sábado, 9 de julio de 2016

Sermón 25-Jesús da vista al ciego

Mensaje dominical 10 de Julio 2016 JESÚS DA VISTA AL CIEGO Juan 9:1-7 (V.C. 7) 9:1 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. 9:2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? 9:3 Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. 9:4 Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. 9:5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo. 9:6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, 9:7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo. En estos días en el mundo están sucediendo muchos acontecimientos trágicos y miserables como atentados, guerras y calamidades naturales, por los cuales mucha gente pierde sus bienes y aun sus vidas. El mundo está cambiando rápidamente. La situación del mundo va de mal en peor. Cada vez la vida se hace más difícil. Todo esto al resumir en una palabra, sería el "sufrimiento". Alguien dijo que el mundo es un mar de sufrimiento. Hay muchas preguntas sobre el sufrimiento del hombre, que no son fáciles de contestar. ¿Por qué hay sufrimiento? ¿Dónde se originó? ¿Por qué uno sufre más que otro? ¿Qué actitud o perspectiva hay que tener ante el sufrimiento? En este momento tendremos un tiempo para pensar en estos temas a través de la pregunta de los discípulos y la respuesta de Jesús ante un ciego de nacimiento. Luego pondremos nuestra mirada en Jesús, quien, siendo la luz del mundo, da vista al ciego con preciosas enseñanzas tanto para los discípulos como para el ciego. A través de la palabra de hoy seguro que el Señor quiere corregir nuestra vista equivocada hacia el sufrimiento. Entonces en la primera parte del mensaje veremos la perspectiva equivocada de los discípulos hacia el sufrimiento, la cual quizá será nuestra perspectiva; en segunda parte pensaremos en la perspectiva correcta de Jesús hacia el sufrimiento, perspectiva que todo creyente debería tener. Y por último podremos nuestra mirada en cómo Jesús le da vista al ciego de nacimiento en donde el Señor se revela como la luz del mundo. Pido que a través de la palabra de hoy tengamos la vista sana ante cualquier sufrimiento, y seamos obreros en la viña del Señor aprovechando bien el tiempo. I. La perspectiva de los discípulos (1,2) En el mundo caído vemos muchas desdichas. Especialmente hay gente que sufre la desgracia indecible. Un ejemplo es el ciego. La palabra de hoy comienza con esta frase: " Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento" (1). Un hombre ciego de nacimiento. Imaginemos su vida. Él nunca vio el mundo, ni siquiera a sus padres. Para él el mundo era la oscuridad misma. ¡Cuán inconveniente e incómoda sería su vida! Yo lo experimenté un poco viviendo con mi abuela que era ciega. En su juventud fue miope y al envejecer perdió totalmente su vista. No podía salir de la casa sin ayuda de alguien, así que muchas de sus amigas del pueblo venían a mi casa para pasar tiempo con ella, casi todos los días. Ella padecía mucho sufrimiento. Pero la condición de este ciego de nacimiento era peor que la de mi abuela. Habría pasado su niñez bajo el cuidado de sus padres. Al crecer, él mismo debería buscar cómo poder sobrevivir. Quizá, sus padres habrían fallecido. O para su familia, cuidarlo habría sido una carga pesada, así que no habría otra manera de sobrevivir que mendigar. Un día alguien lo habrían llevado a la puerta del templo porque allí pasaba mucha gente piadosa que le daría monedas. Seguro que él no tendría mucha esperanza de vida. Entonces, los discípulos que lo vieron sintieron mucha lástima de él y le hicieron una pregunta seria a su Maestro, diciendo: "Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?" ¿Cómo les suena esta palabra? Me suena bastante cruel. ¿A quién le están echando la culpa? Quizá esta perspectiva de los discípulos sería la de todos los judíos de aquella época. Los judíos pensaban que el sufrimiento era consecuencia del pecado: Uno sufre porque ha