lunes, 11 de agosto de 2014

Sermón 17 - El camino del discípulo de Jesús

EL CAMINO DEL DISCÍPULO DE JESÚS Mateo 16:24 "Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame." Jesús nos pregunta diciendo: “¿Quién decís que soy yo?” Jesús es el Mesías, el Cristo, el Ungido de Dios, y el Hijo del Dios viviente. Es la confesión de Pedro, y la de todos nosotros, los cristianos. La vida cristiana comienza con esta confesión. Romanos 10:9, 10 dice así: “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” Sobre la base de esta confesión, Jesús puso su iglesia. Uno entra en la familia de Cristo al creer y confesar que Jesús es el Mesías, el Hijo del Dios viviente, y reconocer que él es el Señor, el Soberano en todas las áreas de su vida. Hoy en día en el mundo un tercio de la población son cristianos. En la Argentina 90 % del pueblo creen que Jesús es el Mesías y el Salvador del mundo. Según la encuesta hecha por el departamento de evangelismo de CMI, 70 % de los universitarios creen que Jesús es el Salvador del mundo. La mayoría de los argentinos son cristianos, con el trasfondo de la cultura de la iglesia católica. Por otra parte el aumento del número de los evangélicos son notables en el fin del siglo 20 y en estos años recientes. Se dice que 10% de la población argentina son evangélicos, entre los cuales 8% son pentecostales. Esto demuestra que la mayor parte del aumento de los evangélicos es causado por el movimiento pentecostal. Es un dato animador y afirmativo. Pero a la vez hay que pensar en su aspecto negativo en cuanto a su influencia en la sociedad. Los cristianos evangélicos tienen una tendencia de buscar la prosperidad material y la sanidad. En estos el mensaje de prosperidad es muy popular. Hay muchos creyentes a los cuales les falta un concepto moral en base a la Biblia. Dan más importancia al sentir que al conocer. De hecho estamos viviendo en una época de la crisis en todo sentido, especialmente en cuanto a la espiritualidad. Hay muchos creyentes, pero hay pocos discípulos. Hay muchos pastores asalariados, pero son pocos los pastores verdaderos. Hay muchas iglesias seculares, pero son pocas iglesias ejemplares que dan buena influencia al mundo. Ante estas tendencias, es necesario que pongamos nuestras miradas en la Biblia, especialmente, en la palabra de hoy que trata del camino del discípulo. Al ver la Biblia, en especial en cuanto al ministerio del Señor Jesucristo, una cosa notable que captamos es que Jesús dedicó la mayor parte de su vida a la disciplina de sus 12 discípulos aun en medio de muchas tareas diarias. O sea, el discipulado es la estrategia que el Señor tomó para que su obra redentora continuara a lo largo de la historia humana. Por eso en este momento vamos a aprender cuán importante es el discipulado y cuál es el camino del discípulo. Se puede decir que el futuro de la obra de Dios depende de hacer o no discípulos. Todos nosotros somos llamados a no solamente ser creyentes comunes, sino discípulos de Jesús. Hoy Jesús nos enseña el camino del discípulo en tres puntos en base al versículo 24, que dice así: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” 1. Negarse a sí mismo 2. Tomar su cruz 3. Seguir a Cristo I. Negarse a sí mismo (24a) Negarse a sí mismo es el primer paso para ser discípulo de Jesús. Y a la vez, es una práctica continua a lo largo de la vida cristiana. Entonces, ¿qué significa “negarse a sí mismo”? Hay algunos que entienden mal esta frase. Algunos piensan que es destruir la personalidad. Es despreciarse a sí mismo. Es negar todo apetito humano y llevar una vida ascética aislado del mundo pecaminoso. Un ejemplo es el movimiento de monasterio en la época medieval. Pero esto no es negarse a sí mismo cuando lo dijo el Señor. Si este concepto hubiera sido correcto, Jesús y sus discípulos no habrían comido junto con los pecadores. Jesús estaba en medio del pueblo comiendo y bebiendo junto con ellos. Si la vida del discípulo fuera así, entre nosotros no habría nadie que sea digno de ser discípulos de Jesús. Entonces, ¿qué significa negarse