triunfa siempre sobre la muerte. “¿Crees esto?”, le dice Jesús a Marta. Ahora sigue una hermosa confesión de Marta. Leamos el versículo 27: "Le dijo: Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que viene al mundo". La confesión de Marta aquí es positiva, heroica y amplia. Es, en realidad, muy conmovedora, tanto más notable debido a que se ha hecho bajo circunstancias tan difíciles. Marta había oído a Jesús que hablaba de sí mismo como el Hijo de Dios. Ahora bien, si otros entendieron que esto significaba que se atribuía igualdad plena con el Padre (Jn 5:18; 10:30-33). Los judíos lo entendieron correctamente así, pero no creyeron más bien condenándolo como blasfemo. En cambio, María, sí creyó y confesó. Ella había oído las palabras de Jesús, y las había creído. Prestemos atención a esta palabra: “Yo he creído”. El pronombre "yo" debe probablemente considerarse en este caso como enfático. Marta responde en forma positiva, pero sin darse cuenta de la consecuencia inmediata en cuanto a Lázaro; no pensó que Jesús podía demostrar su poder en seguida. Pero sí, Marta seguía creyendo aun en su altibajo de la fe, y llegaría a ver la gloria de Dios como Jesús le prometió. Sabiendo la conclusión de toda esta historia, ella llegó a tener la fe de resurrección al ver a Lázaro su hermano que resucitó después de cuatro días de la muerte. No solamente ella, sino que María y los discípulos se fortalecieron en la fe auténtica siendo testigos oculares de la resurrección de Lázaro. En cambio había otro grupo hostil e incrédulo suyo corazón estaba tan endurecido, que este milagro les resultó en la pérdida y condenación eterna. Lo veremos en el mensaje próximo. Conclusión: Jesús es la resurrección y la vida. El que cree en él aunque esté muerto vivirá, y todo aquel que vive y cree en él no morirá eternamente. Esta palabra la dio Jesús a Marta quien estaba en una situación difícil y adversa. La fe de Marta creció gradualmente con la ayuda bondadosa de Jesús hasta llegar a tener una fe plena de resurrección. La fe de resurrección es más que la doctrina. Ella debe experimentarse en la vida real luchando en medio de la dificultad. El amor de Jesús es que crezcamos en su amor confiando en sus promesas poniendo nuestros ojos en Él en cualquier situación. Este es el amor de Dios. La gloria de Dios se manifiesta a través de aquellos que creen en Jesús, la resurrección y la vida. El Señor en este momento nos pregunta diciendo: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?" ¿Cómo le contestaremos? "Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que viene al mundo."