pecado. La cuestión era esta: ¿quién pecó? ¿Uno mismo o sus padres? En algún sentido la pregunta tiene base bíblica. Según Génesis 3, el pecado entró en el mundo cuando Adán y Eva violaron la ley de Dios por lo cual vino la muerte junto con toda clase de miseria. Pero el problema es que no hay una respuesta clara sobre la siguiente pregunta: "Si todos son pecadores, deben padecer mismo nivel del sufrimiento, pero ¿por qué unos padecen más que otros? ¿Es porque pecaron más que otros? Pero esta respuesta es difícil de aplicar al caso de este ciego de nacimiento. Él ya desde nacimiento era ciego. ¿Entonces él pecó ya aun estando en el vientre de su madre? Para justificarlo, ellos trataron de buscar la respuesta en la Biblia. Encontraron una evidencia que era el caso de Esaú y Jacob quienes se pelearon aun en el vientre de su madre Rebeca (Gn 25:22). La confesión de David también sería una evidencia: Él después de cometer el adulterio al confesar sus pecados, dijo: "He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre" (Sal 51:5). Entonces, este ciego de nacimiento se consideraría a sí mismo como un gran pecador y se condenaría a sí mismo siendo esclavo del fatalismo llevando una vida triste y fatal. Su estado espiritual sería más miserable que la corporal. En este sentido podemos entender la palabra de Jesús ante un paralítico cuyos amigos lo trajeron ante él. Jesús le dijo: "Hijo tus pecados te son perdonados" (Mr 2:5). Otro concepto que tenían los judíos hacia el sufrimiento era que uno sufre por causa de los pecados de sus antepasados. Esta opinión tiene bastante prueba bíblica. Si la buscamos en detalle, nos faltaría tiempo, así que solo voy a mencionar primero la palabra de Dios y luego algunas evidencias acontecidas en la vida personal. La palabra de Dios dice así: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen" (Ex 20:4,5). Cuando Coré pecó, toda su familia fue tragada en el abismo de la tierra (Nm 16:32). Cuando Jeroboam, primer rey de Israel Norte pecó contra Dios haciendo becerros de oro, toda su generación fue maldecida (1R 14:10). ¿Acaso la historia de Israel no testifica esto? Por el pecado del rey Manasés, sus descendientes fueron llevados al cautiverio a Babilonia (Je 15:4). Sí, Dios tiene toda la razón al juzgar a los pecadores. Todos merecemos el castigo de Dios porque somos pecadores junto con ese ciego de nacimiento. Pero hay que saber esto: El juicio está en las manos de Dios, no en nosotros. No tenemos derecho de juzgar a nadie. Ni siquiera nuestro Señor Jesucristo quien tiene toda razón para juzgar a los pecadores no juzga a nadie (Jn 8:15). Entonces, miren a los discípulos. ¿qué estaban haciendo? Estaban juzgando al ciego de nacimiento, aunque aparentemente estarían mostrando una actitud compasiva, en realidad, en lo profundo de sus corazones estaban juzgándolo teniendo un sentimiento de superioridad, dando gracias a Dios por no nacer como ciegos. Esta es una tendencia malvada del hombre pecaminoso. Esto se ve con claridad en el libro de Job. Cuando Job padecía sufrimiento, sus tres amigos vinieron a consolarlo. Pero de hecho ellos lo estaban condenando con palabras crueles. Elifaz le dijo: Recapacita ahora; ¿qué inocente se ha perdido? Y ¿en dónde han sido destruidos los rectos? Como yo he visto, los que aran iniquidad Y siembran injuria, la siegan" (Job 4:7,8). Bildad le dijo: "Si tus hijos pecaron contra él, El los echó en el lugar de su pecado (Job 8:4). Sobal le dijo: "Si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti, Y no consintieres que more en tu casa la injusticia, Entonces levantarás tu rostro limpio de mancha, Y serás fuerte, y nada temerás; " (Job 11:14,15). Sus consejos no le ayudaron nada a Job sino que le hirieron el corazón más todavía. Hubiera sido mucho mejor estar callados compartiendo su dolor de corazón. Miren, ¿cómo les respondió Job? "¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí! Porque la mano de Dios me ha