a sí mismo? Es poner las cosas de Dios primero antes que las cosas humanas. Es preferir elegir la voluntad de Dios a la voluntad propia. Es pensar de parte de Dios. Un buen ejemplo es Jesucristo quien oró en Getsemaní. Él no quería morir, pero él sabía que morir en la cruz por el pecado del mundo era la voluntad del Padre. Por eso él oró así: “Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad (Mt 26:42).” Nosotros, sabemos que Pedro hizo una gran confesión de fe por la cual el Señor lo aplaudió. Pero cuando el Señor habló de su sufrimiento, la muerte y la resurrección, Pedro comenzó a reconvenirle, diciendo: “Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.” A este Pedro el Señor lo reprendió fuertemente diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.” Es decir, Pedro no podía negarse a sí mismo. Aunque él hizo la gran confesión de fe, todavía su manera de pensar era muy humana. No puso las cosas de Dios primero antes de su propio pensamiento. En algún sentido, uno que no sabe negarse a sí mismo todavía no ha comenzado a vivir como un discípulo de Jesús. Aunque por su confesión de fe ha entrado en la familia de Jesús, todavía no ha comenzado la carrera de la fe que está delante. De hecho hoy en día hay muchos creyentes que ni siquiera han comenzado la vida de discípulo porque no saben negarse a sí mismos. Creen en Jesús porque les da algo. Vienen a Jesús para recibir algo como cosuelo, paz además de recibir la bendición material. Hoy en día en la iglesia evangélica hay una tendencia fuerte de buscar emociones religiosas. Se confunden la fe con la emoción. Si se sienten bien, piensan que tienen fe. Si no se sienten algo, dudan de que tienen fe o no. Si reciben lo que piden, piensan que tienen mucha fe. Al observar bien las canciones evangélicas modernas, podemos captar una cosa notable la cual es buscar demasiado el sentimiento en lugar de buscar conocimiento sano e imparcial. Aunque contienen la doctrina cristiana, muchas canciones evangélicas priorizan el sentimiento. Esto muestra que el cristianismo de hoy se inclina demasiado a la superficialidad y el sentimentalismo. En la época de Jesús había multitud que seguía a Jesús anhelosamente porque les había dado algún beneficio. Pero la mayoría de ellos no sabían lo que era negarse a sí mismo por lo cual en el momento crucial, dejaron a Jesús y se volvieron atrás. Jesús les dijo así: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre (Jn 6:26,27).” En al vida cristiana, en especial, para comenzar la vida del discípulo, uno debe aprender a pensar de parte de Dios, o sea, disciplinar su manera de pensar. Un pastor dio un mensaje dominical con el título de “La vida del hombre es una interpretación.” Es interesante. Cómo pensar determina el destino del hombre. Según cómo se piense uno puede ser instrumento de Dios o instrumento del diablo. Por eso nuestros títulos de oración deberían ser conforme a la voluntad de Dios. Por ejemplo si uno está enfermo, no debería orar solamente por la sanidad, sino que sea revelada la gloria de Dios a través de su enfermedad. Cómo glorificar a Dios debe ser el título principal de nuestra oración. II. Llevar su cruz (24b) La segunda etapa para llevar la vida de discípulo es llevar su cruz. La vida de discípulo no es suficiente con negarse a sí mismo. Delante del discípulo hay una etapa que le espera la cual es llevar su cruz. Según Lucas, el versículo 24 se describe de otra forma casi con el mismo significado. Dice así: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame (Lu 9:23).” Una diferencia es que Lucas añade una frase más sobre llevar su cruz, la cual es “cada día”. Esto significa que un discípulo debe llevar su cruz diariamente a lo largo de su vida cristiana. La vida de discípulo comienza con la confesión de fe y con la auto negación, y continúa llevando su cruz cada día. Entonces ¿qué significa llevar su cruz? Antes que nada primeramente sería bueno pensar cuál sería la cruz de Jesús? Sí, el Señor nos enseñó por medio de su vida qué significa llevar la cruz. La cruz de