tocado" (Job 19:21). De hecho es muy desagradable y cruel tener una actitud de juez ante la desdicha de alguien. Sin embargo, es fácil comportarnos así. Antes de considerar las cosas con un corazón prudente, delicado y compasivo, no hay que profesar ninguna palabra que pueda condenar al que sufre. Entonces ahora veamos cómo les contesta Jesús. II. La perspectiva de Jesús (3-5) Entonces, ahora pensaremos en la perspectiva del Señor hacia el ciego de nacimiento. Aquí el Señor nos da lecciones preciosas corrigiendo nuestros pensamientos y actitudes equivocados hacia el sufrimiento. Leamos juntos el versículo 3: "Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él". Al decir así, Jesús no está negando que hay ocasiones en que la enfermedad está vinculada a algún pecado, sino que Él quiere que sus discípulos pongan más atención en la forma en que podemos ser misericordiosos con otros. Es por esta razón, nunca debemos emitir un juicio apresurado acerca de una enfermedad u otras situaciones adversas, relacionándolas con algún pecado escondido o manifiesto; actuemos con sabiduría y misericordia tal como lo hizo Jesús. Aquí el pensamiento de Jesús arroja una luz fuerte y esperanzadora ante la desdicha del hombre. De veras en él no hay oscuridad. Su palabra está diciendo que cualquier condición adversa del hombre no es determinante para vivir infelizmente. Dios tiene buena voluntad en ella. Al permitir que este ciego naciera así, ya de ante mano Dios quiso manifestar su gloria. Los problemas son una oportunidad donde las obras de Dios se revelan. Donde no hay problema allí tampoco habrá obra de Dios. Esta realidad parece paradójica, pero es una verdad. Si en la iglesia de Corinto no hubiera tantos problemas, habríamos perdido muchos tesoros espirituales porque no tendremos la carta del apóstol Pablo a los corintios. Aun en el mundo gentil, los sabios se dieron cuenta de esta verdad. Los sabios chinos inventaron una letra muy significativa sobre la palabra crisis cuya letra china es combinación de dos letras, es decir, peligro y oportunidad que quiere decir que el sufrimiento es la oportunidad (Ver una imagen). Nuestro Señor lo enseñó muy claramente y además lo vivió. Hablando de la condición humana, no habrá otra persona sino nuestro Señor Jesús quien se encontró en la situación más adversa de la tierra. (Desde su nacimiento hasta su muerte). Aun así, ¿Acaso en la vida del Señor (tanto en su palabras como en sus hechos) vemos alguna oscuridad? No, nada. Se dice que la palabra de una persona es la expresión de su ser, o sea, la palabra es su personalidad. Sobre esto el proverbio 23:7a dice, "Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él". Una vez el Señor mismo habló a los fariseos sobre este tema diciendo: "Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre" (Mr 7:21-23). La palabra de una persona es una semilla que se siembra en la tierra y se cosecha a su tiempo. Pero entre las cosas difíciles, una cosa más difícil es hablar bien. ¡Qué fácil es pensar negativamente y hablar cosas desalentadoras! Esto por mi propia carne estoy experimentado cada día. Veo que todavía en mi interior hay mucha oscuridad. El Señor sigue enseñándoles a sus discípulos en los siguientes versículos, leamos el 4 y 5: "Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo". No habrá otra persona sino Jesús que vivió en plenitud aprovechando todo el tiempo. El Señor dice: "Me es necesario hacer las obras del que me envió". O sea tenía una actitud absoluta hacia las obras de Dios. No era relativa ni optativa, sino que sí o sí le era necesario hacer. Se puede decir que el hombre dichoso es quien encuentra su misión, por la cual entrega totalmente su vida. Para él el tiempo sería más precioso que el oro. El Señor vivió esto. Jesús consideró su vida terrenal como el día, también sabía que vendrá la noche en que nadie puede trabajar. Esto quiere decir que hay que hacer las obras de Dios con diligencia porque muy pronto se acaba la oportunidad del día y llega la noche pronto cuando ya no será posible trabajar. Esta perspectiva de Jesús nos da una lección muy importante. Como todos saben, la vida terrenal no es duradera. El tiempo corre muy rápido. Ustedes los jóvenes podrían pensar que todavía hay mucho tiempo para disfrutar haciendo muchas cosas. Pero ¿qué aconseja el rey Salomón a los jóvenes? "Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios. Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad. Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento" (Ec 11:9 - 12:1). Cuando era niño me parecía que el tiempo corría demasiado lento. Especialmente al esperar la fiesta de año nuevo, calculaba cada día para que llegara esa fiesta lo más pronto posible porque en esa fiesta podía comer comidas ricas y vestirme de nueva ropa. Pero a medida que crecía, me parecía que el tiempo corría más rápido. Alguien comparó la vida del hombre a la velocidad del auto, es decir, la adolescencia tiene velocidad de unos10 km por hora, los jóvenes que tienen unos 20 años de edad, están corriendo a la velocidad de 20 km por hora. Al medirla de tal manera mi vida va corriendo con la velocidad de unos 60 km por hora. No imaginé que yo ya tengo más de sesenta años de edad. En Argentina llegamos en 1984, ya han pasado más de 32 años. ¡Qué rápido pasa el tiempo! Ya soy un verdadero abuelo, con una nieta de parte de mi hija y un nieto de parte de mi hijo. Seguro que ya no hay mucho tiempo para dejar este mundo. Viendo el fallecimiento de mis hermanos en Cristo, me doy cuenta de que a mí también me vendrá ese momento. En cualquier momento el Señor me llamaría, así que debo estar preparado. Entonces, ¿qué debo hacer mientras vivo en esta tierra? Como el Señor vivió aprovechando bien el tiempo, debo hacer las obras de Dios con todo mi corazón porque debo rendir cuentas ante el Señor lo que he hecho mientras estoy en esta tierra. Debo vivir delante de Dios. En cualquier situación puedo trabajar en la viña del Señor haciendo lo que le agrada. Estoy seguro de que no hay otra obra más gloriosa que hacer discípulos enseñando y predicando la palabra de Dios a los discípulos, sobre todo viviéndola en mi propia carne. Tanto el Señor como el apóstol Pablo, yo también podría confesar al terminar esta carrera de la fe diciendo: "Consumado es (Jn 20:30)" "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida"(2 Ti 4:7,8). Esto también debe ser la confesión de todos los discípulos de Jesús que están presentes aquí. III. La manifestación de las obras de Dios (6-7) Jesús es el Hijo de Dios. Así como el Padre tiene vida en sí mismo, Jesús también tiene vida en sí mismo. Su palabra es la palabra de vida. Lo dijo claramente en Juan 5:24 que dice así: "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida". Entonces, él podría sanar al ciego de nacimiento con solo una palabra como aquel caso en que sanó al hijo de un noble con palabras solamente (Jn 4:50). Pero esta vez, el Señor le da vista de una manera diferente no porque no hubo otra manera sino porque tenía algún propósito y quiso darle una lección tanto a sus discípulos como al ciego. Más que nada, quiso revelar su identidad divina cumpliendo la profecía. Ahora leamos juntos los versículos 6 y 7: "Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo". Cuando el escritor Juan escoge sus palabras, lo hace con mucho cuidado, dándole un significado muy profundo escondido dentro de las frases. Primero veamos lo que el Señor hace: "escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego". ¿Qué significaría esto? Los antiguos creían que la saliva contenía virtudes curativas. Sin embargo, es difícil que Jesús haya usado la saliva por su supuesta propiedad curativa. En mi época de UBF en Corea, la mayoría de los pastores de esta denominación interpretó que la saliva y el polvo son los elementos básicos que se encuentran en cualquier persona y ambiente, así que lo usamos para el