Jesús era la cruz de la misión además de su deber familiar. Jesús antes de llegar a tener 30 años de edad, era un hijo responsable en cuanto al asunto familiar. Quizá José su padre, ya falleció porque después de la época de pubertad de Jesús, no aparece más en el escenario. Esto quiere decir que Jesús, siendo el hijo mayor de la familia, llevaba una responsabilidad trabajando con las manos, quizás el de la carpintería como el de su padre. Sí, Jesús era una persona responsable en cuanto a su deber familiar. La Biblia nos enseña que siendo discípulos de Jesús no debemos ser cargas para otros, sino que debemos trabajar con nuestras propias manos para suministrar las necesidades no sólo para nosotros mismos sino que también para las necesidades de los otros. En este sentido, la vida del apóstol Pablo es un buen ejemplo. Él no quiso ser una carga para otros, así que aun sirviendo la obra del Señor trabajaba con sus manos. Su trabajo era hacer tiendas. Sus buenos colaboradores eran Aquila y Priscila. Él dice a los cristianos que están en Tesalónica, así: “Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios (1Ts 2:9).” Aun todavía Pablo advierte a los que no quieren trabajar, diciendo: “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan (2Ts 3:10-12).” Así es la vida de discípulo: llevar su cruz cada día. De hecho siendo ministro del Señor uno tendría derecho de recibir una remuneración material. No está mal recibir salario por su trabajo en la obra del Señor. Los sacerdotes del Antiguo Testamentos y los levitas que ministraban en el templo, sobrevivían gracias a las ofrendas que el pueblo hacía. Aun en el Nuevo Testamento el apóstol Pablo dice que los obreros del Señor tienen derecho de cobrar el salario (1Ti 5:18). Pero él mismo estaba dispuesto a abandonar su derecho de recibir salario para edificación de la iglesia y para ser buen ejemplo de la vida pastoral. Hoy en día se dice que el oficio pastoral se ha hecho una fuente de hacer dinero y ganar fama. Hay pastores que están dispuestos a dejar su cargo pastoral en una iglesia pequeña para ir a una iglesia grande que paga mejor. Son pastores asalariados. Cuando el Señor dice, “llevar su cruz” tiene otro significado más profundo. Es llevar la cruz de la misión. Como sabemos la crucifixión era un método romano de ejecución, y los criminales condenados tenían que llevar su cruz por las calles rumbo al sitio donde cumplían su sentencia. Jesús, al llegar a la edad de 30 años, dedicó su vida entera a la obra evangelizadora, predicando el mensaje del arrepentimiento y el evangelio del reino de Dios sirviendo a la humanidad y finalizando su ministerio muriendo en la cruz. Por eso seguir a Jesús implica una entrega verdadera, con riesgo de muerte y sin posibilidad de retroceso. Como sabemos, los cristianos tienen dos ciudadanías, o sea, los discípulos de Jesús son ciudadanos terrenales y a la vez ciudadanos celestiales. Esto quiere decir que los discípulos tienen los dos deberes. Debemos ser fieles a estas dos cargas. Todos son importantes. Cuando el Señor nos llama a ser sus discípulos, nos llama también para ser sus obreros en su viña sufriendo junto con Jesús. Trabajar en la viña del Señor es un gran privilegio y a la vez un gran deber cristiano. Por eso el Señor nos ordena, diciendo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mt 6:33).” Esta palabra nos enseña cuál es la prioridad cristiana. La prioridad cristiana es buscar primeramente el reino de Dios y su justicia. Trabajamos para que el reino de Dios venga a donde estamos. Los discípulos son aquellos obreros en el mundo que trabajan para la expansión del reino de Dios. En algún sentido la iglesia de Cristo es donde se realiza el reino de Dios en la tierra. Y los discípulos deben salir al mundo para expandir el reino de Dios a través de su testimonio llevando una vida ejemplar. Somos empleados, comerciantes, estudiantes, y a la vez somos obreros del Señor en su viña. Dios nos dio una misión especial la cual es evangelizar a los santafesinos a través del estudio bíblico de uno a uno y en grupos. No nos olvidemos de que somos llamados a ser obreros de la viña del Señor, y seamos fieles a esta cruz de misión cada día. III. Seguir a Cristo (24c) Antes de pensar en la frase: “seguir a Cristo”, es necesario pensar en la identidad del hombre. El hombre no puede existir por sí mismo. Es una criatura creada por Dios. Pero por la desobediencia al mandamiento de Dios, el hombre se apartó de Dios y procuró vivir con su propio pensamiento y plan. Como resultado, el hombre se ha hecho esclavo del pecado. Satanás se apoderó de él. La muerte que es el pago del pecado, reinó sobre toda la humanidad. Pero gracias a Dios por enviar a su Hijo unigénito para solucionar el pecado del hombre muriendo en la cruz y resucitando al tercer día. Cristo nos compró con su sangre y nos ha hecho su pueblo redimido. En Cristo Jesús gozamos de la vida eterna y abundante. Sí, los cristianos son bendecidos en gran manera. Aunque vivimos en el mundo pecaminoso, tenemos la vida terna y la viva esperanza en el reino celestial. Esto es identidad cristiana. Además siendo discípulos de Jesús, somos sus seguidores. Jesús, nuestro buen Pastor y Soberano nos guía cada día en cualquier situación. Por eso podemos confesar con David, así: “El Señor es mi pastor nada me faltará (Sal 23:1).” Entonces, seguir a Cristo tendría que ser la reacción justa de los discípulos. Los discípulos de Jesús son aquellos que siguen a Cristo siempre. Jesús es su Señor en todas las áreas de su vida. Jesús es su Maestro en todo tiempo. Seguir a Cristo es vivir como el Señor quiere que vivamos. Seguir a Cristo es entregar su vida en la mano del Señor. Seguir a Cristo es aprender de Él por toda la vida. Seguir a Cristo es no volver atrás sino poner la mirada siempre en Jesús y seguir adelante. Entonces en este momento pensemos: ¿cómo seguir a Cristo concretamente? Si Cristo estuviera en este lugar, podríamos seguirlo cara a cara así como aquellos 12 discípulos lo siguieron. Ellos seguían a Jesús a dondequiera que iba. Pero el Señor ahora no está presente porque Él ascendió al cielo y está sentado a la diestra del Padre todopoderoso. Sin embargo, para nosotros una palabra consoladora del Señor es esta: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré (Jn 16:7).” “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir (Jn 16:13).” Seguir a Cristo es seguir la guía del Espíritu Santo que nos guiará a toda la verdad. Gracias damos a Jesús, nuestro Señor, quien nos envió al Espíritu Santo, el Consolador, quien nos guía a toda la verdad de su palabra. Aunque no vemos a Cristo cara a cara, lo vemos espiritualmente porque el Espíritu Santo que mora en nosotros nos guía a toda la verdad. Si permanecemos en la palabra de Jesús, somos sus discípulos que conocen la verdad y la verdad nos hará libres. Los discípulos de Jesús son aquellos que lo siguen en todo memento por permanecer en sus palabras. Las palabras del Señor son lámpara a nuestros pies, y lumbrera a nuestro camino (Sal 119:105). Somos discípulos de Jesús porque permanecemos en sus palabras. Los discípulos de Jesús son aquellos que aman su palabra y meditan en ella de día y de noche. Leamos el versículo 24 otra vez. “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” Aquí una cosa que nos hace pensar es que Jesús nos llama a cada uno muy personalmente para ser sus discípulos porque los verbos que Jesús usa no son en plural sino en singular como: si alguno quiere; niéguese; tome, siga. Ser discípulo de Jesús es un asunto muy personal. Cada uno necesita tomar una decisión para seguir a Cristo. Nadie de nosotros puede reemplazar a otro para ser discípulo de Jesús. Como el escritor inglés John Bunyan describió en su novela titulada “el progreso del peregrino”, la vida del discípulo comienza con la decisión personal y seguir a Cristo hasta llegar al reino celestial pasando por muchas dificultades. Somos llamados a ser los discípulos de Jesús en esta época. Vamos a poner en práctica el principio del discipulado. Jesús nos dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.”