Señor, éste usándolo hará un milagro. Ahora pienso que tal interpretación es bastante pobre. Seguro que hay significados más profundos y preciosos. Leí un comentario que es muy interesante que arroja una luz: Cuando Jesús usó el polvo de la tierra para hacer lodo con su saliva, quiso demostrar su divinidad, o sea como el creador, así como en Génesis Jehová formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente (Gn 2:7). También el Señor untó con lodo los ojos del ciego. Es un acto de amor. Jesús siendo el Hijo de Dios, se despojó a sí mismo y vivió entre nosotros. Sí, Jesús acababa de afirmar su deidad al decir: "Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo", y en este momento, tocó al ciego de una manera personal, es decir, de hombre a hombre. ¡Qué maravilloso es esto! "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (Jn 1:14). Por otra parte, el hecho de Jesús podría provocar mal entendimiento del ciego si no confiaba en su amor porque hablando humanamente fue bastante chocante. Una pizca de tierra irrita el ojo; imagínese cómo debe haberse sentido cuando Jesús untó con el lodo sus ojos. Pero el lodo en los ojos le estimuló a ir a lavarse. Es lo mismo con la predicación de la Palabra: irrita a los pecadores haciéndolos que se sientan culpables, de modo que quieran hacer algo con respecto a sus pecados (Hch 2:37). Jesús le irritó no por despreciarlo ni para molestarlo sino para darle lo mejor, la sanidad. Al hacer así, habrá otra razón más, la cual sería para corregir el legalismo de los fariseos porque Jesús sabía que sus hechos violaba el día de reposo según la tradición judía. Trabajar con lodo y sanar al enfermo se consideraban trabajo y por lo tanto estaban prohibidos en el día de reposo, así que Jesús haya hecho el lodo a propósito a fin de enfatizar su enseñanza verdadera acerca del día de reposo. Es una acción valiente que arriesga su vida a fin de corregir y llamar al arrepentimiento a los regalistas. Ahora veamos la palabra que el Señor le dijo al ciego: "Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado)". Aquí la palabra "Enviado" es muy significativo. El Señor le envió al estanque que se llamaba Siloé cuyo significado es "Enviado". Aun el nombre del estanque daba testimonio de que Jesús era enviado del Padre. Jesús le estaba dándole a entender a este hombre, que El había sido enviado del Padre, y de la misma manera El estaba enviando a este hombre al estanque de Siloé. Lo importante en este milagro no era el método de curación. Esta palabra de Jesús nos hace pensar en aquella ocasión en que ocurrió en la época de Eliseo, un profeta del pueblo norte de Israel, quien le envió al Naamán capitán de Siria, el leproso, al río Jordán para que se bañara (2 R 5). El personaje de Eliseo es un prototipo del Mesías así testificando que Jesucristo, el Hijo de Dios da vista al ciego cumpliendo la profecía. Entonces, por último veamos la acción del ciego ante la palabra de Jesús: "Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo". Parece que el ciego no cuestionó el mandato, sino sencillamente obedeció sin ni siquiera una promesa de que recibiría la vista. Aun en medio de pensamientos humanos y dudas, sería muy probable que fuera la voz de autoridad o el toque suave y compasivo de los dedos de Jesús sobre sus ojos, o ambas cosas, lo que infundió en el ciego la confianza necesaria en un hombre desconocido como para obedecerle. El ciego aprobó su fe en Cristo al obedecer a su Palabra. Conclusión: Jesús dio vista al ciego de nacimiento. Los ciegos son quienes no pueden ver a Jesús quien es la verdad, el camino y la vida. Pero cuando Jesús, la luz del mundo toca nuestros corazones, vemos la luz y andamos en la luz. Los que andan en la luz del Señor tienen la perspectiva de Cristo y viven como Cristo trabajando en la viña del Señor aprovechando el tiempo cuando el día dura, sabiendo que la noche vendrá pronto.

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